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La novela negra de Anderson 
por Lucy Gómez
sábado, 21 enero 2006

 

El asesinato del fiscal emblemático de la revolución venezolana, Danilo Anderson, cometido hace 14 meses, sigue gravitando sobre la vida pública, dividiendo a los venezolanos. El caso se desarrolla como una novela negra norteamericana  mezclando la muerte  con  la corrupción, la política y  el soborno. 

Pasada la sorpresa de aquella noche  de explosivos  y llantos,  las autoridades exaltaron la figura del muerto hasta hacerle exequias de jefe de estado, incluyendo  la designación de cátedras universitarias con su nombre, la producción de afiches con su efigie y declaraciones dramáticas, como aquella del Fiscal General de la República, su jefe, quién dijo que esa muerte   le había dolido más que la de su mamá. 

La oposición en cambio respiraba  con alivio, luego de la desaparición  del Torquemada,  que tomó en sus manos  la persecución judicial de las figuras capitales de la resistencia contra el régimen. Mientras las autoridades  lloraban y amenazaban,  se leía con fruición  en Venezuela las informaciones sobre  la cantidad de dinero y valores  que se encontró en  la casa de Anderson , la cuantía de sus propiedades, su modo de vida y sus relaciones, tan alejadas de los votos de pobreza  y castidad revolucionaria que  requiere diariamente a sus súbditos el Presidente Chávez. 

El dinero  ha sido uno de los manantiales de información del caso. Primero, su existencia descarada y en cantidades industriales en las manos muertas, puso en tela de juicio la investigación de la policía, porque mientras las cúpulas de la Fiscalía y del ministerio de Relaciones Interiores, insistían en la tesis del  asesinato político,  parte de su familia, sus amigos  y  muchos periódicos terqueaban en averiguar que había  de cierto en las denuncias de  la  red de chantaje que desde la Fiscalía General de la República  permite vivir como millonarios a los fiscales  que se encargan de los juicios políticos, sobre todo a Anderson., que los acaparaba casi todos, desde los 400 firmantes del acta del golpista Carmona hasta los insurrectos de la Plaza Altamira, pasando por los periodistas incómodos y los banqueros reacios.   

Un solo muerto no excita a nadie. 

El segundo capítulo de la novela  trajo mas muertos, como todo thriller que se respete. Un solo muerto, no  excita a nadie. Dos mas  atrajo Anderson, sospechosos de su asesinato:  un veterano policía  e investigador y  un abogado,  hijo de una  experimentada y conocidísima exparlamentaria socialcristiana, ambos en enfrentamientos con la policía. Esos encuentros no tuvieron otra solución, según los agentes, que el exterminio. 

La prisión de los autores materiales  permitió al gobierno, de paso,   deshacerse de  unos controvertidos policías, conocidos como los Guevara, que habían sido denunciados hace algunos años por encubrir  a solicitud del mismo gobierno la huída de Vladimiro Montesinos. Al parecer, después de ese trabajito, consolidaron su poder dentro de la policía, cosa que se había vuelto inconveniente. Con  los dos últimos  muertos,  habían formado un  círculo demasiado poderoso para el gusto de la Fiscalía y sospechosamente  relacionado con la oposición. Fue una cadena a fracturar  al  principio del caso. Una de las denunciantes  del tema Montesinos y de los Guevara, en un libro que además ganó un premio internacional, es ahora un objetivo de Interpol a requerimiento de la policía venezolana por el mismo asunto, como autora intelectual del asesinato, cómplice de sus antiguos acusados, la periodista Patricia Poleo. 

La segunda fase de la investigación golpeó efectivamente el  activismo político de la oposición. Al año de infructuosos anuncios por parte del Fiscal General,   que siempre estaba a punto de encontrar a los cerebros políticos del atentado, en una dramática rueda de prensa se anunció la aparición de un testigo clave , que según el cuento, se dirigió a Isaías Rodríguez y  le puso en bandeja de plata la solución del asesinato.  

El hombre es, según Rodríguez, testigo presencial de la conspiración que urdieron  tres figuras representativas de la oposición,   un general ligado a los  cuerpos de seguridad privados y ex tomista de la Plaza Altamira,  la supermolesta periodista Poleo, que se había dedicado últimamente al activismo  a favor de los presos políticos  y un empresario  mediático, dueño de un medio igual de supermolesto, Globovisión. Hoy, exceptuando a la periodista , que decidió pasar la navidad fuera de las cárceles del gobierno, huyendo al extranjero, están  en régimen de presentación, amenazados y vigilados, el general y el empresario y ella, prófuga.

