Con
mucha pena, causada en decenas de hogares
venezolanos, y sin ninguna gloria, se acabó el
régimen de Hugo Chávez. El arrogante Hugo Cadena,
que disfrutaba anunciando su retiro para el año
2021, ha sido derrocado apenas tres años después
de su espectacular ascenso al poder en olor de
multitudes y rodeado de la esperanzada expectativa
de los venezolanos. Hasta el final vivió en el
delirio que lo mató y su última acción de gobierno
fue verdaderamente criminal. Esa cadena de la
tarde de ayer, grotesca, realmente kafkiana, fue
deliberadamente realizada para cubrir la
información sobre la masacre que los matones y
francotiradores de Bernal perpetraban. Dada la
emboscada montada a la manifestación, es obvio que
Chávez sabía perfectamente que mientras hablaba
sus hombres estaban asesinando a mansalva a
decenas de compatriotas. Fue una acción de infamia
sin antecedentes en la historia contemporánea del
país.
Culminaron así tres años francamente desastrosos,
durante los cuales un demagogo incompetente, sin
visión alguna de país, embaucó a los más pobres y
humildes de nuestros compatriotas, jugando con su
justificadísima ansia de justicia, manipulándola
para construir un poder personal y personalista,
barnizado con una retórica balurda supuestamente
revolucionaria, que no hizo otra cosa que dividir
al país en nombre de nada. Todo su discurso era
aire, gas, puras pendejadas reiterativas, que se
fueron desgastando irremediablemente, al calor de
una gestión llena de improvisaciones y corrupción.
Su peor enemigo fue él mismo. Hizo todo para caer.
No hubo torpeza que no cometiera, error en que no
incurriera. El propio Chacumbele.
Restañar las heridas que deja el chavezato no va a
ser fácil, pero reconciliar a los venezolanos es
una prioridad. Los problemas sociales del país son
espantosos y los más pobres de nuestros
compatriotas deben saber que su suerte estará en
el centro de las políticas nacionales del
inmediato futuro, para que sus desgracias no
sirvan nunca más de pedestal a aventureros y
demagogos.
Esta no es una hora de venganza sino de justicia.
Los responsables de los asesinatos de ayer deben
ser encontrados, para someterlos a juicio,
comenzando por el propio Chávez. Los ladrones que
acumularon fortunas obscenas, que saquearon el
tesoro nacional, no pueden quedar impunes. Pero
docenas de personas que de buena fe acompañaron a
esta empresa demencial y que no tienen
responsabilidad de sus disparates ni de sus robos,
no tienen que pagar culpas de otros. Menos todavía
puede pasarse factura a aquellos venezolanos que
aun habiendo desempeñado cargos importantes en el
gobierno, al apartarse de este contribuyeron
significativamente a su erosión y descomposición.
Aquí no hay manera de resolver institucionalmente
el cambio político habido. Vicepresidente,
presidente de la Asamblea, presidente del Tribunal
Supremo no sobreviven al colapso del chavezato.
Esa línea de mando institucional murió con el
régimen. Ya se verá como se resuelve el problema
de las formas, pero la Junta de Gobierno tiene un
único y fundamental cometido: conducir al pueblo
venezolano a decidir prontamente el gobierno que
se quiere dar para restablecer la continuidad
democrática asentada en la voluntad popular.
Porque a este pueblo maravilloso que somos nadie
puede ni podrá arrebatarle su indomable voluntad
de ser y permanecer libre por siempre.