Dos proposiciones
son contradictorias cuando no pueden ser ambas verdaderas, y no
pueden ser ambas falsas.
Este silogismo (de
la lógica elemental), sin engañar a nadie, despierta una gran
posibilidad: como por ejemplo esa que proporciona la teoría
matemática, donde existe la posibilidad de agrupar hasta los más
ilógicos elementos de identidad, tanto por afinidades como por
diferencias. De esta manera se puede lograr ser “uno”, lograr
una unidad por antonomasia a ella misma.
Aunque ese “uno”
sea una entelequia creada por una suma de valores atípicos con
respecto a cada una de las identidades personales de cada cual,
no deja de ser interesante la posibilidad de identificarse por
excepción.
La Unidad Plural,
concepto aparentemente contradictorio, es una verdadera
posibilidad científica. Lo corrobora, explícitamente, nuestra
manera lógica de pensar en términos de conjuntos; es una manera
de resolver el vacío existencial que nos embarga y una manera
sana de resolver el vacío natural que nuestra solitaria
interpretación de la realidad impone.
Unidad Plural es
la desatomización de un conjunto no identificado, pero intuido,
que en un momento dado puede y debe incidir en cualquier
realidad oscura, o más bién enturbiada a causa de su muy
reciente interpretación (como la situación que hoy vivimos en
Venezuela).
La Venezuela de
hoy requiere de nuevos elementos aglutinantes que puedan
contraponerse a los típicos elementos de identidad primaria:
patria, clase, etnia, etc.
En ese sentido, se
precisa de la respuesta individual de personas que, enfrentadas
a sí mismas, descubran puntos de congruencia al parecer
disímiles pero que, por exepción, se unen para compartir una
nueva visión de su realidad social (civil, militar,
idiosincrática, etc).
La idea de una
“pluralidad unitaria”, por muy ajena a la realidad actual que
parezca, puede permitr un nuevo y amplio espectro de
interpretación social que se contraponga a la actual y primitiva
imposición (más bien pretensión de imposición) de un colectivo
fabricado bajo el yugo de la militancia irrestricta a una sola y
determinada doctrina.
Conlleva esta
reflexión una apertura a la individual libertad de interpretar
un aquí y ahora más acorde a cada individuo; una manera más
honesta, por su estricta parcialidad, de interpretar el entorno
donde vivimos en relación a las circunstancias de cada cual.
La concordancia
(aunque sea por incongruencia), y el sentido común mancomunado,
se contraponen entonces a las impulsivas, primitivas e
inmediatistas necesidades de un colectivo enajenado de su
responsabilidad individual.
Sin conciencia
plural (ciudadana), sólo obtendremos una aburrida uniformidad,
un autocastigo a nuestra creatividad, un desencanto, una muerte
en vida sin entender su porqué.
¿Será posible que
alguien me pueda entender?
Si alguien lo
hace, reforzará la esperanza con que cada mañana (como fakir
solitario), abandono momentáneamente mi alfombra de púas,
buscando un nuevo discurrir.
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