El juez de la causa no admitió en su momento,  como tampoco lo hizo con los autores materiales, ninguna prueba, como pasaportes, fotos o  testigos, que demostraran que habían estado fuera de las selvas  del Darién, donde supuestamente los había visto  su acusador.

Y la acusación surtió su efecto. Poleo no dirige ahora manifestaciones en pro de los presos, ni denuncia las torturas y las malas condiciones de las cárceles, sino que declara desde Lima.   Uno de los socios del empresario solicitó  al gobierno taima para que Nelson Mezerhane pasara las navidades con su familia, asunto que no le concedieron. Cada vez mas  la empresa que dirigen está  amenazada y  perseguida.

La prensa tranquila.

Después de la limpieza  con agua y jabón revolucionario en la Fiscalía y la policía Judicial del nefasto poder de los Guevara, del escarmiento a editores y periodistas convertidos  viciosamente en líderes políticos, vivimos  el tercer  capítulo de esta  utilísima novela negra, donde se describe como se establecen las bases psicológicas  para que  los lectores de periódicos, televidentes y radioescuchas venezolanos se vayan acostumbrando a la tranquilidad que se vive  en los gobiernos autoritarios  y paternoprotectores como el de Fidel Castro y el de  Mahmoud Ahmadinejad. Así dejarían  de lado con todo gusto  los noticieros escandalosos, mordaces y averigualotodo de las democracias capitalistas. Como característica  complementaria  del argumento  criminal central de este asunto   se hace cada vez mas notorio, el aprovechamiento de las circunstancias,  para  sacar ventajas  políticas colaterales. 

Resulta que aquel testigo providencial que  dirigió su arrepentimiento al pecho comprensivo del Fiscal General, aquel psiquiatra decepcionado de las AUC, que  participó en el asesinato de Anderson como cómplice,  pero que luego se sintió tan mal , que quiso ayudar al gobierno venezolano  limpiando a la vez  su mente  de las pesadillas del estrés post traumático, empezó a ser presentado por los medios venezolanos  como un muchacho delincuente,  de nacionalidad venezolana y no colombiana como había declarado al principio, que a  los 19 años tenía  un prontuario delictivo estimable,  con  foto y  número, en vez de la foto carnet de la universidad y que  a punta de esfuerzo  construyó en años posteriores  un expediente de estafador y  engañabobos sirviendo  a la policía  colombiana alguna  que otra vez  como carnada. Le gusta la psiquiatría y la medicina, pero para usarlas como  medio de estafa y lo último que se supo  es que el día y la hora en que según él oyó a Añez, Poleo,  Mezerhane, Orlando Urdaneta y un hombre de la CIA planear el asesinato de Anderson, en el Darién,   estaba preso en una cárcel colombiana. De todas todas, después de la enorme chercha que ha perseguido al fiscal general la última semana,  por haber sido objeto de los avances  de Giovanny Vásquez, el hombre se ha desquitado con una buena jugada, devolviendo el arma arrojadiza del testigo contra los periodistas y editores  que investigaron el caso y que han publicado las fotos y los detalles  del prontuario del angelito, incluyendo las declaraciones de la asociación colombiana de psiquiatras que  declara no tenerlo entre sus miembros y las grabaciones del jefe de las autodefensas Jorge 40, que idem. 

Sabiendo que  se juegan el cuello, estos últimos días  los medios de comunicación apresuraron  la  publicación de evidencia contra  el testigo famoso, antes que se cumplan las amenazas del Fiscal,  que  ya solicitó a los tribunales y a Conatel que los medios  no difundan información sobre ese caso , acusándolos  de obstrucción de la justicia por intentar intimidar al intrépido Giovanny. Lo último que se ha podido ver es la foto de la boleta de excarcelación de la Fiscalía 34 de Santa Marta, fechada tres  meses después de la reunión que denunció. 

No hay nadie que diga en el gobierno que hay que investigar las filtraciones que permitieron esas  publicaciones, ni tampoco  importa si es verdad o es mentira que el último estafado de Vásquez es el Fiscal General venezolano. El objetivo del tercer capítulo  es que  los medios se dediquen como en la época de Marcos Pérez Jiménez,  sólo al deporte y a la farándula. Mientras, la novela Anderson se desarrolla.  En los siguientes capítulos se espera mas  daños colaterales  y en el  capítulo final,  como corresponde en toda novela  negra que se respete, el descubrimiento   del asesino, aquél  a quién menos busca la policía.

lucgomnt@yahoo.es    

 
 
 
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