Imposible
no emocionarse ante la reacción de los lectores. Con agudeza,
humor, desencanto y pasión llegaron a mi buzón respuestas a la
pregunta que cerró la columna de la semana pasada:
¿Podrá alguien explicarme qué se
necesita para ser público del espectáculo revolucionario y no
morir empalagado en el intento?
Para F.C. el asunto
viene con resentimiento. “Para calarse el 50% del discurso hace
falta haber perdido la fe o no haberla tenido nunca en la
posibilidad de superarse de forma individual; ser como Pedro
Páramo: el rencor vivo; o poseer una estructura psíquica
proclive a la formación interna de una figura paterna
todopoderosa y castigadora. Para calarse el 75% del discurso
hace falta ser periodista y para el 100% hay que ser parte del
gobierno”
M.S.Y. cree que se necesita “no querer saber lo que
se puede saber más allá de lo dicho por quien es reverenciado
como héroe y redentor”. En esto coincide con L.C. a quien le
preocupa la pasividad “con que nuestra sociedad soporta los
discursos de este dictador tropical, y los espectáculos que
monta para vanagloriar a personajes que solo merecen ser
recordados para entender como un tirano personalista como Zamora
o Cipriano Castro, usando las armas, y en nombre de un supuesto
pueblo, cometieron los peores crímenes contra sus
compatriotas...el que quiera creer que crea, pero que piense si
antes habíamos estado tan divididos, y que la visión de la
patria es cada día menos compartida por el común de los
venezolanos”
El señor R. no oculta
su sentido del humor cuando escribe: “amigo
Bravo, si usted por lo empalagoso de los discursos le teme a un
coma hiperglicémico, cómo seré yo que soy diabético. No me los
puedo calar puesto que de seguro la dulzura me llevaría a irme
de este mundo”
La respuesta de B.G.
fue reveladora “Creo que es cierto que el escepticismo del que
hablas abriendo tu articulo de hoy tiene algo de generacional.
Lo digo en mi condición de venezolano de 37 anos. Este
escepticismo alcanza no solo a la incapacidad de escuchar a la
gente del gobierno, sino incluso ha llegado a quitarnos el
interés por escuchar lo que cualquiera (oposición, organismos
internacionales, etc.) dice sobre
ellos, con algunas
excepciones...después de pensarlo un buen rato la respuesta a tu
pregunta nos salta como una verdad tan grande como un templo:
los reales, la
plata, el dinero”
Y las líneas de C.E.D.
fueron como un rayo: “Querido Eli, no te pongas bravo pero el
primer párrafo de tu nota de hoy es una muestra "de esas lluvias
que trajeron estos lodos», es decir el desprecio en el
"imaginario " de una gran cantidad de la población de "lo
político".
Esta semana que
termina conversé con Colette Capriles sobre su libro “La
Revolución como espectáculo”. Esa advertencia sobre los riesgos
de despreciar la política sonaban en cada línea. Ya tengo tema
para la próxima semana.
ebravo@unionradio.com.ve

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