Eliminada
la posibilidad de hacer primarias, concluido el tiempo para
hacer una contraloría confiable del registro electoral
venezolano, alcanzada la cifra de 24 candidatos de oposición, la
mitad del año llega con definiciones políticas.
Las encuestadoras insisten en que el universo venezolano está
dividido a la mitad por chavistas y antichavistas. Es
discutible. Lo que sí no tiene discusión es que las elecciones
de diciembre cayeron en el terreno de la más pura indiferencia
para los electores de ambos grupos.
No atraen a nadie. Ninguno de los candidatos (Chávez incluido)
parece estar en capacidad para levantar al electorado para que
vaya a sufragar en las máquinas, porque hay un convencimiento
general de la inevitabilidad del plebiscito que dará al
presidente Chávez carta blanca para quedarse hasta cuando el
“chavismo sin Chávez”, si eso existe de una manera orgánica, lo
quite del medio, espero que de una manera democrática.
El CNE se comporta también de la manera prevista. Nada de
salirse de los márgenes estrictamente políticos del cumplimiento
de las órdenes del gobierno, que le impedirán conceder a la
oposición ninguna condición que le permita hacerse una imagen de
organismo con-fiable ante ninguno de los bandos.
Se pelean como se sabía que iban a hacer, los partidos de
oposición entre sí. AD denuncia al candidato de Primero
Justicia, Julio Borges. Teodoro Petkoff, Borges y Manuel Rosales
son vistos por los demás aspirantes como un trío excluyente,
Súmate también ha sido acusada de sectaria. Se oyen todo tipo de
invectivas contra Elías Santana a nombre de quienes adversan su
estilo y el de Queremos Elegir. Se salva un poco el grupo La
Colina, porque hasta ahora sus integrantes eran unos perfectos
desconocidos para el gran público.
La opinión internacional hace más oposición a las políticas de
Chávez que la oposición venezolana. También los chavistas, con
su escabechina interna llena de escándalos, destituciones,
acusaciones, exilios y suicidios ayudan a la mayoría silenciosa
a hacerse una idea de la catadura de país que tendrá s tras la
entronización del comandante.
¿Y la calle que se proponían calentar los políticos? Pues la
calientan los choferes que protestan por la muerte de sus
compañeros y cierran las calles de los barrios todos los días,
en todas las ciudades de Venezuela; los estudiantes, llenos de
rabia por la intervención del gobierno en sus procesos internos,
con ese afán totalitario de quitarles la autonomía
universitaria; los sin techo, que van a Miraflores, a las
Mercedes y se le presentan al Presidente donde quiera que va
personas que duermen meses en las aceras para protestar por los
engaños que les hacen y las casas de juguete que les dan, sin
cañerías, sin aceras, sin electricidad. También dar calor los
jóvenes que coparon avenidas completas para mostrar como los
asesinan día a día, hasta llegar en 7 años a 79 000 víctimas sin
que el estado haga nada; Las enfermeras y los médicos que
desfilan frente a cada hospital, porque se le muere la gente en
las manos, al no tener como trabajar. Además que no les pagan el
mísero sueldo que les asignan.
En fin. Todo llega, hasta diciembre con sus diez millones de
votos construidos desde el CNE, las calles vacías de votantes y
los gritos de triunfo del círculo presidencial.
Entonces, tendremos la investidura
formal de una dictadura. Esa que tendrá que enfrentarse con la
calle que calienta la gente de a pie, con sus guerras internas y
con su corrosiva corrupción. Ese es el país que construimos
todos y el que tendremos.
lucgomnt@yahoo.es
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