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Esa guerra inventada 
por Lucy Gómez
sábado, 11 febrero 2006

 

Hay vientos de guerra soplando alrededor de Venezuela. De todo tipo, internas y externas, de alta y baja intensidad, según nos dicen.  Se quiere que la gente en la calle se preocupe por  los desplantes del presidente Chávez, empeñado en conversar de tú a tu con  George Bush y Tony Blair, montado en los únicos cañones que posee,  los del petróleo. 

Logra que le respondan de cuando en cuando. Le botan una embajadora por aquí, le dicen una grosería por allá, que por supuesto infla, tratando de que lo veamos como un David enfrentándose al Goliat del imperialismo y  tratando de hacernos creer que esa es la guerra que importa. Aquella en la que él, supuestamente nos llevará a la victoria o por lo menos, a la gloria. ( No sé que tanto le importe ese tipo de gloria a usted, pero a mí, francamente no me llama la atención). 

Es bueno recordar que ya hemos visto algunas muestras del comportamiento  presidencial en algunos conflictos mucho menos intensos que una invasión norteamericana o inglesa. Basta recordar nada más que el 4 F y el 11 de abril, momentos claves en la historia personal del comandante. Y digo personal, porque el mismo repite una y otra vez que el líder del proceso es él, que quién decide es él  y es a quién hay que referirse para saber  si aguantaremos hasta el último hombre y haremos de Venezuela el país victorioso de una guerra asimétrica, ya que  él es el comandante  en jefe   indiscutido de quién tenga armas en este país. 

En esas dos situaciones, la primera reacción de Chávez  fue rendirse. Luego,  encontró   el poder por obra y magia  de su fuerza política y la debilidad de sus oponentes, pero  en el momento de la lucha,  no fue que ofreció su pecho ardoroso, ni que se enfrentó hasta la última gota de sangre. No, mas bien, buscó la ayuda  de quiénes pudieron dársela, quiénes inclusive los acompañaron para que no le pasara nada. Y así fue. Tanto en su intentona golpista y en la cárcel de Yare, donde una nube de profesores y periodistas lo protegieron, animaron y promovieron, como en   el golpe de Carmona, o si no que lo digan la iglesia católica y los videos. 

 Así que  en todo caso, si nos declaran la guerra, pues que salgan Chávez y la reserva a pelear. El resultado es conocido. Chávez se rendirá rápido, buscará un mediador para que lo saque para Cuba y la reserva luchará  hasta  donde lo lleve su comandante. Como ustedes ven, no creo que aquí  nadie realmente se vaya a enfrentar contra nadie. El problema no es esa guerra “inminente” porque  hasta ahora, ese  conflicto” mundial” no pasa de un intercambio de malacrianzas diplomáticas. Veamos que otra batalla se avizora. 

¿Y aquí que va a pasar?  

Y créanme, la pelea es la misma de siempre. El frente interno venezolano donde hay dos guerras, una del gobierno contra  la oposición y otra de la oposición entre sí. Permítanme  no hacer el centro de este artículo la lucha  del gobierno contra  la oposición, porque como todo el mundo sabe,  los chavistas están en la fase de “search and destroy”. Ya  ganaron, y ahora están  cortando cabezas, léase Súmate, Patricia Poleo, los supuestos asesinos de Anderson, los firmantes del golpe de Carmona y cuanto líder vean sospechoso de crecimiento. La idea es escarmentar y que nadie se atreva a levantarse, criticar ni pelear más. 

La otra guerra es tal vez la única en la que  el ciudadano común puede participar de manera activa. Uno de sus momentos estelares se librará en diciembre,  cuando se supone que se reelegirá con o sin  nosotros al comandante Chávez.

Pues bien, en esa guerra, desde ya se enfrentan en una pequeña batalla los que se creen candidatos electos por la gracia divina para ser presidentes de Venezuela: Julio Borges, Teodoro Petkoff, Manuel Rosales, los Salas, Roberto Smith, etc. etc. Y también quiénes se pelean por su pequeña cuota de liderazgo oposicionista.

La mayoría de estos candidatos y /o líderes políticos tienen varias características: primero, son capaces de reunirse durante siete años con las mismas personas sin llegar a acuerdos prácticos, segundo, no parece haber manera en que dejen de creer que son importantes y por eso (y tercero) no están dispuestos a someterse a ningún tipo de consulta, ya sean encuestas o elecciones directas que los aterrice en - 10 % histórico. (Algunos no suben ni del 2 por ciento). 

En ese pleito, soy partidaria de que se desgasten y después que coman de lo que menos le gusta. Fue la receta de la marea abstencionista de diciembre pasado, que no convocó el gobierno, evidentemente, ni ellos tampoco, porque se retiraron obligados a última hora de las elecciones parlamentarias.

Esta vez, ya en febrero  ha empezado la campaña electoral, la de Chávez contra Bush y la de la oposición contra ella misma. Nosotros, los votantes, los ciudadanos, las víctimas. los pacientes, los peatones, pues,  los vemos desde lejos hacer boxeo de sombra y yo por lo menos, seguiré sin moverme de mi casa. 

Hay que  dejar que se sigan matando ellos solos que ya bastante tenemos  diariamente, con defendernos contra la inseguridad, el hambre, el desempleo, el despilfarro de nuestro dinero a nombre del proceso revolucionario,  para anotarnos  en guerras inventadas.

lucgomnt@yahoo.es    

 
 
 
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