El
presidente Hugo Chávez afirmó recientemente que "el socialismo
no ha muerto". En cierto sentido tiene razón. Como proyecto
utópico, con hondas raíces en la herencia tribal y colectivista
de la humanidad, la aspiración hacia una sociedad regimentada,
"orgánica" y de igualdad plena es parte de nuestro legado
sicológico como especie, y jamás se extinguirá del todo. Por
ello Mill, Hayek, Popper, y otros pensadores de la tradición
liberal enfatizan que la libertad es un bien precario, y que los
seres humanos nos vemos tentados a liquidarla una y otra vez en
función de una ilusoria igualdad.
La aseveración de Hugo Chávez patentiza también la incapacidad
de la izquierda para aprender las lecciones de la experiencia, o
en todo caso su disposición a aprenderlas a medias. El fracaso
del socialismo real hizo que algunos entendiesen, al fin, que se
trata de un tipo de orden socioeconómico que conduce a la
opresión y el empobrecimiento. La mayoría de la izquierda, no
obstante, cree que los socialismos realmente existentes no
fueron ni son los verdaderos socialismos, y que todavía falta
por establecer otro diferente, el genuino, el ideal, el que en
sus sueños rehúsan descartar.
En tal sentido, para el Presidente venezolano la experiencia
soviética
no fue socialista, sino un fenómeno estatista. Es de suponer que
Hugo
Chávez considera la Cuba castrista un socialismo verdadero, lo
cual nos da una pista de lo que entiende por ello. En cuanto a
China, tan alabada por Chávez, Carlos Marx se sentiría
horrorizado por lo que allí ha ocurrido. Marx siempre pensó que
el socialismo brotaría "de la sociedad capitalista después de un
largo y doloroso alumbramiento" ("Crítica del Programa de Gotha").
Sin embargo, en China lo que observamos es el nacimiento del
capitalismo salvaje de las ruinas del socialismo maoísta.
Pero las ironías de la historia parecen escapársele de las manos
a Hugo Chávez con facilidad. No es mi propósito ofender en
términos personales al Presidente venezolano, ni quiero jamás
tratarle de la manera como él trató, por ejemplo, a la señora
Condoleeza Rice. Ese nivel de debate me parece deleznable e
indigno. Me limitaré a sostener que numerosos indicios sugieren
que Hugo Chávez no ha leído a Marx, y tiene concepciones
rudimentarias acerca de la tradición del pensamiento socialista.
Puede citar a Lenin, Mao y Guevara, pero es evidente que se
trata de frases sueltas extraídas de alguna compilación para
principiantes.
Resulta obvio que la idea del socialismo que maneja Chávez es la
de un sistema agrarista y primitivo, más parecido a la utopía
cristiana de un Tolstoi --una utopía destinada a crear pobres
"hijos de Dios"-- que a los postulados de Marx. Este último
constantemente insistió sobre dos puntos: 1) El socialismo
surgiría en el seno de las sociedades
capitalistas más desarrolladas. 2) El socialismo sería, por
consiguiente, una sociedad de abundancia, no de pobreza
repartida
igualitariamente. De allí que en uno de sus más importantes
textos, la
ya citada "Crítica al Programa de Gotha" de 1875, Marx haya
proclamado como lema: "¡De cada cual según su capacidad; a cada
cual según sus necesidades!"
Marx erró seriamente en sus apreciaciones sobre el curso
evolutivo del capitalismo, sobre sus posibilidades de expansión
y renovación, y con respecto al rostro que asumiría la
colectivización de las fuerzas
productivas bajo control autoritario (en la URSS, China y Cuba,
por
ejemplo). Lenin y los bolcheviques, impulsados por el ciego
voluntarismo de los fanáticos, impusieron a sangre y fuego el
socialismo en una Rusia atrasada, el país menos preparado de la
Europa de entonces para realizar el tránsito que Marx esperaba
desde el capitalismo a una etapa presuntamente superior.
Salvando las distancias del caso, Hugo Chávez representa ese
tipo de
personaje voluntarista y carente de sentido de las proporciones,
que
aparece en la historia para causar tragedias y nunca para
construir
positivamente. Su idea del socialismo constituye, aún para los
esquemas de la izquierda --por naturaleza colectivista-- un
retroceso hacia el agrarismo primitivo, destinado a esparcir la
pobreza bajo control autoritario. Sus citas de Marx ponen de
manifiesto una honda ignorancia y una peligrosa tendencia a la
simplificación, que sólo augura dolor para Venezuela. El lema
del socialismo de Chávez, parafraseando a Marx, bien podría ser:
"¡De cada cual según su abyección; a cada cual según su miseria!
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