Muy
importantes son las declaraciones del Fiscal General de la
República, Dr. Isaías Rodríguez, sobre la aprobada reforma del
Código Penal, dichas en un comunicado oficial de la Fiscalía,
como para darles más trascendencia. Algunos las consideran
extemporáneas, pues debió decirlas cuando en la Asamblea
Nacional se discutía el proyecto de reforma. Otros se preguntan
si el Dr. Rodríguez estará tratando de curarse en salud, habida
cuenta de su actuación gravemente omisiva en muchísimas
ocasiones en que debió actuar y no lo hizo, o de otras en que
actuó en flagrante violación de la Constitución y leyes
vigentes, además de principios generales del Derecho de
importancia sustancial y de universal acatamiento, como el de
cosa juzgada, por ejemplo. Todo ello puede ser cierto, pero
no disminuye la importancia de lo dicho en esta ocasión por el
Fiscal.
En cuanto a su extemporaneidad,
aun admitiéndola como cierta, me parece que haber dicho lo que
dijo ahora, y no cuando el proyecto de reforma se discutía en la
Asamblea Nacional, cobra mayor relieve. Haberlo dicho entonces
hubiese sido bueno, pero no habría pasado de ser una opinión o
un dictamen de la Fiscalía, que los asambleístas podrían haber
aceptado o desechado. En cambio, decirlo en este momento supone,
aunque no haya sido esa la intención del Fiscal, una denuncia
contra la Asamblea, por haber procedido de manera arbitraria,
demostrativa además de la irresponsabilidad y de la ignorancia
del Derecho por parte de los diputados que aprobaron la reforma.
Denuncia que, por otra parte, al menos de modo tangencial roza
al propio Presidente de la República.
En efecto, dice el Fiscal que la
reforma del Código Penal supone un “aumento desmedido de la
represión” y agrega que “Resulta falso creer que a mayor
represión habrá menor índice de criminalidad, ni que con más
represión disminuirá el fenómeno criminal”. Es más, afirma
categóricamente el alto funcionario que “…lo que se logra es
destinar más esfuerzos y más recursos para perseguir a los más
vulnerables socialmente, a los más pobres, mientras quedan
impunes los grandes poderes económicos implicados en el delito.
De esta manera, lo que se logra es sancionar a quienes tienen
menor acceso y defensa de sus derechos, que son precisamente
aquellas personas más expuestas a la arbitrariedad del sistema
policial y judicial”.
Esta última afirmación del Fiscal
es de una gravedad mayor, pues ya no se trata sólo de un error
legislativo, sino también de una vulneración del principio, tan
cacareado por el actual régimen, al que se supone son afectos
los diputados que lo aprobaron, según el cual se trata del
gobierno de los pobres, del soberano, de una revolución
realmente popular.
Pero aún hay más. Agregó el Dr.
Isaías Rodríguez: “…, lo que se logra es aumentar la
desconfianza en la capacidad del Estado para atender el fenómeno
criminal, se menoscaban los derechos humanos y se contribuye con
el debilitamiento del Estado como estructura mediadora y
pacificadora frente a la conflictividad social”. Dicho esto por
tan alto funcionario, siempre bastante explícito en mostrar su
entusiasta adhesión al régimen chavista, resulta verdaderamente
insólito, pues desnuda nada menos que la estructura ideológica
que supuestamente sostiene a la Revolución Bonita, y deja al
descubierto lo que no puede verse, a la luz de estas palabras,
sino como una falacia demagógica, clara e intencionalmente
engañosa. Sobre todo se toca aquí un punto neurálgico, como es
el de la vulneración de los derechos humanos, a los que altos
voceros del Gobierno dicen acatar y defender a todo trance.
Dijo igualmente el Fiscal que la
Asamblea Nacional no acató plenamente el veto presidencial, pues
no corrigió los defectos principales que el Presidente señaló en
su veto, que a su juicio y al del propio Fiscal son nada menos
que violatorios de la propia Constitución en sus artículos 19 y
272.
Esto pone en evidencia asimismo
que el propio Presidente de la República también actuó contra la
Constitución, pues al recibir la ley de reforma para su
promulgación, en lugar de devolverla a la Asamblea con sus
objeciones, puesto que se trataba de graves violaciones a la
Constitución debió recurrir a la Sala Constitucional del
Tribunal Supremo de Justicia para que esta así lo declarase, que
es el procedimiento que para estos casos pauta el artículo 214
de la misma Constitución.
No es esta la primera vez que
Isaías Rodríguez dice cosas como las que ahora ha dicho. A raíz
del asesinato del fiscal Danilo Ánderson también denunció, en
términos muy parecidos, cómo la justicia venezolana ha sido
marcada tradicionalmente, incluyendo la etapa actual, por
ventajas y prebendas para las clases poderosas, y maltratos e
iniquidades contra los pobres, que no tienen cómo pagarse
buenos abogados, ni, agrego yo, cómo pagar jugoso sobornos.
Es natural que ante declaraciones
como las que acaba de dar el Fiscal General de la República
mucha gente se pregunte cómo se explica ese hecho. La
interpretación es libre. Cada quien tiene derecho a pensar lo
que quiera sobre lo que esa actitud significa o lleva por
dentro. Pero lo que nadie puede poner en duda es que se trata de
un hecho muy importante, síntoma, uno más, de que algo está
ocurriendo en el seno de la Revolución Bonita. En todo proceso
hay inevitablemente contradicciones internas, máxime si, como en
este caso, se trata de un movimiento amorfo, sin una ideología
definida. Pero cuando las contradicciones se agudizan son señal
inequívoca de que hay una crisis cuyo desenlace es difícil de
predecir. Es entonces cuando cobra mayor vigencia algo que he
dicho en varias oportunidades: Aquí puede ocurrir cualquier cosa
en cualquier momento.
Sea cual fuere la intención de
Isaías Rodríguez cuando dijo lo que dijo, en lo que sí tienen
razón algunos de los críticos de su actitud es en que moralmente
está obligado a no quedarse allí, sino que debe demandar ante la
Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia la nulidad
de la reforma del Código Penal, por contener graves vicios de
anticonstitucionalidad. Hacerlo es su obligación, y para ello
está ampliamente facultado, como garante que es de la legalidad
y la recta aplicación de las leyes. De lo contrario, su
comunicado no pasaría de ser el clásico saludo a la bandera. Y
él sería cómplice o encubridor de quienes, en el seno de la
Asamblea Nacional, aprobaron una reforma del Código Penal
flagrantemente violatoria de la Constitución.
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