El Ministerio de
Educación Superior ha puesto a circular una cuarentena de
dípticos lujosamente editados que pretenden dar, en escritos
breves, “las claves para comprender
la Revolución
Bolivariana”. El conjunto es una
obra colectiva en la que colaboran historiadores
profesionales, comunicadores sociales y algunos estudiantes
universitarios. Es, en realidad, mera propaganda política
montada sobre una base de lugares comunes, frases hechas y
–sobre todo– deformaciones de nuestra historia, pues
hacen de ella un cuento irreal para clientes y asociados de
la “revolución”.
En la
presentación que escribió el doctor Samuel Moncada –tras
una explicación, tan vaga como huera, de su propio concepto
de “revolución”– nos dice que la Revolución Bolivariana es “una
experiencia única venezolana, particular en sus símbolos,
sus problemas, sus acontecimientos y sus soluciones”.
Esto lo dijo Perogrullo, pues todo historiador sabe que los
hechos históricos, simples o complejos, colectivos o
individuales, son únicos e irrepetibles.
Señala
claramente Moncada que la revolución tiene unos “símbolos
propios” y que “ha creado su lenguaje para expresar y
comprender su historia”. Pero esos símbolos y ese
lenguaje de la revolución –usando sus palabras– “los
entendemos quienes la vemos desde adentro porque la vivimos
juntos”. Tiene razón el señor Ministro: sólo ellos –los
iniciados en el “ocultismo” del propio de “proceso”–
entienden esa simbología y ese lenguaje de la “revolución”,
no la mayoría de venezolanos que la padecemos desde
afuera. Porque además de inventado, es un lenguaje críptico,
ya que –dice Moncada- “tiene sus claves que
permiten interpretarlo y compartirlo con el
resto del mundo, incluso con aquellos que hoy no
respaldan a la mayoría del pueblo venezolano”.
Aparte de la
falsa y petulante presunción de que “el resto del mundo”
sigue con interés el decurso de la revolución bolivariana
(¡de ilusión también se vive”!), la afirmación de que la
mayoría del pueblo venezolano respalda la revolución,
quedó definitivamente desmentida en la consulta popular del
4 de diciembre pasado, la cual demostró que esa supuesta
“mayoría revolucionaria” está formada sólo por el irrisorio
17% del electorado que votó por el gobierno, porque, incluso
los que fueron obligados a ir a votar (militares y
empleados públicos), so pena de perder sus empleos o sufrir
represalias, optaron por el “voto nulo”. De manera que, los
que hoy, detentan el poder en Venezuela son una minoría que
se arrogó dolosamente el poder, es decir, constituyen una
auténtica oligarquía; porque en Venezuela se ha cumplido
esta sentencia de José Stalin: “Los votos no cuentan; los
que cuentan los votos [CNE] tienen todo el poder”.
Seguidamente el
Ministro da esas “claves” para comprender la Revolución
Bolivariana.
Veamos, textualmente, cuáles son:
“Están divididas en cuatro secciones:
·
Los personajes imprescindibles de nuestra
historia que sirven de inspiración para la nueva
república en construcción.
·
Los lugares que han concentrado la carga de
las energías en los momentos culminantes de cambio.
·
Los acontecimientos que han definido
grandes conflictos y cambios en la historia
contemporánea.
·
La
políticas y acciones de gobierno que hacen concretas
las ideas y discursos de cambio, es decir la
revolución en acción.” [cursivas MHL.]
No voy a
analizar pormenorizadamente todos esos folletos plagados de
falsos conceptos, y de hueras muletillas, pues no vale la
pena hacer el esfuerzo, ya que estoy convencido de que los
que tienen la cabeza llena de errores, necesariamente tienen
que actuar equivocadamente. Sólo voy a señalar, a manera de
ejemplo, algunas de las más evidentes inconsistencias
históricas de esa simbología que ha creado la
“revolución” bolivariana, en lo que toca a la historia
propiamente dicha (personajes, lugares y acontecimientos).
La hojarasca propagandística que exalta las “políticas y
acciones del gobierno”, no son más que la continuación del
empeño que han puesto los “bolivarianos” en interpretar
acomodaticiamente nuestra historia para apuntalar la falacia
de que con la revolución “comienza una nueva historia”,
con el propósito de que el pueblo venezolano no sepa “de
dónde viene”, y por ende, tampoco “a dónde lo
quieren llevar”. De ahí el deber social, ético y
profesional de nosotros los historiadores, de poner las
cosas en su sitio.
