En Miraflores es la cosa - Capítulo III

 

 

La fiesta se tornó tragedia


Batalla campal por Miraflores 

Por ALEJANDRA M. HERNANDEZ F.,EUGENIO MARTINEZ, OSCAR MEDINA y CARLOS MOLLEJAS



 

El choque entre opositores y adeptos al gobierno del presidente Hugo Chávez terminó con un saldo extraoficial de cincuenta heridos y nueve muertos y con la sospecha que efectivos de Policaracas, vestidos de civil fueron quienes arremetieron con armas automáticas contra los manifestante de la oposición.

El centro de la ciudad fue escenario de una batalla campal que se desató cerca de las 3:30 e involucró a efectivos de la Policía Metropolitana, Guardia Nacional, Policaracas y a los manifestantes pro y contra gobierno.

El detonante fue la intención de la marcha de la oposición, que provenía de la sede de Pdvsa-Chuao, de subir por la avenida Baralt para acceder al palacio de Miraflores.

Justo en la esquina de La Pedrera, los manifestantes fueron recibidos por una 'fuerza de choque' de simpatizantes del Gobierno; inmediatamente, 15 efectivos de la Policía Metropolitana intentaron dispersar a los manifestantes de ambos bandos con la utilización de bombas lacrimógenas.

La medida fue infructuosa. Primero comenzó un intercambio de piedras entre los revolucionarios y los contrarrevolucionarios para después comenzar los disparos que impactaron en dos civiles y en el fotógrafo del diario 2001, José Tortosa.

Desde los edificios cercanos y desde el puente que comunica a la esquina de Carmelitas con el palacio de Miraflores varias personas, no uniformadas, disparaban contra los efectivos de la PM y los manifestantes de la oposición.

La cadena presidencial y la interrupción de la señal comercial de los canales de televisión pasó inadvertida para los manifestantes que intentaban resguardarse de las balas de los francotiradores en los alrededores de la plaza O'Leary y El Calvario.

 

1. Desde la Urdaneta

 

Una extraña muestra de pudor, sin duda: a modo de cortina extendieron una larga bandera del mismo tono azul que identifica al PPT, abriendo un espacio privado que tuvo como fondo la pared del Banco Central. Tras esa tela, organizados pero evidentemente alentados por la adrenalina del momento, la fuerza de choque transformaba botellas de cerveza ligera en bombas incendiarias.

Momentos antes, el líder giraba instrucciones, aleccionaba, preparaba a su gente y calibraba su potencial para la lucha del día: '¿Tú sabes manejar una molotov?'.

Claro que sabía. Y lo más curioso, es que el piquete de la Guardia Nacional que hacía barrera en la esquina, apenas a unos pasos del lugar donde se armaba este grupo conformado por cerca de catorce miembros de esos que gustan llamarse 'milicias populares', jamás se dio por enterado del potencial peligro.

Desde el mediodía los seguidores del Gobierno atendieron con rapidez el llamado a defender su territorio, esa zona aledaña al palacio de Miraflores a donde jamás iban a permitir que se instalara la multitudinaria protesta antichavista.

No eran, ni de cerca, las diez cuadras de gente que más tarde calcularía el alcalde de Libertador, Freddy Bernal. Eran, a lo sumo, cuatro pero contenían a un considerable grupo de enardecidos chavistas dispuestos a todo para detener a sus odiados escuálidos, blandiendo palos, bates, tubos con puntas afiladas como lanzas, tablas con clavos; armados con piedras y cabillas y vistiendo muchos de ellos, chaquetas de sospechosa holgura en una tarde calurosa.

Esas armas tampoco las vio la Guardia Nacional, ni las vería a lo largo de una jornada que observada desde el lado de quienes coloreaban sus rostros de rojo justificaba cualquier cosa: ¡no pasarán!

Alrededor de las 2:30 de la tarde, justo cuando el alcalde Freddy Bernal subía a la tarima frente al palacio de Miraflores, desde la esquina de Bolero se veía la llegada de la marcha opositora.

