Venezuela
cerró en el siglo XX el capítulo de las montoneras,
definitivamente.
Hubo una época en este país en que las banderas
rojas, amarillas y azules ondeaban delante de ejércitos a
caballo, cuyos caudillos proclamaban que querían salvar al país
del latrocinio, de la injusticia, de la desigualdad, de la
barbarie.
Entre las postrimerías de la independencia y 1902
(1),
los presidentes mandaban de nombre en Caracas, porque, como muy
bien lo describió Antonio Guzmán Blanco, el país era como un
cuero seco, que al pisarlo por un lado se le levantaba por el
otro.
El siglo XIX ha sido descrito por casi todos los
historiadores venezolanos como un tiempo ruinoso, de unos
venezolanos sin estado nacional, cuyos campesinos y productores
sobrevivían en tierras asoladas por la langosta de múltiples
ejércitos, que lo recorrían una y otra vez, comiéndose lo que no
producían, quemando, saqueando lo que no poseían y matando a los
que no estuvieran de acuerdo con ellos, en un enfoque bárbaro de
la vida. Hoy nos ha dicho el presidente Chávez que la Fuerza
Armada Nacional está al servicio de una bandera roja, la suya.
Lo único que no se puede negar en Venezuela, es
que existen unos venezolanos, que quiénes menos fuerza les
atribuyen, creen que son la mitad del país, que no consideran
aun la bandera roja como la bandera nacional. Es mas, que
puestos a escoger, entre banderas, ante la roja enarbolarían una
de distinto color.
Es decir, se nos advierte que estamos de nuevo
en la época en que la Fuerza Armada Nacional está al servicio de
un partido y de un caudillo, que deja de ser un ejército
nacional para colocarse al servicio de un partido cuyo credo es
revolucionario.
¿Que nos resta? Solo que se le enfrente otra
bandera y que sumemos a la propuesta antigua del Presidente,
aquella de ser no un servidor público sino nuestro Libertador,
el efecto complementario: el regreso de la guerra civil.
Nota:
1) En 1901 se alzó el general Luciano Mendoza en Aragua, en lo
que se considera el inicio de la Revolución Libertadora,
financiada y comandada por el general y banquero Manuel
Antonio Matos, contra el régimen de Cipriano Castro, que
logró congregar 16000 hombres. Juan Vicente Gómez, entonces
vicepresidente, después de la batalla de La Victoria, remató
finalmente a la Libertadora en la batalla de Ciudad Bolívar,
el 21 de julio de 1902, después de 50 horas de lucha contra el
ejército del general Nicolás Rolando. Se considera el fin de
las guerras civiles en Venezuela. Enciclopedia Polar. Gomez,
Juan Vicente, p.309. Caracas 1988.
Otro dato, el tioabuelo de otro vicepresidente, Carlos Rangel
Garbiras, invadió Venezuela desde Colombia, apoyado por el
gobierno conservador con un ejército de 5000 colombianos, para
promover un alzamiento contra Cipriano Castro, cuyo apoyo a
las guerrillas liberales se hacía cada vez más evidente para
Bogotá. Lo derrota un general colombiano, jefe liberal, el
Rafael Uribe Uribe, al mando de un ejército de venezolanos, el
27 de agosto de 1901.
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