El
choque entre opositores y adeptos al gobierno del
presidente Hugo Chávez terminó con un saldo
extraoficial de cincuenta heridos y nueve muertos
y con la sospecha que efectivos de Policaracas,
vestidos de civil fueron quienes arremetieron con
armas automáticas contra los manifestante de la
oposición.
El centro de la
ciudad fue escenario de una batalla campal que se
desató cerca de las 3:30 e involucró a efectivos
de la Policía Metropolitana, Guardia Nacional,
Policaracas y a los manifestantes pro y contra
gobierno.
El detonante fue la
intención de la marcha de la oposición, que
provenía de la sede de Pdvsa-Chuao, de subir por
la avenida Baralt para acceder al palacio de
Miraflores.
Justo en la esquina
de La Pedrera, los manifestantes fueron recibidos
por una 'fuerza de choque' de simpatizantes del
Gobierno; inmediatamente, 15 efectivos de la
Policía Metropolitana intentaron dispersar a los
manifestantes de ambos bandos con la utilización
de bombas lacrimógenas.
La medida fue
infructuosa. Primero comenzó un intercambio de
piedras entre los revolucionarios y los
contrarrevolucionarios para después comenzar los
disparos que impactaron en dos civiles y en el
fotógrafo del diario 2001, José Tortosa.
Desde los edificios
cercanos y desde el puente que comunica a la
esquina de Carmelitas con el palacio de Miraflores
varias personas, no uniformadas, disparaban contra
los efectivos de la PM y los manifestantes de la
oposición.
La cadena
presidencial y la interrupción de la señal
comercial de los canales de televisión pasó
inadvertida para los manifestantes que intentaban
resguardarse de las balas de los francotiradores
en los alrededores de la plaza O'Leary y El
Calvario.
1. Desde la Urdaneta
Una extraña muestra de pudor, sin
duda: a modo de cortina extendieron una larga
bandera del mismo tono azul que identifica al PPT,
abriendo un espacio privado que tuvo como fondo la
pared del Banco Central. Tras esa tela,
organizados pero evidentemente alentados por la
adrenalina del momento, la fuerza de choque
transformaba botellas de cerveza ligera en bombas
incendiarias.
Momentos antes, el
líder giraba instrucciones, aleccionaba, preparaba
a su gente y calibraba su potencial para la lucha
del día: '¿Tú sabes manejar una molotov?'.
Claro que sabía. Y
lo más curioso, es que el piquete de la Guardia
Nacional que hacía barrera en la esquina, apenas a
unos pasos del lugar donde se armaba este grupo
conformado por cerca de catorce miembros de esos
que gustan llamarse 'milicias populares', jamás se
dio por enterado del potencial peligro.
Desde el mediodía
los seguidores del Gobierno atendieron con rapidez
el llamado a defender su territorio, esa zona
aledaña al palacio de Miraflores a donde jamás
iban a permitir que se instalara la multitudinaria
protesta antichavista.
No eran, ni de
cerca, las diez cuadras de gente que más tarde
calcularía el alcalde de Libertador, Freddy
Bernal. Eran, a lo sumo, cuatro pero contenían a
un considerable grupo de enardecidos chavistas
dispuestos a todo para detener a sus odiados
escuálidos, blandiendo palos, bates, tubos con
puntas afiladas como lanzas, tablas con clavos;
armados con piedras y cabillas y vistiendo muchos
de ellos, chaquetas de sospechosa holgura en una
tarde calurosa.
Esas armas tampoco
las vio la Guardia Nacional, ni las vería a lo
largo de una jornada que observada desde el lado
de quienes coloreaban sus rostros de rojo
justificaba cualquier cosa: ¡no pasarán!
Alrededor de las
2:30 de la tarde, justo cuando el alcalde Freddy
Bernal subía a la tarima frente al palacio de
Miraflores, desde la esquina de Bolero se veía la
llegada de la marcha opositora.
