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¡Crónica de un autogolpe anunciado!
por Liko Pérez  
sábado, 28 octubre 2006

 


“Por supuesto, nadie quiere el derramamiento de sangre en nuestro país, pero en caso de que los traidores de la patria logren su cometido, llámese asesinato del presidente, asalto a los centro de votación o inicio de una escalada violenta después de los resultados electorales, allí debemos estar cada uno de nosotros, dispuesto a luchar y morir si es necesario”
Eduardo Marapacuto
- Politólogo
 


Perdonen la vulgaridad ¿pero cuán gran hijo de su casa es éste señor? Porque venezolano honesto, afable y ecuánime parece que no es.

Con su miserable confesión, prácticamente lucrada de la hipocresía más espeluznante de la literatura universal, la crema chavista nos recuerda cuán lejos quisieran llegar para impedir la implementación de la poca democracia que queda en el país.

Esta nauseabunda disección de un anticipado plan que permita desestabilización en aras de impedir la avalancha opositora en el país, más bien indica el estado de pánico que en estos momentos sacude el corazón del oficialismo, y en ningún momento logra tocar verdad alguna sobre la campaña de la oposición: que es llegar pacífica y cívicamente al momento de las elecciones (eso lo sabe todo el mundo, y mejor que nadie los culilludos creadores de odio del cogollo chavista).

Existen cosas tan graves en esta cínica descripción de Marapacuto, que fácilmente se puede considerar como un incitamiento al caos y la violencia, como una sádica apología a un supuesto holocausto latinoamericano.

Toda la ristra de adjetivos que pudieran calificar la actitud de este zarrapastroso señor es imposible de escribir. Sin embargo (haciendo de tripas corazón), sí puedo tratar de volcar un poco de luz sobre el malévolo oscurantismo que la misma conlleva.

En su primer llamado (a la iglesia), incita sutilmente a la violencia contra un sacerdote de San Cristóbal: “hay una iglesia cerca de la policía del estado, donde el sacerdote en su misa dominical incita al odio contra nuestro presidente…”
Y en su segundo llamado: “Igualmente, un llamado a los profesionales de este país para que en una cruzada de carácter nacional denunciemos y enfrentemos a los bárbaros que, ante la imposibilidad de derrotar al presidente por medios democráticos, practican el terrorismo.” ¿Pidiéndoles que se enfrenten a unos supuestos “terroristas democráticos” de la oposición?

En el tercero (muy corto, a causa de los recientes fracasos internacionales del gobierno bolivariano), se repite el refrito retórico del terrorismo impuesto “por sectores sanguinarios de derecha, por seres humanos de mente criminal, terroristas que juegan al deterioro físico y mental de los venezolanos.”

En su cuarto (y consciente de la frágil fidelidad), le hace un llamado a las Fuerzas Armadas Nacionales (FAN), para que se preparen a reprimir, “Nuestros valientes soldados deben someter cualquier intento de violencia generada por los grupos enemigos del estado y la democracia…”

Y para terminar con su premeditada agitación maquiavélica, corona su confesión con la siguiente perla: “Si frenamos esas dos fases del plan macabro, también estaremos impidiendo el ejecútese de la tercera, y con ello detendremos por siempre el inicio de esa nefasta guerra civil”. Aquí, ya deja el chavismo su afán de encontrar a su enemigo en el exterior y, por primera vez, acepta que el enemigo está en casa, en el mismo pueblo de Venezuela ¿o qué es, si no, esa supuesta guerra civil que preconiza?

En definitiva, como convenientemente adoctrinado del castro-comunismo (pero cobrando, por supuesto), este señor hace tiempo que no piensa por sí mismo; sino que ya empatucado hasta los tuétanos con el oprobio y la ramplona corrupción que ejerce nuestro fascismo tropical, no le queda más que exaltar la terrible frase que “enaltece” el odio fraternal:

¡Patria o muerte…! (o más bien zafarrancho de combate, diría yo).

Obvio, la democracia y una sociedad unívoca (partido único), no pueden compartir un mismo patio; si no, preguntémosles a sus amigotes Kim Jong II, Castro, Ahmadinejad, Lukashenko, Mugabe o Hafez al-Assad, sólo por nombrar algunas perlas inspiradoras de este bolifascismo tropical.

Lea el artículo: "Defendamos la democracia" de Eduardo Marapacuto

 
 
 
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