A
nadie le puede quedar duda alguna sobre la actitud no
excluyente que, consecuente y reiteradamente, ha venido
manifestando el candidato opositor Manuel Rosales.
La “solidez pluralista” del candidato
opositor nos ofrece una verdadera, convincente y creíble
posibilidad de volver a ser “un solo pueblo”. Ya que en
ningún momento, jamás, lo he oído cuestionar o amenazar con
eliminar cualquier medio acierto del gobierno de Chávez,
sino todo lo contrario: siempre habla de mejorar, de
efectivizar, de desarrollar, de respetar.
Todo lo contrario, Chávez se va
recalcitrando en un autoritarismo punitivo que sólo refleja
el verdadero derrotero del futuro oficialista: ciega
aceptación de su figura de padre totalitario, o el
sufrimiento de una exclusión o exterminio de niveles tan
sádicos como son los importados (comprados) del G2 cubano.
Si es cierto, como lo es, que ha existido un
sentimiento de exclusión que ha forzado la marginación de un
importante estrato de la sociedad venezolana desde hace
muchos años (la clase marginal de ayer y la de un nuevo
grupo compuesto por la clase media de hoy), también es
cierto que, con el continuismo sectario de la propuesta
oficialista, el problema (de dos Venezuelas) no se
resolverá, sino todo lo contrario, se recrudecerá.
Por lo tanto, no debería ser tan difícil el
escoger “qué camino tomar”; en caso de querer solucionar la
diatriba nacional de país fracturado en dos que vivimos
hoy.
Sólo existen dos posibilidades para escoger.
Dos posibilidades esencialmente antagónicas. Dos
posibilidades que, como explicamos anteriormente, se
diferencian por las posibilidades de diálogo y participación
que cada política ofrece (diálogo u obediencia irrestricta).
Libertad o no libertad individual. Respeto o irrespeto de
los sentimientos de cada familia. Uniformar la sociedad o
propagar la diversidad. Tener derecho o no tener derecho a
usufructuar la propiedad privada. La esclavización de la
población a través de la imposición de un cooperativismo
general o una economía mixta (como hace una verdadera
democracia) que permita
convivencia con todas las variedades económicas viables
(como lo es el mismo movimiento cooperativo, entre otros).
Muchas de estas cosas son contradictorias a
los sentimientos de genuina libertad que mueven a cientos de
miles de venezolanos chavistas que, no conscientes del
pecado de sus “economías informales” (como buhoneros y otros
negocios privados no contemplados en el gran plan económico
del socialismo comunista), serán con toda certeza obligados
a formar parte de los “gloriosos” centros de producción (de
esclavos) que sólo han de fortalecer a los que ostentan el
poder (así como sigue siendo en Cuba, después de hace casi
cincuenta años).
Rosales no estrangula a las familias
beneficiadas por el Estado actual (con su incontrolada
subvención en forma de dádivas poco desarrolladoras).
Rosales garantiza la estabilidad económica de esas familias,
sean del lado que sean, con un programa que incentive un
desarrollo no condicionado por alguna imposición política
(Mi Negra).
Para terminar, quiero reflexionar sobre algo
que me imagino que cientos de miles de chavistas están
calladamente conscientes: ¿quién manda en Venezuela?
¿Mandamos nosotros o mandan los moribundos
intereses de una extrema izquierda internacional (en
contubernio con el oficialismo) que no se atreve a hacer
“revolución” en muchos de sus propios patios (será sólo por
los $$$)?
Con Rosales van a tener que salir de aquí o
ceñirse a las mismas reglas que rigen para todos los
venezolanos. Y no sólo eso, sino que habrán de pagar de
vuelta esas “regaladeras” ilegítimas e inconstitucionales
que han ido recibiendo del Estado venezolano.
¿Iremos a derramar nuestra sangre en el
Medio Oriente (con tantos acuerdos chimbos suscritos que
colocan a Venezuela en la mira de los estudiosos del
terrorismo internacional)?
Tantas cosas más se podrían agregar, que
mejor es dejarlo hasta aquí; ya que hay expertos que saben
mucho más que yo de todos estos asuntos.
Pero si yo fuera chavista, bien me diera
tiempo en reflexionar sobre este tipo de cosas, sobre todo
antes del 3 de diciembre de 2006 (el último tren); y al
igual que muchos chavistas ya han hecho (conscientes de
estas cosas tan graves), me cambiaría mi camisa roja por una
azul.
¿Un solo pueblo de verdad?