En primer lugar
resulta cuando menos incomprensible, por no decir absurdo,
que una “revolución” que se promueve en nombre del “nuevo
socialismo del siglo XXI” se inspire en una serie de
personajes que pertenecen, casi todos, a las condiciones
históricas del siglo XIX y que, además, salvo Ezequiel
Zamora, y sólo tangencialmente, nada tienen que ver con
el socialismo.
Los personajes
que inspiran a la “nueva república en construcción”
(palabras del Sr. Ministro) son, casi todos, los mismos
iconos del santoral patriótico del panteón nacional
tradicional, que están ligados a la única etapa de nuestra
historia que para la “revolución” merece recordarse: los
prolegómenos y el desarrollo de la gesta de la guerra por la
independencia nacional y el año inicial de la guerra
federal. Fuera de esa cuarentena de años, en el resto
del medio milenio de nuestra historia nacional no hay más
personajes importantes que merezcan la admiración de los
“bolivarianos”. De los once personajes imprescindibles
que se incluyen en esta primera entrega de “claves”, (porque
el Ministro ofrece nuevas claves en sucesivas ediciones)
todos son militares, salvo tres: Guaicaipuro, Simón
Rodríguez y Luís Beltrán Prieto Figueroa. Todos los demás
son los “héroes de la guerra” ya consagrados en el
culto que les ha rendido la vieja historia oficial desde la
segunda mitad del siglo XIX; pero la actual historia
oficial, nueva sólo en el hecho de que ha exacerbado
ese culto en torno a Bolívar (héroe máximo), se vale de la
tradición para convertirla en manipulación
ideológica, en su no disimulado propósito de confundir al
pueblo venezolano, lavarle el cerebro, y contaminar su
conciencia histórica para justificar la involución en el
orden sociocultural que están realizando. El único héroe
militar nuevo, desentona marcadamente en el conjunto
de titanes ya enraizados en el imaginario nacional; es el
anodino Maisanta, cuyo único mérito distintivo explicito en
el díptico es haber sido… “el último hombre a caballo”.
No alcanzamos, pues, a comprender por qué es
imprescindible en la historia de la presunta
“revolución. bolivariana”. Cabe entonces preguntar: ¿Dónde
está el carácter revolucionario de la “nueva
historia” que según se dice comenzó el 1999? Siguen anclados
en los valores decimonónicos y, para colmo, mal
interpretados.
En relación con
los personajes imprescindibles, sólo voy a señalar algunos
ejemplos notorios de las manipulaciones que se hacen de la
historia:
En el díptico
dedicado a la semblanza de Guaicaipuro, su autor dice
textualmente:
“En la memoria de
los sectores populares, Guaicaipuro es el representante de
las bases indígenas en la lucha contra el invasor
europeo durante el proceso de conquista y colonización del
territorio Venezolano. En este sentido, el líder
indígena es otro de los libertadores de Venezuela
que comparte la saga de la independencia al lado de Simón
Bolívar.” [Cursivas MHL]
¿Cómo puede un
historiador ignorar la historicidad de las acciones
humanas dentro del fatal paso del tiempo (cronología)?. El
ser, el pensar y el hacer de los hombres que de alguna
manera se distinguen en la memoria colectiva de los pueblos
(historia) sólo se pueden explicar, sopesar y valorar dentro
del marco temporal en el que esos hombres vivieron y en las
particulares circunstancias históricas en que actuaron.
Extrapolarlos a otro marco histórico es, cuando menos,
improcedente. Por lo tanto homologar a Guaicaipuro y a Simón
Bolívar entre “los libertadores de Venezuela”, es un
contrasentido. El autor de la semblanza dice además, que el
traslado de sus restos al panteón nacional se hizo para
darle a Guaicaipuro su sitio entre “los patriotas que
descollaron en el proceso de
la Independencia”, para honrar
así, según manda la Constitución Bolivariana “el heroísmo
de nuestros antepasados aborígenes, precursores y forjadores
de una patria libre y soberana”. Esto es, a todas luces,
un disparate histórico y, por lo tanto, imperdonable en un
historiador.
Otro personaje
imprescindible es Manuel Piar y en este caso resulta,
cuando menos, incongruente conceptual e históricamente,
que el autor –para ligar al héroe con los ideales de la
revolución bolivariana– destaque en su semblanza
precisamente el hecho que Bolívar le echó en cara a Piar
como su mayor delito en la proclama del 5 de agosto
de 1817, que es una verdadera diatriba contra Piar y –quizá–
la crítica contra una persona más severa y apasionada
que haya escrito El Libertador.
