Asombrados
por la repetición de asesinatos monstruosos en nuestras
ciudades, donde el denominador común es la implicación de
funcionarios públicos en la ejecución de las víctimas o en la
justificación de la acción de los asesinos, no tenemos
antecedentes en nuestra historia reciente que nos permitan
comprender ni esta escalada criminal ni el tratamiento que
político han hecho representantes del gobierno, de las muertes
del empresario Sindoni, de los tres niños Faddoul y su chofer,
del periodista Jorge Aguirre ni del subsecretario de la
Conferencia Episcopal, monseñor Jorge Piñango. Continuamente
ministros y altos funcionarios eximen al gobierno de toda
responsabilidad y se envuelve con la descalificación del
tratamiento de los medios privados la ineficiencia y la
complicidad. En los tres primeros casos los asesinos han sido
poli-cías activos, según reconoce la propia Fiscalía General. En
referencia al el último hubo una conferencia de mas de dos horas
donde el propio Fiscal general subrayó continuamente y de manera
explícita la responsabilidad de la víctima en su propia muerte.
¿Por qué el link político?
La protesta masiva de universitarios
y liceístas que se vieron reflejados en el espejo del secuestro,
tortura y muerte de los tres adolescentes muertos, capturados en
las inmediaciones de su casa, tal vez nos de una clave. Hacía
mucho tiempo que este gobierno no había experimentado una
manifestación de rechazo tan contundente a la anomia en la que
vivimos, de la cual es responsable directo, protesta en la cual
se evitó cuidadosamente que los partidos políticos se apropiaran
de la autoría. Los manifestantes lograron enfrentar al gobierno
y a sus partidarios con el asco y la indignación que produjo el
derrame sangriento a la mayoría de los ciudadanos. No hay manera
de que por lo menos las 46 000 personas que se acostaron en el
piso esa mañana en Caracas, para hacernos imaginar cuantos
cadáveres se producen anualmente por causas violentas en nuestro
país, no culpen de la inseguridad a quiénes no controlan ni a
sus propios policías, a pesar de que el ministerio del Interior
y Justicia o la Fiscalía General quieran hacer ver como muertes
“lógicas” las que han ocurrido, por las conexiones de los
muertos o de su familia.
Es el viejo truco de usar los
términos “enfrentamiento entre bandas”, “resistencia a la autoridad”,
“ajuste de cuentas” o “resistencia al atraco”, como
justificativos para no investigar los crímenes, que lo siguen
siendo aunque los muertos pertenezcan a una mafia, sean
homosexuales, drogadictos, traficantes o vivan en barrios
inseguros.
Pero hay una referencia que podría servirnos para comprender que
esta es una etapa que han experimentado otras sociedades, cuyos
escritores describieron muy bien. No es la primera vez que en
una sociedad aparentemente civilizada, moderna, se invierten los
valores.
Curiosamente, el autor que
testimonia esa situación es un escritor francés al que ha citado
recurrentemente el presidente Chávez en sus últimos discursos,
Víctor Hugo, el autor de Los Mi-serables.(1)
Pues bien, Víctor Hugo escribió un
libro que se llama “Napoleón El Pequeño”, en su exilio en la
isla de Guernesey. Y allí, se encuentra esta descripción que me
parece vívida, de las presiones que vivió Francia. Quizá al
leerlas les ocurra lo mismo que a mí. Ya he visto, oído, sentido
que nos pasan estas cosas:
“Es importante que se sepa algo acerca de quién es el señor
Bonaparte. Este libro está destinado a iluminar a muchos, y si
Dios quiere, a mostrar a todos la verdad de lo ocurrido. En el
presente, y mediante la supresión de la tribuna, de la prensa,
de la palabra, de la libertad y de la ver-dad, el señor
Bonaparte ha podido permitirse cuanto le ha venido en gana. Pero
esa misma su-presión de todo derecho vició de nulidad todos sus
actos, sin excepción alguna, empezando por el incalificable
escrutinio del 20 de diciembre. Mediante esa intencionada
asfixia de toda queja y de toda aclaración, hay cosas, hay
hombres, hay hechos, que no ostentan su verdadero rostro ni
lleven su verdadero nombre. Es así como el crimen del señor
Bonaparte deja de ser crimen y se llama necesidad; la alevosía
del señor Bonaparte no es alevosía, sino defensa del orden; los
robos del señor Bonaparte no son robos, sino medidas de Estado;
los homicidios del señor Bo-naparte no son homicidios, sino
actos de salud pública; los cómplices del señor Bonaparte no son
cómplices, se llaman magistrados, senadores y consejeros de
Estado; los adversarios del señor Bonaparte no son soldados de
la ley y del derecho, se llaman jacobinos, demagogos y comunistas...”