Servida pues la hora del enfrentamiento, los verdaderos combatientes de bando y bando hiceron lo suyo: frente a la movilización contra Chávez, una avanzada de Bandera Roja lanzaba piedras y se las veía con las secuencias de bombas lacrimógenas. Y en las calles laterales a la estación del Metro, la gente de las milicias populares atacaba con lo que tenía: incluyendo en su arsenal cohetones preparados con tachuelas.

Y en el medio, protegiendo al grupo chavista que miraba y alzaba sus palos en gesto bravucón, la Guardia Nacional contenía el avance de ambos devolviendo las piedras, lanzando bombas y abriendo filas para dejar pasar a los combatientes ensangrentados: hasta el final de la tarde se contaban cinco heridos y cuatro muertos de estandarte rojo, uno de ellos de un balazo en la cabeza. No pasaron, pero ya no importa: perdimos todos.

 

2. A palacio

 

Once de la mañana. Mientras la televisión mostraban la enorme marcha de la oposición, el 23 de Enero y Catia estaban en calma. Más calmados que durante un día normal.

Minutos después de que los medios dejaran saber que la marcha prolongaba su itinerario y se dirigía a Miraflores, un camión 350 de los círculos chavistas, con dos cornetas enormes de miniteca en el techo se paró frente a un abasto de la Segunda avenida de Nueva Caracas.

Once y media. La avenida Sucre lucía una apariencia dominical. Cero sobresaltos. 15 minutos después en la plaza Bolívar varias personas al lado de una camioneta Toyota Samurai gris con pancartas del MVR, hacían por altoparlantes 'un llamado al pueblo a que acudiera a los alrededores de Miraflores a defender a Chávez y la revolución'.

Doce y media. Hombres y mujeres armados con palos suben desde las calles del centro hacia la avenida Urdaneta. 400 integrantes de los círculos se apostan desde Miraflores hasta la esquina de Carmelitas. La puerta de la Vicepresidencia es un hervidero. Entran y salen personeros del Gobierno. El diputado Juan Barreto. Las ministras de Ambiente y Salud, Ana Elisa Osorio y María Lourdes Urbaneja. 'Aquí no pasa nada, vamos a Miraflores' dice esta última.

Una y media. A pesar de los cordones de policías y guardias nacionales cerrando cada esquina desde Miraflores hasta Pelota, los partidarios del Gobierno caminan por toda esa franja. Todos van armados. Visiblemente portan mangos de picos y palas con clavos en las puntas, tubos de dos pulgadas, cabillas forradas en tela. Algunos visten ponchos y ropa militar. Todos llevan rayas de labial rojo en las mejillas. Uno de estos enseña una daga de medio metro de largo. 'Al que pase me lo llevo'. Un negro alto, con un bate de aluminio en una mano y un altavoz en la otra grita: '¡muerte a los oligarcas y que viva la revolución pacífica!'. Aquí nada tiene sentido.

Dos y media. Cuarenta motorizados recorren 'las esquinas de la revolución'. Cuando llegan a Pelota piden a la Policía Metropolitana que retire sus camiones lanza agua. Se van las motos. Veinte minutos después una pareja de jóvenes en una vespa se acercan a la referida esquina y una turba se les va encima. Varios asoman sus pistolas nueve milímetros en la cintura. Un sexagenario dice: 'Así sea con mi sangre defiendo a Chávez, pero no pasarán'.

 

3. Francotiradores

 

Según algunos ciudadanos que acudieron a la marcha para solicitar la renuncia del presidente Chávez, varios francotiradores, que se apostaron en las azoteas de los edificios del casco central de Caracas, comenzaron a disparar contra los manifestantes, dejando un saldo de un muerto y varios heridos.

'Nosotros creíamos que eran policías, pero la Metropolitana nos dijo que no eran ellos, porque ellos no dispararían nunca contra el pueblo', comentó Rafael Gutiérrez.
 

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Artículo publicado en el diario El Universal, viernes 12 abril 2002


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