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¡Si yo fuera chavista!
por Liko Pérez  
viernes, 24 noviembre 2006

 

A nadie le puede quedar duda alguna sobre la actitud no excluyente que, consecuente y reiteradamente, ha venido manifestando el candidato opositor Manuel Rosales. 

La “solidez pluralista” del candidato opositor nos ofrece una verdadera, convincente y creíble posibilidad de volver a ser “un solo pueblo”. Ya que en ningún momento, jamás, lo he oído cuestionar o amenazar con eliminar cualquier medio acierto del gobierno de Chávez, sino todo lo contrario: siempre habla de mejorar, de efectivizar, de desarrollar, de respetar. 

Todo lo contrario, Chávez se va recalcitrando en un autoritarismo punitivo que sólo refleja el verdadero derrotero del futuro oficialista: ciega aceptación de su figura de padre totalitario, o el sufrimiento de una exclusión o exterminio de niveles tan sádicos como son los importados (comprados) del G2 cubano. 

Si es cierto, como lo es, que ha existido un sentimiento de exclusión que ha forzado la marginación de un importante estrato de la sociedad venezolana desde hace muchos años (la clase marginal de ayer y la de un nuevo grupo compuesto por la clase media de hoy), también es cierto que, con el continuismo sectario de la propuesta oficialista, el problema (de dos Venezuelas) no se resolverá, sino todo lo contrario, se recrudecerá. 

Por lo tanto, no debería ser tan difícil el escoger “qué camino tomar”; en caso de querer solucionar la diatriba nacional de país fracturado en dos que vivimos hoy. 

Sólo existen dos posibilidades para escoger. Dos posibilidades esencialmente antagónicas. Dos posibilidades que, como explicamos anteriormente, se diferencian por las posibilidades de diálogo y participación que cada política ofrece (diálogo u obediencia irrestricta). Libertad o no libertad individual. Respeto o irrespeto de los sentimientos de cada familia. Uniformar la sociedad o propagar la diversidad. Tener derecho o no tener derecho a usufructuar la propiedad privada. La esclavización de la población a través de la imposición de un cooperativismo general o una economía mixta (como hace una verdadera democracia) que permita convivencia con todas las variedades económicas viables (como lo es el mismo movimiento cooperativo, entre otros). 

Muchas de estas cosas son contradictorias a los sentimientos de genuina libertad que mueven a cientos de miles de venezolanos chavistas que, no conscientes del pecado de sus “economías informales” (como buhoneros y otros negocios privados no contemplados en el gran plan económico del socialismo comunista), serán con toda certeza obligados a formar parte de los “gloriosos” centros de producción (de esclavos) que sólo han de fortalecer a los que ostentan el poder (así como sigue siendo en Cuba, después de hace casi cincuenta años). 

Rosales no estrangula a las familias beneficiadas por el Estado actual (con su incontrolada subvención en forma de dádivas poco desarrolladoras). Rosales garantiza la estabilidad económica de esas familias, sean del lado que sean, con un programa que incentive un desarrollo no condicionado por alguna imposición política (Mi Negra).  

Para terminar, quiero reflexionar sobre algo que me imagino que cientos de miles de chavistas están calladamente conscientes: ¿quién manda en Venezuela? 

¿Mandamos nosotros o mandan los moribundos intereses de una extrema izquierda internacional (en contubernio con el oficialismo) que no se atreve a hacer “revolución” en muchos de sus propios patios (será sólo por los $$$)? 

Con Rosales van a tener que salir de aquí o ceñirse a las mismas reglas que rigen para todos los venezolanos. Y no sólo eso, sino que habrán de pagar de vuelta esas “regaladeras” ilegítimas e inconstitucionales que han ido recibiendo del Estado venezolano. 

¿Iremos a derramar nuestra sangre en el Medio Oriente (con tantos acuerdos chimbos suscritos que colocan a Venezuela en la mira de los estudiosos del terrorismo internacional)? 

Tantas cosas más se podrían agregar, que mejor es dejarlo hasta aquí; ya que hay expertos que saben mucho más que yo de todos estos asuntos. 

Pero si yo fuera chavista, bien me diera tiempo en reflexionar sobre este tipo de cosas, sobre todo antes del 3 de diciembre de 2006 (el último tren); y al igual que muchos chavistas ya han hecho (conscientes de estas cosas tan graves), me cambiaría mi camisa roja por una azul. 

¿Un solo pueblo de verdad?

 
 
 
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