Hay
vientos de guerra soplando alrededor de Venezuela. De todo tipo,
internas y externas, de alta y baja intensidad, según nos
dicen. Se quiere que la gente en la calle se preocupe por los
desplantes del presidente Chávez, empeñado en conversar de tú a
tu con George Bush y Tony Blair, montado en los únicos cañones
que posee, los del petróleo.
Logra que le
respondan de cuando en cuando. Le botan una embajadora por aquí,
le dicen una grosería por allá, que por supuesto infla, tratando
de que lo veamos como un David enfrentándose al Goliat del
imperialismo y tratando de hacernos creer que esa es la guerra
que importa. Aquella en la que él, supuestamente nos llevará a
la victoria o por lo menos, a la gloria. ( No sé que tanto le
importe ese tipo de gloria a usted, pero a mí, francamente no me
llama la atención).
Es bueno recordar
que ya hemos visto algunas muestras del comportamiento
presidencial en algunos conflictos mucho menos intensos que una
invasión norteamericana o inglesa. Basta recordar nada más que
el 4 F y el 11 de abril, momentos claves en la historia personal
del comandante. Y digo personal, porque el mismo repite una y
otra vez que el líder del proceso es él, que quién decide es él
y es a quién hay que referirse para saber si aguantaremos hasta
el último hombre y haremos de Venezuela el país victorioso de
una guerra asimétrica, ya que él es el comandante en jefe
indiscutido de quién tenga armas en este país.
En esas dos
situaciones, la primera reacción de Chávez fue rendirse.
Luego, encontró el poder por obra y magia de su fuerza
política y la debilidad de sus oponentes, pero en el momento de
la lucha, no fue que ofreció su pecho ardoroso, ni que se
enfrentó hasta la última gota de sangre. No, mas bien, buscó la
ayuda de quiénes pudieron dársela, quiénes inclusive los
acompañaron para que no le pasara nada. Y así fue. Tanto en su
intentona golpista y en la cárcel de Yare, donde una nube de
profesores y periodistas lo protegieron, animaron y promovieron,
como en el golpe de Carmona, o si no que lo digan la iglesia
católica y los videos.
Así que en todo
caso, si nos declaran la guerra, pues que salgan Chávez y la
reserva a pelear. El resultado es conocido. Chávez se rendirá
rápido, buscará un mediador para que lo saque para Cuba y la
reserva luchará hasta donde lo lleve su comandante. Como
ustedes ven, no creo que aquí nadie realmente se vaya a
enfrentar contra nadie. El problema no es esa guerra “inminente”
porque hasta ahora, ese conflicto” mundial” no pasa de un
intercambio de malacrianzas diplomáticas. Veamos que otra
batalla se avizora.
¿Y aquí que va a
pasar?
Y créanme, la pelea
es la misma de siempre. El frente interno venezolano donde hay
dos guerras, una del gobierno contra la oposición y otra de la
oposición entre sí. Permítanme no hacer el centro de este
artículo la lucha del gobierno contra la oposición, porque
como todo el mundo sabe, los chavistas están en la fase de
“search and destroy”. Ya ganaron, y ahora están cortando
cabezas, léase Súmate, Patricia Poleo, los supuestos asesinos de
Anderson, los firmantes del golpe de Carmona y cuanto líder vean
sospechoso de crecimiento. La idea es escarmentar y que nadie se
atreva a levantarse, criticar ni pelear más.
La otra guerra es
tal vez la única en la que el ciudadano común puede participar
de manera activa. Uno de sus momentos estelares se librará en
diciembre, cuando se supone que se reelegirá con o sin
nosotros al comandante Chávez.
Pues bien, en esa
guerra, desde ya se enfrentan en una pequeña batalla los que se
creen candidatos electos por la gracia divina para ser
presidentes de Venezuela: Julio Borges, Teodoro Petkoff, Manuel
Rosales, los Salas, Roberto Smith, etc. etc. Y también quiénes
se pelean por su pequeña cuota de liderazgo oposicionista.
La mayoría de estos
candidatos y /o líderes políticos tienen varias características:
primero, son capaces de reunirse durante siete años con las
mismas personas sin llegar a acuerdos prácticos, segundo, no
parece haber manera en que dejen de creer que son importantes y
por eso (y tercero) no están dispuestos a someterse a ningún
tipo de consulta, ya sean encuestas o elecciones directas que
los aterrice en - 10 % histórico. (Algunos no suben ni del 2 por
ciento).
En ese pleito, soy
partidaria de que se desgasten y después que coman de lo que
menos le gusta. Fue la receta de la marea abstencionista de
diciembre pasado, que no convocó el gobierno, evidentemente, ni
ellos tampoco, porque se retiraron obligados a última hora de
las elecciones parlamentarias.
Esta vez, ya en
febrero ha empezado la campaña electoral, la de Chávez contra
Bush y la de la oposición contra ella misma. Nosotros, los
votantes, los ciudadanos, las víctimas. los pacientes, los
peatones, pues, los vemos desde lejos hacer boxeo de sombra y
yo por lo menos, seguiré sin moverme de mi casa.
Hay que dejar que
se sigan matando ellos solos que ya bastante tenemos
diariamente, con defendernos contra la inseguridad, el hambre,
el desempleo, el despilfarro de nuestro dinero a nombre del
proceso revolucionario, para anotarnos en guerras inventadas.
lucgomnt@yahoo.es