“Por supuesto, nadie quiere el derramamiento de sangre en
nuestro país, pero en caso de que los traidores de la patria
logren su cometido, llámese asesinato del presidente, asalto
a los centro de votación o inicio de una escalada violenta
después de los resultados electorales, allí debemos estar
cada uno de nosotros, dispuesto a luchar y morir si es
necesario”
Eduardo Marapacuto
- Politólogo
Perdonen
la vulgaridad ¿pero cuán gran hijo de su casa es éste señor?
Porque venezolano honesto, afable y ecuánime parece que no
es.
Con su miserable confesión, prácticamente lucrada de la
hipocresía más espeluznante de la literatura universal, la
crema chavista nos recuerda cuán lejos quisieran llegar para
impedir la implementación de la poca democracia que queda en
el país.
Esta nauseabunda disección de un anticipado plan que permita
desestabilización en aras de impedir la avalancha opositora
en el país, más bien indica el estado de pánico que en estos
momentos sacude el corazón del oficialismo, y en ningún
momento logra tocar verdad alguna sobre la campaña de la
oposición: que es llegar pacífica y cívicamente al momento
de las elecciones (eso lo sabe todo el mundo, y mejor que
nadie los culilludos creadores de odio del cogollo chavista).
Existen cosas tan graves en esta cínica descripción de
Marapacuto, que fácilmente se puede considerar como un
incitamiento al caos y la violencia, como una sádica
apología a un supuesto holocausto latinoamericano.
Toda la ristra de adjetivos que pudieran calificar la
actitud de este zarrapastroso señor es imposible de
escribir. Sin embargo (haciendo de tripas corazón), sí puedo
tratar de volcar un poco de luz sobre el malévolo
oscurantismo que la misma conlleva.
En su primer llamado (a la iglesia), incita sutilmente a la
violencia contra un sacerdote de San Cristóbal: “hay una
iglesia cerca de la policía del estado, donde el sacerdote
en su misa dominical incita al odio contra nuestro
presidente…” Y en su segundo llamado:
“Igualmente, un llamado a los profesionales de este país
para que en una cruzada de carácter nacional denunciemos y
enfrentemos a los bárbaros que, ante la imposibilidad de
derrotar al presidente por medios democráticos, practican el
terrorismo.” ¿Pidiéndoles que se enfrenten a unos supuestos
“terroristas democráticos” de la oposición?
En el tercero (muy corto, a causa de los recientes fracasos
internacionales del gobierno bolivariano), se repite el
refrito retórico del terrorismo impuesto “por sectores
sanguinarios de derecha, por seres humanos de mente
criminal, terroristas que juegan al deterioro físico y
mental de los venezolanos.”
En su cuarto (y consciente de la frágil fidelidad), le hace
un llamado a las Fuerzas Armadas Nacionales (FAN), para que
se preparen a reprimir, “Nuestros valientes soldados deben
someter cualquier intento de violencia generada por los
grupos enemigos del estado y la democracia…”
Y para terminar con su premeditada agitación maquiavélica,
corona su confesión con la siguiente perla: “Si frenamos
esas dos fases del plan macabro, también estaremos
impidiendo el ejecútese de la tercera, y con ello
detendremos por siempre el inicio de esa nefasta guerra
civil”. Aquí, ya deja el chavismo su afán de encontrar a su
enemigo en el exterior y, por primera vez, acepta que el
enemigo está en casa, en el mismo pueblo de Venezuela ¿o qué
es, si no, esa supuesta guerra civil que preconiza?
En definitiva, como convenientemente adoctrinado del
castro-comunismo (pero cobrando, por supuesto), este señor
hace tiempo que no piensa por sí mismo; sino que ya
empatucado hasta los tuétanos con el oprobio y la ramplona
corrupción que ejerce nuestro fascismo tropical, no le queda
más que exaltar la terrible frase que “enaltece” el odio
fraternal:
¡Patria o muerte…! (o más bien zafarrancho de combate, diría
yo).
Obvio, la democracia y una sociedad unívoca (partido único),
no pueden compartir un mismo patio; si no, preguntémosles a
sus amigotes Kim Jong II, Castro, Ahmadinejad, Lukashenko,
Mugabe o Hafez al-Assad, sólo por nombrar algunas perlas
inspiradoras de este bolifascismo tropical.
Lea el artículo: "Defendamos la
democracia" de Eduardo Marapacuto