Servida pues la hora
del enfrentamiento, los verdaderos combatientes de
bando y bando hiceron lo suyo: frente a la
movilización contra Chávez, una avanzada de
Bandera Roja lanzaba piedras y se las veía con las
secuencias de bombas lacrimógenas. Y en las calles
laterales a la estación del Metro, la gente de las
milicias populares atacaba con lo que tenía:
incluyendo en su arsenal cohetones preparados con
tachuelas.
Y en el medio,
protegiendo al grupo chavista que miraba y alzaba
sus palos en gesto bravucón, la Guardia Nacional
contenía el avance de ambos devolviendo las
piedras, lanzando bombas y abriendo filas para
dejar pasar a los combatientes ensangrentados:
hasta el final de la tarde se contaban cinco
heridos y cuatro muertos de estandarte rojo, uno
de ellos de un balazo en la cabeza. No pasaron,
pero ya no importa: perdimos todos.
2. A palacio
Once de la mañana. Mientras la
televisión mostraban la enorme marcha de la
oposición, el 23 de Enero y Catia estaban en
calma. Más calmados que durante un día normal.
Minutos después de
que los medios dejaran saber que la marcha
prolongaba su itinerario y se dirigía a Miraflores,
un camión 350 de los círculos chavistas, con dos
cornetas enormes de miniteca en el techo se paró
frente a un abasto de la Segunda avenida de Nueva
Caracas.
Once y media. La
avenida Sucre lucía una apariencia dominical. Cero
sobresaltos. 15 minutos después en la plaza
Bolívar varias personas al lado de una camioneta
Toyota Samurai gris con pancartas del MVR, hacían
por altoparlantes 'un llamado al pueblo a que
acudiera a los alrededores de Miraflores a
defender a Chávez y la revolución'.
Doce y media.
Hombres y mujeres armados con palos suben desde
las calles del centro hacia la avenida Urdaneta.
400 integrantes de los círculos se apostan desde
Miraflores hasta la esquina de Carmelitas. La
puerta de la Vicepresidencia es un hervidero.
Entran y salen personeros del Gobierno. El
diputado Juan Barreto. Las ministras de Ambiente y
Salud, Ana Elisa Osorio y María Lourdes Urbaneja.
'Aquí no pasa nada, vamos a Miraflores' dice esta
última.
Una y media. A pesar
de los cordones de policías y guardias nacionales
cerrando cada esquina desde Miraflores hasta
Pelota, los partidarios del Gobierno caminan por
toda esa franja. Todos van armados. Visiblemente
portan mangos de picos y palas con clavos en las
puntas, tubos de dos pulgadas, cabillas forradas
en tela. Algunos visten ponchos y ropa militar.
Todos llevan rayas de labial rojo en las mejillas.
Uno de estos enseña una daga de medio metro de
largo. 'Al que pase me lo llevo'. Un negro alto,
con un bate de aluminio en una mano y un altavoz
en la otra grita: '¡muerte a los oligarcas y que
viva la revolución pacífica!'. Aquí nada tiene
sentido.
Dos y media.
Cuarenta motorizados recorren 'las esquinas de la
revolución'. Cuando llegan a Pelota piden a la
Policía Metropolitana que retire sus camiones
lanza agua. Se van las motos. Veinte minutos
después una pareja de jóvenes en una vespa se
acercan a la referida esquina y una turba se les
va encima. Varios asoman sus pistolas nueve
milímetros en la cintura. Un sexagenario dice:
'Así sea con mi sangre defiendo a Chávez, pero no
pasarán'.
3. Francotiradores
Según algunos ciudadanos que
acudieron a la marcha para solicitar la renuncia
del presidente Chávez, varios francotiradores, que
se apostaron en las azoteas de los edificios del
casco central de Caracas, comenzaron a disparar
contra los manifestantes, dejando un saldo de un
muerto y varios heridos.
'Nosotros creíamos
que eran policías, pero la Metropolitana nos dijo
que no eran ellos, porque ellos no dispararían
nunca contra el pueblo', comentó Rafael Gutiérrez.