Dice la reseña
biográfica:
“Junto con
Santiago Mariño y otros líderes del oriente del país se
opuso desde un principio al mando absoluto de Bolívar sobre
los ejércitos republicanos. (…) De manera que al enfrentarse
con Bolívar, Piar fue privado del mando de las tropas,
solicitó su retiro del Ejército pero permaneció en
Guayana recorriendo los campamentos militares
con el propósito de conseguir la adhesión de la tropas y
enfrentarlas a la dirección blanca y mantuana que, desde
1810, ocupaba los altos mandos del Ejército. Su empeño en
darle un carácter social al conflicto, lo enfrentó una vez
más al libertador”. [Cursivas MHL]
“Por estos hechos
Piar fue sometido a juicio por los delitos de
insubordinación, deserción, sedición y conspiración…”
Precisamente por
querer “darle una carácter social al conflicto” es
que Bolívar se muestra implacable contra Piar: lo acusa de
pretender cambiar la forma republicana por la tiránica y
proclamar los principios odiosos de la guerra de colores
para destruir la igualdad legal que había proclamado
la república como su base fundamental, y concluye,
textualmente:
“El General Piar
en su insensata y abominable conspiración sólo ha pretendido
una guerra de hermanos en que crueles asesinos degollasen al
inocente niño, a la débil mujer, al trémulo anciano, por la
inevitable causa de haber nacido de un color más o menos
claro.
(…) Calificar de
un delito el accidente casual que no se puede borrar ni
evitar. El rostro según Piar es un delito y lleva consigo el
decreto de vida o de muerte. Así ninguno sería inocente,
pues que todos tienen un color que no se pueden arrancar
para substraerse de la mutua persecución.”
Bolívar concluye
su larga y violenta proclama con estas palabras lapidarias:
“El general Piar
ha infringido las leyes, ha conspirado contra el sistema, ha
desobedecido al gobierno, ha desertado del ejército y ha
huido como un cobarde, así pues él se ha puesto fuera de la
ley: su destrucción es un deber y su destructor un
bienhechor.” (Negritas MHL)
No
pretendo terciar en la polémica histórica sobre el
enfrentamiento entre Bolívar y Piar, no es esta la
oportunidad para analizar ese problema históricamente; con
lo dicho sólo quiero señalar el contrasentido y la
incongruencia de que en la propaganda de una “revolución”
que dice basarse en los ideales de Simón Bolívar se
exalte a un héroe de quien Bolívar tenía tan mal concepto
precisamente por el resentimiento de Piar contra la élite
mantuana que capitalizó la revolución de independencia, a la
que pertenecía el libertador. “Héroe” (Bolívar) y
“antihéroe” (Piar, para Bolívar) no pueden caber en el mismo
“santoral” de la sedicente revolución “bolivariana”
Otro personaje
imprescindible, naturalmente, es Ezequiel Zamora, del
cual, el autor resalta sus consignas de 1846 “¡Reparto a
los campesinos! ¡Muerte a los blancos! Y añade
luego que Zamora “es sin duda el líder popular más
importante del siglo XIX venezolano”… “el símbolo mayor de
la igualdad social venezolana y de la rebeldía popular
contra las oligarquías”… y termina su opúsculo con este
altisonante remate:
“No por casualidad
el recuerdo de Zamora recorre hoy con mucha fuerza, los
pueblos, sabanas y llanuras (sic) de Venezuela como
esperanza de redención, no en balde Zamora es una de las
tres sólidas y entrañables raíces ideológicas e históricas
del frondoso y esperanzador árbol de la Revolución
Bolivariana.”
Si
estudiamos seriamente, como historiadores profesionales –y
no como militantes de un partido político–, los respectivos
pensamientos, actitudes y aptitudes de Bolívar y de Zamora
se comprueba que en lo que respecta a las ideas de soberanía
popular, igualdad, forma del Estado, forma del gobierno (y
muchas cosas más), ambos, entre sí, están en las antípodas
y no pueden conciliarse. Por lo tanto resulta
inaceptable, por ilógico, que se les ponga juntos como “raíces
ideológicas e históricas” de una “revolución” que lo
único que tiene de “bolivariana” es su nombre.
En el
paquete propagandístico del MES, donde más se maltrata la
historia y se pretende manipular la conciencia nacional es
en los dípticos destinados a exaltar los lugares y
los acontecimientos históricos que son “claves
para comprender la historia de la revolución”. En cuanto
a los lugares, lo primero que habría que aclarar es qué
quiso decir el Ministro (en el lenguaje críptico de la
revolución) con la vaga idea de que esos lugares “han
concentrado las cargas de las energía nacionales en los
momentos de cambio”, ¿Qué debemos entender por
“energías nacionales” y por “momentos de cambio? …Y luego
¿Por qué, por eso, deben ser “claves” la Casa natal del
Libertador, la Plaza Bolívar y el Panteón Nacional? ¿Qué
tipo de “energías nacionales” están concentradas allí? Y ¿En
que “momentos de cambio” se produjo la “concentración de
energías” en esos sitios?...