“Vamos a exponer ahora ese triunfo
del orden; a pintar a ese gobierno vigoroso, bien consolidado,
intransigente, fuerte, que tiene tras sí un tropel de jóvenes
pisaverdes, inútiles, buenos mozos y despreciables, con más
ambición que mérito..... que cuenta con la estimación de mujeres
que pretenden ser ingenuas y de hombres que quieren ser
prefectos; que se halla apoyado sobre la coalición de todas las
prostituciones; que amasa muchas unidades de millón; que da
fiestas; que hace cardenales; siempre rico, elegante, aseado,
dorado, cepillado y alegre, habiendo nacido en un charco de
sangre”....” y cuando Francia despierte, cuando abra los ojos,
cuando distinga, cuando vea lo que tiene delante de ella y a su
lado, retrocederá con un estremecimiento terrible, ante ese
monstruoso prevaricato, que tuvo la osadía de desposarla en las
tinieblas y cuyo lecho compartió. Entonces habrá sonado la hora
suprema”.
“Los escépticos sonríen e insisten:
"No esperéis nada. Este régimen, según vosotros, es el baldón de
Francia. Sea; pero esta vergüenza se cotiza en la Bolsa. No
esperéis nada. Sois poetas y soñadores si lo hacéis. Mirad: la
tribuna, la prensa, la inteligencia, la palabra, el pensamiento,
todo lo que era la libertad ha desaparecido. Ayer, todo tenía
movimiento, se agitaba, vivía; hoy, todo se ha petrificado. Pero
se está a gusto, uno se acomoda a esta petrificación, le saca
partido; se realizan negocios y se vive como de costumbre en
medio de esta extraña situación. La sociedad continúa en pie y
muchas gentes de bien encuentran correcta la marcha de las
cosas. ¿Para qué deseáis que cambie? ¿Por qué queréis que
termine? No os hagáis ilusiones, esto tiene solidez. Y
estabilidad, esto es el presente y el futuro.» (…)
¿Que tal?
La época de Napoleón III pasó porque entre otros desaciertos,
metió a Francia en una guerra que perdió vergonzosamente y cayó
el Segundo Imperio en 1870, tras la derrota de Sedán. Luego
Víctor Hugo volvió a París.
Han pasado 200 años, pero no acaban las vorágines de crimen y su
justificación política.
Notas:
1) Víctor Hugo nació el 26 de febrero de 1802, fue hijo de un
importante general del imperio francés, el conde Sigisberto
Hugo. Su genio se reveló precozmente, cuando un poema que
escribió en el colegio llamó la atención de la Academia
Francesa. A los 17 años fundó Le Con-servateur Litteraire,
una de las revistas románticas francesas más famosas. En 1822
publicó su primer libro de versos odes et poésies diverges,
que entusiasmó tanto al Rey Luis XVIII que le concedió una
pensión del estado. Entre 1826 y 1840 publicó 8 libros de
poemas, novelas, ensayos y libros de viajes. En 1845 lo
nombraron Par de Francia. Cuando Luis Napoleón se coronó
emperador con el nombre de Napoleón III se exilió, escribió
Napoleón El Pequeño, los poemas satíricos Los Castigos en
1853, el libro de poemas líricos Las Contemplaciones en 1856 y
el primer volumen de su poema épico la Leyenda de los Siglos
entre 1859 y 1883. En 1862 publicó Los Miserables, que
describe la injusticia social de la Francia del siglo XIX.
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