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Los métodos del terror 
por Lucy Gómez
sábado, 8 abril 2006

 

Los métodos del terror que las fuerzas del desorden utilizan contra la población venezolana en estos días, me indican que estamos siendo sometidos a una operación de insensibilización social, que extiende sus tentáculos, intentando aferrarse por un mecanismo típico, a nuestras pesadillas y a nuestra vida coti-diana.

No basta el deterioro económico. Para hundir a una sociedad en el infierno, hay que eliminar todos los lazos que unen a sus miembros con la dignidad humana, con su civilización y con los niveles de supervi-vencia física y mental aceptados universalmente. Así como la indigencia aleja a la persona del entorno social, haciendo que el individuo piense sólo en lo que garantiza su vida y no en lo que asegura su orgu-llo, su dignidad y su comodidad, la recurrencia de la muerte es otro método que elimina la convicción del valor innegociable de la vida del hombre. Hay una lacra llamada psicopatía, que hace que no se experi-menten sentimientos por los otros y que no importe su dolor, sus sentimientos ni su desaparición. Así los demás pueden eliminarse sin que se sienta nada, más que el mismo asco que experimentamos al pisar a una cucaracha, si acaso. Otros, sienten placer, exultación o gratificación tras la tortura y el asesinato.

Y esta recurrencia de la muerte produce una suerte de psicopatía social en los grupos humanos. Cuando hubo guerras, secuestros sin cuento en otros países de Latinoamérica ¿no les preguntaron alguna vez que porqué nos quejábamos tanto de una muerte, de un secuestro, cuando que eso “no era nada” porque en su país (Argentina, Brasil en la época de las dictaduras, Colombia y Centroamérica), había miles de secues-trados, de muertos, de torturados?

A mí sí.

Debo reconocer que en ese momento pensé en todos esos clichés que nos apartan de la angustia. Que no-sotros somos distintos, que el carácter del venezolano es muy bueno, que la tradición del sicariato aquí no existe, que los carteles de la droga no dominaban el gobierno, que la nobleza del venezolano y todas esas pajas.

Y henos aquí

Un secuestrado y muerto tapan al otro. La de los tres niños y su chofer, a la del empresario Sindoni. Y la del empresario a los universitarios de Kennedy. La de otro periodista se superpone a todas aquellas. Ya uno piensa que la muerte del fotógrafo Jorge Tortoza, que mataron el 11 abril de 2002, fue un suicidio, porque tras 4 años, nada se sabe. Nada se sabe tampoco del asesinato del fiscal emblemático del gobierno, Danilo Anderson, hace año y medio. Así, sólo nos queda esperar para saber el nombre del próximo muer-to.

Y esa es la idea, acostumbrarnos como sociedad a comernos los unos a los otros. Si los mecanismos del estado no funcionan, si las muertes van llenándonos el ambiente, ¿que queda sino convertirnos en una so-ciedad donde la única defensa es la huída o la violencia? S no hay posibilidad de sancionar a los asesinos, a los violadores, a los secuestradores que aumentan en proporción geométrica, ¿que nos queda sino espe-rar que quienes tienen ese tipo de enfermedades de la conducta se crean impunes e inviertan mas tiempo y esfuerzo en esas actividades milenarias que siempre fueron tabú, pero que siguen proporcionándoles riquezas?

Nada nos separa del caos. La distancia es casi milimétrica en este momento en términos sociales. La única indicación de que no hemos llegado al punto cero han sido las manifestaciones de dolor de centenares de personas en estos días en el país. Aún, como pueblo, nos duelen los demás. Pero estemos pendientes, de la multiplicación y la impunidad de la muerte. Este país no es el único ni el último en caer víctima de la de-sesperación y el acoso.

lucgomnt@yahoo.es    

 
 
 
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