La
realidad será siempre más limpia que la elucubración; ya que
tiene mucho más que ver con el estado actual de las cosas y
no con suposiciones o interpretaciones ulteriores a la misma
(¡Aquí y ahora!, insiste Aldous Huxley al tratar de
acercarse a la realidad en “Un mundo Feliz”).
En Venezuela, ese aquí y ahora es un hecho
concreto; ya que en Venezuela existen hoy sólo dos partes
“visiblemente definidas y enfrentadas” en clara
confrontación: los que están a favor del cambio y los que
están a favor del continuismo de lo establecido.
Querer ser de la oposición, y al mismo
tiempo considerar cualquier conciliación con lo que está
establecido, es reconocer que no se está en la oposición,
sino más bien en un limbo político que no tiene ninguna
posibilidad en la claramente definida diatriba nacional
(¿triste papel de ni-ni?).
Es muy peligroso para los que respaldan la
candidatura de Rausseo, el seguir esperando por su
definición política (manteniendo irresponsablemente “la
incertidumbre” hasta sus últimas consecuencias); en
Venezuela, a esos devaneos resbalosos los acostumbramos
llamar oportunismo. Y la mayoría de las veces esos
oportunistas, como decimos en vernáculo, pierden tanto al
chivo como el mecate.
Si la gente que está detrás de Rausseo sigue
insistiendo en pescar en río revuelto, lo único que pueden
conseguir, y de acuerdo con la premisa de Aldous Huxley (con
eso de nuestro aquí y ahora), es que la parte del remanso
cristalino, que ha crecido alimentado de una oposición
definida y despojada de la tradicional contaminación que
implica el reparto de poder, los relegue definitivamente a
las filas del enemigo.
Rausseo podrá ser muy bueno vendiendo sus
jarabes de humor, de eso se ha hecho rico (sin que nadie se
lo critique); pero al insistir en salirse de su buena
estrategia de mercadeo y dedicarse a “equilibrismos
políticos dudosos”, lo que probablemente puede ocurrir es
que se transforme, de “ilustre mercante”, a “triste
charlatán” (cosa que hasta ahora sólo le había correspondido
a nuestro inefable presidente).
Sinceramente, lo que se le plantea a Rausseo
(a pasos agigantados) es la minimización de su figura
“política” (devorada por las fauces del chavismo); y no de
la potenciación de la misma en los brazos de la oposición.
El que mucho abarca poco aprieta, reza el
dicho.
Y aunque hasta ahora el único que tenía
necesidad de apretarse algo era nuestro “locorruptus
barinensis” (nuestro presidente), parece estar claro que en
ese club de incontinentes existe cabida para algo más.
Y, desgraciadamente para nosotros, a los que
somos de la oposición, lo que más nos puede molestar es el
ensanchamiento de la hediondez.