Aparentemente
pareciera ser que al presidente de Venezuela le hubiera
gustado compartir el Premio Nobel de la paz con el
bangladeshí Mohamed Yunus:
"Tremenda noticia (...);
nuestro buen amigo del “Banco de los Pobres”, que nos ha
ayudado mucho, en quien nos inspiramos nosotros (...);
porque él inventó, diseñó el Banco de los Pobres, y de allí
nos inspiramos para crear nuestro Banco del Pueblo, después
el Banco de la Mujer y el Sistema de Microfinanzas", dijo
Chávez en un acto televisado.
“Tremenda contradicción”
diría yo, ya que las filosofías de ambos individuos son
extremas y diametralmente opuestas. Nuestro malintencionado
presidente (que prefiere las dádivas controladas), no sólo
no entiende que la proposición de Yunus representa una
enorme renovación y profundización del sistema capitalista,
sino que pretende que todos los venezolanos nos creamos que
su regaladera de dinero tiene algo que ver con la paz.
Aunque dé tanto tristeza como vergüenza que,
en nuestro país, exista cabida para que a cualquier loco de
carretera que se sienta iluminado se le publique cualquier
sarta de idioteces, estoy en esta ocasión de acuerdo con mi
inmerecido presidente: esta vez si que acertó bien el comité
del Premio Nobel de la paz en Oslo.
Yunus “le facilita dinero a los pobres” (con
extremas condiciones favorables para los pobres); pero lo
más importante de su aporte no es el préstamo en sí, sino la
formación (educación) de los prestantes a pagar de vuelta lo
prestado y reinvertir el excedente de la primera inversión
para librarse de la miseria y la dependencia (eso no lo
entiende quien vive fácil de la renta petrolera). Es así,
como el banco de microcréditos de Yunus se convierte al
mismo tiempo en una efectivísima escuela de capitalistas
honestos (ya que siempre pagan de vuelta con la renta de su
reinversión). Y es por eso, por independizar a los pobres de
las dádivas institucionalizadas, que Yunus se ha ganado la
máxima distinción por la paz: ya que probó que no es
pacífico ser pobre y dependiente; y que por lo tanto, no es
entonces malo el ser rico e independiente. Sino todo lo
contrario: la riqueza y la paz van unidas de las manos.
La perpetua plasta que ha puesto nuestro
presidente en estos catastróficos ocho años de infinita
riqueza petrolera es tan grande, que luego de su reciente y
“electoralmente necesaria” conversión al amor (¿Esta
expiando culpas o es otro grosero engaño?), parece estar
comenzando a entender y recapacitar sobre los beneficios de
la verdadera libertad: el capitalismo como solución a la
crítica miseria que produce la dependencia económica
individual (léase Yunus).
Con el no regalar pescado, sino enseñando
sistemáticamente a pescar con una caña prestada, le van a
terminar de quitar a Chávez, tanto Yunus como Rosales, los
pocos clientes que le quedan (pobres compatriotas cada vez
más presos y dependientes de los favorcitos de los
montados).
Sr. Presidente: ese disco está rayado; como
bien sabe (bien lo apuntó usted mismo hace unos días) y
refiriéndome a sus propias palabras: “El
cura de san Juan de Dios le dijo a su
monigote, por más que te tongonees siempre se te ve el
bojote”. Y a usted, Sr. Presidente, no sólo se le ve el
bojote, sino que lo que se le ve es un bojotote
impresionante.
No se engañe Sr. Presidente, ya es tarde
para usted: esa flor ya no retoña, tiene muerto el corazón.