El
asesinato del fiscal emblemático de la revolución venezolana,
Danilo Anderson, cometido hace 14 meses, sigue gravitando sobre
la vida pública, dividiendo a los venezolanos. El caso se
desarrolla como una novela negra norteamericana mezclando la
muerte con la corrupción, la política y el soborno.
Pasada la sorpresa
de aquella noche de explosivos y llantos, las autoridades
exaltaron la figura del muerto hasta hacerle exequias de jefe de
estado, incluyendo la designación de cátedras universitarias
con su nombre, la producción de afiches con su efigie y
declaraciones dramáticas, como aquella del Fiscal General de la
República, su jefe, quién dijo que esa muerte le había dolido
más que la de su mamá.
La oposición en
cambio respiraba con alivio, luego de la desaparición del
Torquemada, que tomó en sus manos la persecución judicial de
las figuras capitales de la resistencia contra el régimen.
Mientras las autoridades lloraban y amenazaban, se leía con
fruición en Venezuela las informaciones sobre la cantidad de
dinero y valores que se encontró en la casa de Anderson , la
cuantía de sus propiedades, su modo de vida y sus relaciones,
tan alejadas de los votos de pobreza y castidad revolucionaria
que requiere diariamente a sus súbditos el Presidente Chávez.
El dinero ha sido
uno de los manantiales de información del caso. Primero, su
existencia descarada y en cantidades industriales en las manos
muertas, puso en tela de juicio la investigación de la policía,
porque mientras las cúpulas de la Fiscalía y del ministerio de
Relaciones Interiores, insistían en la tesis del asesinato
político, parte de su familia, sus amigos y muchos periódicos
terqueaban en averiguar que había de cierto en las denuncias
de la red de chantaje que desde la Fiscalía General de la
República permite vivir como millonarios a los fiscales que se
encargan de los juicios políticos, sobre todo a Anderson., que
los acaparaba casi todos, desde los 400 firmantes del acta del
golpista Carmona hasta los insurrectos de la Plaza Altamira,
pasando por los periodistas incómodos y los banqueros reacios.
Un solo muerto no
excita a nadie.
El segundo capítulo
de la novela trajo mas muertos, como todo thriller que se
respete. Un solo muerto, no excita a nadie. Dos mas atrajo
Anderson, sospechosos de su asesinato: un veterano policía e
investigador y un abogado, hijo de una experimentada y
conocidísima exparlamentaria socialcristiana, ambos en
enfrentamientos con la policía. Esos encuentros no tuvieron otra
solución, según los agentes, que el exterminio.
La prisión de los
autores materiales permitió al gobierno, de paso, deshacerse
de unos controvertidos policías, conocidos como los Guevara,
que habían sido denunciados hace algunos años por encubrir a
solicitud del mismo gobierno la huída de Vladimiro Montesinos.
Al parecer, después de ese trabajito, consolidaron su poder
dentro de la policía, cosa que se había vuelto inconveniente.
Con los dos últimos muertos, habían formado un círculo
demasiado poderoso para el gusto de la Fiscalía y
sospechosamente relacionado con la oposición. Fue una cadena a
fracturar al principio del caso. Una de las denunciantes del
tema Montesinos y de los Guevara, en un libro que además ganó un
premio internacional, es ahora un objetivo de Interpol a
requerimiento de la policía venezolana por el mismo asunto, como
autora intelectual del asesinato, cómplice de sus antiguos
acusados, la periodista Patricia Poleo.
La segunda fase de
la investigación golpeó efectivamente el activismo político de
la oposición. Al año de infructuosos anuncios por parte del
Fiscal General, que siempre estaba a punto de encontrar a
los cerebros políticos del atentado, en una dramática rueda de
prensa se anunció la aparición de un testigo clave , que según
el cuento, se dirigió a Isaías Rodríguez y le puso en bandeja
de plata la solución del asesinato.
El hombre es, según
Rodríguez, testigo presencial de la conspiración que urdieron
tres figuras representativas de la oposición, un general
ligado a los cuerpos de seguridad privados y ex tomista de la
Plaza Altamira, la supermolesta periodista Poleo, que se había
dedicado últimamente al activismo a favor de los presos
políticos y un empresario mediático, dueño de un medio igual
de supermolesto, Globovisión. Hoy, exceptuando a la periodista ,
que decidió pasar la navidad fuera de las cárceles del gobierno,
huyendo al extranjero, están en régimen de presentación,
amenazados y vigilados, el general y el empresario y ella,
prófuga.
