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¿Dónde están los Kalashnikov de los ni-ni…?
por Liko Pérez  
jueves, 7 diciembre 2006

 

Sin restarle importancia al aplastante ventajismo del oficialismo pero con los resultados en la mano, pienso en la “estrategia” de los ni-ni. En este momento los ni-ni (entre otros), con los indicios de manipulación (aún no probados) durante el proceso electoral, deberían de disfrutar de cierta legitimidad (y valentía) para manifestar, probar, organizar y llevar a la victoria final a la oposición venezolana. 

Pero es todo lo contrario. Para algunos, la razón de que Chávez se haya encaramado en su “nuevo barco de papel absorbente”, es culpa de esos cuatro millones de infelices que fueron a legitimarlo. Y lo peor es que conjeturan que los que ingenuamente votaron el 3D, ostentan la pretensión de convencer al país de que algo “bueno” se ha ganado con tal actitud (¡que desfachatez...!, gritan a cuatro vientos). No hubiera querido traer a colación la legitimante abstención de la Asamblea Nacional el día 15 de agosto, si no fuera un ejemplo esclarecedor que por antonomasia describe la misma situación (ya que parece que hay gente que tiene memoria corta y me puede tildar de mentiroso). Sin embargo, en esa ocasión, nadie habló de traición. 

Tanta sabiduría fustigante, cuando se sermonea luego de haber obtenido los resultados buenos o malos de una acción, me ocasiona un malestar difícil de disimular; ya que me molestan las fustigaciones ventajistas que no aportan soluciones, sobre todo cuando estas pretenden hacer leña de árbol jamaqueado.  

No considero tampoco, luego del resultado electoral obtenido, que la oposición siga siendo (como algunos mantienen) un chiripero “despreciable” (porque así suena cuando hablan) ya que es precisamente eso lo que vamos logrando dejar atrás a pasos acelerados. No aceptar que esta es una verdadera posibilidad de trascender el pasado es obstaculizar un desarrollo lento pero encaminado hacia una nueva realidad. 

Prefiero concentrar mis esfuerzos en el hecho incuestionable de que Chávez no la lleva fácil, ya que posee una bomba de tiempo entre sus propias fuerzas; una quinta columna insaciable que a partir de febrero, cuando los adelantos navideños, los pagos de campaña y las fiestas dionisíacas sean devoradas por la inflación, comenzará a retorcerse ya no sólo clavándose de manos a los árboles que circundan las instituciones del estado, sino hasta en el seno de todas las misiones de desarrollo social.

Cuando irremediablemente (más pronto que tarde) comience la inevitable administración de bonanzas con cuentagotas y los necesarios controles sociales vuelvan a su justo lugar, deberemos estar allí para socorrer a los indigentes y no por proselitismo dadivoso, sino porque es allí donde queremos llegar, donde tenemos que trabajar, donde tendremos que traducir a idiomas entendibles, el tangible fracaso que implica para todos esta propuesta de administración estatal. 

Sin una significante mayoría (de todos los estratos), sólo lograremos ser capaces de inmolarnos sin beneficio alguno. Es por lo tanto una inmensa irresponsabilidad azuzar a la rebelión, o incluso glorificar u omitir las consecuencias de la misma. Es una irresponsabilidad también debilitar la poca unión que hemos logrado. Y es una definitiva irresponsabilidad jugar a conjeturas fantasiosas sobre líderes sobrenaturales que sólo existen en las páginas de la literatura fantástica. 

No hay nada más cursi que machacar que ya Venezuela nunca será la misma; eso lo saben hasta los incapacitados. Lo importante es saber qué será de ella, o cómo podremos moldear su futuro en aras de lograr un bienestar social general. 

Hoy sabemos con certeza que tenemos a un Rosales honesto, sencillo y decidido; y a un resto que lo acompaña (que no son mejores ni peores que usted y yo), que, o se pliegan a la probada honestidad y pragmatismo del líder, o sucumben con la herencia de un pasado desvencijado dejando paso a este nuevo tiempo que acaba de nacer. 

Aquí nadie se chupa el dedo (como algunos “expertos” ingenuamente insinúan). Aquí todos sabemos, calladamente, tanto los trampeados como los tramposos, en que suerte de situación estamos metidos. Y estamos todos conscientes de que si se cometió algún error de nuestra parte, fue tanto en la IV como ahora en la V; y aún más: en agosto por las consecuencias de una Asamblea Nacional ilegítima que hasta el momento nadie se ha atrevido a desconocer. 

Nuestro futuro (si es que verdaderamente queremos rescatar el país) es salir unidos a rescatar esa mitad de venezolanos, “chavistas por necesidad”, que por razones de ineficiencia administrativa pronto comenzarán a sufrir el mismo oprobio que sufren y han sufrido todos los opositores de hoy. 

Y eso no se hace pataleando o mendingando ñapa por unos votos más (sin que esto signifique claudicar a denunciar cualquier ventajismo o irregularidad); sino que se hace con paciencia, honestidad, trabajo, sudor y lágrimas de verdad. 

Eso es hacer política (como dijo Rosales); lo demás (el especular y buscar la perfección absoluta a priori) es demagogia, retórica gastada, decrépita manifestación de un tiempo que no ha de volver jamás. 

Tenemos lo que tenemos y lo vamos a mejorar, no nos engañemos más.

 
 
 
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