No negamos
que esos lugares son monumentos históricos que todos
los venezolanos respetamos porque simbolizan ciertos
valores cívicos arraigados en la conciencia nacional,
Pero, entonces, ¿Por qué se les agregan arbitrariamente en
el mismo nivel de importancia, “La Esquina Caliente”,
“Puente Llaguno” y “el Canal 8”? Eso sólo lo entienden –como
dice el Ministro– “los que ven la revolución desde
adentro porque la viven juntos”, ya que estos tres
lugares no pueden ser símbolos de otra cosa que no sean
la violencia, la intolerancia y el abuso de poder que
caracterizan al régimen actual.
En el
conjunto de los folletos son realmente insólitas las razones
por las que se exalta la importancia de los lugares y
acontecimientos “claves” para comprender la
historia de la revolución bolivariana. De allí
podría sacarse una “antología del disparate”. Veamos sólo
unos ejemplos, sin mayores comentarios de mi parte (que
podrían ser muchos) para que los lectores saquen sus propias
conclusiones.
·
El Caracazo:
“El 27 y el 28 de febrero de 1989 son, sin lugar a dudas,
las primeras fechas de lucha de la Revolución Bolivariana”…
“Fue la primera campanada de un proceso de recomposición
política y social irreversibles”… El pueblo que entonces
salió a las calles es el mismo pueblo que sigue en las
calles en cada movilización del Gobierno Bolivariano (…), el
pueblo que lucha por una verdadera democracia donde
las mayorías gobiernen para todos con criterios de
equidad y humanidad”…etc. (Cursivas MHL.)
·
La
Esquina Caliente:
“Cumple
un papel fundamental en este proceso”. Es el lugar “desde
donde se difunden las ideas revolucionarias, además de
ejercer la contraloría social con el objetivo de que se
cumplan los lineamientos ideológicos del proceso
revolucionario Venezolano” (…) pues allí “existe un grupo de
hombres y de mujeres que invierten su tiempo y exponen sus
vidas por el sueño de un país mejor”
·
El 4 de febrero de 1992: anuncio de una
esperanza.
En este
díptico se dice que, “por paradoja el revés militar se
convirtió en un triunfo político” pues “nació un nuevo líder
que las mayorías irán conociendo” y cuyo triunfo en las
elecciones de 1998 “colocaron en la política nacional y
latinoamericana el nacionalismo bolivariano, la unidad
cívico militar, la democracia participativa y protagónica,
el desarrollo económico endógeno y la integración
latinoamericana…”
·
Puente Llaguno: sacrificio y gloria del
pueblo venezolano: Basta con el
título para suponer la calidad del texto de este folleto.
·
El 15 de agosto de 2004. Santa Inés la gran
victoria.
El autor exalta el
hecho de que Chávez haya bautizado como “la batalla de Santa
Inés” el referendo que se realizó en esa fecha pues, al
igual que Zamora en 1859, “tendió varios señuelos a los
enemigos con el objeto de llevarlos a su terreno, donde
fueron derrotados de modo fulminante”… [recordemos que
Chávez cuando estableció el “comando Santa Inés” en memoria
de aquella batalla, dijo es su discurso: “…y mi general
Zamora les tendió una trampa a los oligarcas… porque
lo que les tendió fue una trampa… y hábilmente los
fue llevando, hasta que cayeron en la trampa…”] Será por eso
que el autor dice que en el referendo “seis millones de
venezolanos ratificaron su respaldo al gobierno de
presidente Chávez”…
Una cosa en
común tienen todos los folletos: el valor “histórico”, los
méritos, la relevancia o trascendencia que atribuyen a los
personajes, lugares, acontecimientos y acciones que cada uno
exalta por separado, revierten y confluyen (explícita o
tácitamente) a un reservorio común, del cual dimana
la fuerza conformadora de la nueva historia de Venezuela:
el Teniente Coronel Hugo Rafael Chávez Frías.
Así es la
“nueva historia” (oficial) que están escribiendo los
historiadores y colaboradores que militan en el “proceso”.
Parece ser que la “revolución” ha llegado a los extremos de
considerar que la historia ya no debe escribirse buscando “la
verdad histórica”
mediante la
comprobación de los hechos
“que realmente sucedieron” y la
descripción de éstos “tal como sucedieron”, sin
deformaciones acomodaticias. Por lo visto, creen también que
regresar a las condiciones históricas (sociales,
económicas y políticas…) del siglo XIX es avanzar;
que destruir es construir, y que decir
es hacer… ¡Vaya “revolución”!
* |
Historiador - Profesor universitario / mihurle1@hotmail.com |