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La alfombra de púas 
por Liko Pérez
martes, 4 octubre 2005

 

Dos proposiciones son contradictorias cuando no pueden ser ambas verdaderas, y no pueden ser ambas falsas. 
 

Este silogismo (de la lógica elemental), sin engañar a nadie, despierta una gran posibilidad: como por ejemplo esa que proporciona la teoría matemática, donde existe la posibilidad de agrupar hasta los más ilógicos elementos de identidad, tanto por afinidades como por diferencias. De esta manera se puede lograr ser “uno”, lograr una unidad por antonomasia a ella misma. 
 

Aunque ese “uno” sea una entelequia creada por una suma de valores atípicos con respecto a cada una de las identidades personales de cada cual, no deja de ser interesante la posibilidad de identificarse por excepción. 
 

La Unidad Plural, concepto aparentemente contradictorio, es una verdadera posibilidad científica. Lo corrobora, explícitamente, nuestra manera lógica de pensar en términos de conjuntos; es una manera de resolver el vacío existencial que nos embarga y una manera sana de resolver el vacío natural que nuestra solitaria interpretación de la realidad impone.  
 

Unidad Plural es la desatomización de un conjunto no identificado, pero intuido, que en un momento dado puede y debe incidir en cualquier realidad oscura, o más bién enturbiada a causa de su muy reciente interpretación (como la situación que hoy vivimos en Venezuela). 
 

La Venezuela de hoy requiere de nuevos elementos aglutinantes que puedan contraponerse a los típicos elementos de identidad primaria: patria, clase, etnia, etc. 
 

En ese sentido, se precisa de la respuesta individual de personas que, enfrentadas a sí mismas, descubran puntos de congruencia al parecer disímiles pero que, por exepción, se unen para compartir una nueva visión de su realidad social (civil, militar, idiosincrática, etc). 
 

La idea de una “pluralidad unitaria”, por muy ajena a la realidad actual que parezca, puede permitr un nuevo y amplio espectro de interpretación social que se contraponga a la actual y primitiva imposición (más bien pretensión de imposición) de un colectivo fabricado bajo el yugo de la militancia irrestricta a una sola y determinada doctrina. 
 

Conlleva esta reflexión una apertura a la individual libertad de interpretar un aquí y ahora más acorde a cada individuo; una manera más honesta, por su estricta parcialidad, de interpretar el entorno donde vivimos en relación a las circunstancias de cada cual. 
 

La concordancia (aunque sea por incongruencia), y el sentido común mancomunado, se contraponen entonces a las impulsivas, primitivas e inmediatistas necesidades de un colectivo enajenado de su responsabilidad individual. 
 

Sin conciencia plural (ciudadana), sólo obtendremos una aburrida uniformidad, un autocastigo a nuestra creatividad, un desencanto, una muerte en vida sin entender su porqué. 
 

¿Será posible que alguien me pueda entender? 
 

Si alguien lo hace, reforzará la esperanza con que cada mañana (como fakir solitario), abandono momentáneamente mi alfombra de púas, buscando un nuevo discurrir.
 

 
 
 
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