El juez de la causa
no admitió en su momento, como tampoco lo hizo con los autores
materiales, ninguna prueba, como pasaportes, fotos o testigos,
que demostraran que habían estado fuera de las selvas del Darién, donde supuestamente los había visto su acusador.
Y la acusación
surtió su efecto. Poleo no dirige ahora manifestaciones en pro
de los presos, ni denuncia las torturas y las malas condiciones
de las cárceles, sino que declara desde Lima. Uno de los
socios del empresario solicitó al gobierno taima para que
Nelson Mezerhane pasara las navidades con su familia, asunto que
no le concedieron. Cada vez mas la empresa que dirigen está
amenazada y perseguida.
La prensa tranquila.
Después de la
limpieza con agua y jabón revolucionario en la Fiscalía y la
policía Judicial del nefasto poder de los Guevara, del
escarmiento a editores y periodistas convertidos viciosamente
en líderes políticos, vivimos el tercer capítulo de esta
utilísima novela negra, donde se describe como se establecen las
bases psicológicas para que los lectores de periódicos,
televidentes y radioescuchas venezolanos se vayan acostumbrando
a la tranquilidad que se vive en los gobiernos autoritarios y
paternoprotectores como el de Fidel Castro y el de Mahmoud
Ahmadinejad. Así dejarían de lado con todo gusto los
noticieros escandalosos, mordaces y averigualotodo de las
democracias capitalistas. Como característica complementaria
del argumento criminal central de este asunto se hace cada
vez mas notorio, el aprovechamiento de las circunstancias,
para sacar ventajas políticas colaterales.
Resulta que aquel
testigo providencial que dirigió su arrepentimiento al pecho
comprensivo del Fiscal General, aquel psiquiatra decepcionado de
las AUC, que participó en el asesinato de Anderson como
cómplice, pero que luego se sintió tan mal , que quiso ayudar
al gobierno venezolano limpiando a la vez su mente de las
pesadillas del estrés post traumático, empezó a ser presentado
por los medios venezolanos como un muchacho delincuente, de
nacionalidad venezolana y no colombiana como había declarado al
principio, que a los 19 años tenía un prontuario delictivo
estimable, con foto y número, en vez de la foto carnet de la
universidad y que a punta de esfuerzo construyó en años
posteriores un expediente de estafador y engañabobos
sirviendo a la policía colombiana alguna que otra vez como
carnada. Le gusta la psiquiatría y la medicina, pero para
usarlas como medio de estafa y lo último que se supo es que el
día y la hora en que según él oyó a Añez, Poleo, Mezerhane,
Orlando Urdaneta y un hombre de la CIA planear el asesinato de
Anderson, en el Darién, estaba preso en una cárcel colombiana.
De todas todas, después de la enorme chercha que ha perseguido
al fiscal general la última semana, por haber sido objeto de
los avances de Giovanny Vásquez, el hombre se ha desquitado con
una buena jugada, devolviendo el arma arrojadiza del testigo
contra los periodistas y editores que investigaron el caso y
que han publicado las fotos y los detalles del prontuario del
angelito, incluyendo las declaraciones de la asociación
colombiana de psiquiatras que declara no tenerlo entre sus
miembros y las grabaciones del jefe de las autodefensas Jorge
40, que idem.
Sabiendo que se
juegan el cuello, estos últimos días los medios de comunicación
apresuraron la publicación de evidencia contra el testigo
famoso, antes que se cumplan las amenazas del Fiscal, que ya
solicitó a los tribunales y a Conatel que los medios no
difundan información sobre ese caso , acusándolos de
obstrucción de la justicia por intentar intimidar al intrépido
Giovanny. Lo último que se ha podido ver es la foto de la boleta
de excarcelación de la Fiscalía 34 de Santa Marta, fechada tres
meses después de la reunión que denunció.
No hay nadie que
diga en el gobierno que hay que investigar las filtraciones que
permitieron esas publicaciones, ni tampoco importa si es
verdad o es mentira que el último estafado de Vásquez es el
Fiscal General venezolano. El objetivo del tercer capítulo es
que los medios se dediquen como en la época de Marcos Pérez
Jiménez, sólo al deporte y a la farándula. Mientras, la novela
Anderson se desarrolla. En los siguientes capítulos se espera
mas daños colaterales y en el capítulo final, como
corresponde en toda novela negra que se respete, el
descubrimiento del asesino, aquél a quién menos busca la
policía.
lucgomnt@yahoo.es