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Los niños de cartón piedra 
por Lucy Gómez
sábado, 18 febrero 2006

 

Sentí un escalofrío cundo los oí intervenir en un acto público de juramentación de líderes de la Juventud Bolivariana. Sí, son los sustitutos de los antiguos presidentes de  centros de estudiantes, que en vez de ser electos en asambleas estudiantiles o en procesos generales, universitarios o liceístas,  entre candidatos de  diferentes partidos y organizaciones políticas, son juramentados por   el Presidente de la República y trabajan codo a codo con  el ministro de Educación.  Estaban allí, pendientes de las cámaras de televisión para hablar de su poder, para contar como se les había electo “voceros”; que es el término que usan ahora en vez de “delegado”. Alguna dijo también,   revelando su sueño, que mas pronto que tarde estarían allí, del otro lado del presidium, dirigiendo la sociedad. (1)

Prometieron  controlar a sus escuelas,  a sus profesores, hacerse omnipresentes para  conducirnos hacia  el país completamente revolucionario  que imagina el Presidente de la República.

Me imagino que no se dan cuenta de lo incongruentes que se ven, sentados al lado del poder, aplaudiendo al gobierno, sumándose a las filas del control de los demás, siendo tan jóvenes.

No quiero pensar que lo hacen por interés. Hasta hace poco sostenía que los niños y los viejos actuaban sin mayor apego a la conveniencia económica o  política y me he ido desengañando paulatinamente. Es posible que no  entiendan en toda su extensión que significa  plegarse, utilizar a otro, manipular,  o que ya estén cansados de hacerlo y hayan superado esa etapa, pero  niños y ancianos usan  esas armas. No depende de la edad  la vocación de mando, de riqueza o  de control arbitrario,  depende de sentir con el otro, de algo que llaman empatía. Y eso funciona o no,  a los cinco años o a los ochenta. .

Fue educativo, pero sorprendente,  ver funcionar en vivo y directo el mecanismo de fabricación de pioneros. Algo había visto en los documentales de los mítines cubanos y en las viejas películas de la China maoísta. Pero me sorprendió,  porque no pensé que ese tipo de pensamiento pudiese calar aquí a gran escala. Está visto que Venezuela sí se puede engranar a masas de niños en el partido político del gobierno de turno, vestirlos de rojo, hacerles gritar consignas a coro, estimularlos a pronunciar largos discursos sabihondos llenos de lugares comunes sobre el bien, la igualdad, la participación, la verdad, la libertad y   hacerlos esperar ansiosos una señal de aprobación, una pasada de mano por la cabeza del comandante, del presidente, del salvador de la patria. Me quedé  pasmada.

Son tan distintos  a otros muchachos que he conocido, por lo menos en la forma en que se comportaron esa noche con Chávez, que uno piensa si es que serán de verdad o  si se ha inventado un  cartón piedra revolucionario, para construir  muñecos parlantes,  siempre sonrientes, satisfechos, bien educados y perfectos. Por lo que dijeron, no me los imagino tirando  taquitos en un aula, ni estudiando a última hora para un examen, ni lanzando bombas de agua en carnavales, ni enamorándose  de un compañero  que no le hace caso, pasándose semanas con la cabeza  en las nubes, sin estudiar..

No, estos muchachos prometieron reunirse todas las semanas para alcanzar “la igualdad y la fraternidad” entre los compañeros, pidieron que eliminaran los colores distintivos de las camisas de los alumnos de los liceos, para “que todos se sintieran iguales” y van a someter e evaluación (ahí se me acentuó el escalofrío) todas aquellas actitudes que vayan contra la esencia de la revolución que es ser, me imagino, todos bolivarianos bajo la égida del comandante. Ellos sustituirán las antiguas estructuras políticas, léase federaciones de centros universitarios, centros de estudiantes, etc., etc., con sus grupos de “voceros”. Entre paréntesis, en eso se mostraron superultrademocráticos, están armando una estructura igual de vertical que las anteriores, pero disfrazándola con palabras, como vienen haciendo todos los políticos desde los griegos antiguos para acá.

El Presidente, ya se sabe, les repitió el guión: “como te llamas tú- que edad tienes- de dónde vienes - ah, de XX, tierra de hombres y/o mujeres-revolucionario/as- ¡vamos a felicitarte!” ·. Hasta que se cansó y dijo que ya se tenía que ir, que otras tareas importantes le esperaban, que el tiempo es valioso (el suyo, no el de los demás, ya que sus cadenas duran siete horas del tiempo de otros). Al final, un joven “logró” que le dieran la palabra para hacer la propuesta mágica. Aquello que había motivado todo aquel jaleo jalabólico juvenil. Pidió que se eliminara la Prueba de Aptitud Académica, para que “todos- seamos- iguales- y- entremos- todos- juntos- a- la- universidad”.

Aplaudieron a rabiar. Me imagino que algunos   pensaron  con una ingenuidad acomodaticia,  que basta con que nos dejen entrar a una a una universidad, a un trabajo o a un club, para  ser igual a todos los que están allí. Obvian inmediatamente en este caso, quiénes son   como estudiantes, su esfuerzo, sus ganas de ser alguien útil, su persistencia, su inteligencia. Se trata de ser igual simplemente por estar. Es criminal que les hagan creer que en caso de que hubiese suficientes cupos para todos los aspirantes en Computación, Ingeniería, Periodismo o Medicina, para poner un ejemplo, en la UCV, todos pasarían cada año, se graduarían, serían doctores o licenciados y vivirían felices para siempre. Me imagino las clases en el gimnasio cubierto,  en primer año de la carrera que sea.

Otros estaban contentísimos, porque a eso iban, a intentar abolir, utilizando una asamblea al viejo estilo, una de las libertades más antiguas de la que gozan universitarios de todo el mundo, la autonomía. Lo único que separa  a las universidades venezolanas de tener al gobierno haciendo lo que le da la gana en ellas, es la  ley que la consagra.  Por ese derecho  pelearon durante años otras generaciones  de  profesores y alumnos desde que se inventaron las universidades, en otro continente, en otras épocas.  Por supuesto que también se luchó por ella, a sangre y fuego,  en Venezuela.

 En esa etapa de la operación de destrucción institucional estamos ahora, no hay que llamarse a engaño. Y para eso, servirán en  primera fila, los niños de cartón piedra. 

Notas:
1) En el Encuentro Nacional de Voceros Estudiantiles de los Liceos Bolivarianos,  el ministro de Educación Superior, Samuel Moncada, destacó que el año pasado 500 000 estudiantes presentaron la PAA para optar a 60 000 cupos repartidos entre los distintos institutos de educación superior de Venezuela.

lucgomnt@yahoo.es    

 
 
 
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