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Nuestra inmensa sopa de violencia
por Lucy Gómez
sábado, 4 noviembre 2006

 

El uso de la. amenaza y de la agresión física contra ciudadanos en distintas regiones, en hechos relacionados o no con la campaña electoral, dan cuenta del ambiente en que se vive en Venezuela en estos días. 

Se han producido  casos emblemáticos del abandono y el desprecio en que el gobierno  tiene a los trabajadores de determinados sectores, como el de la agresión indiscriminada con armas a mineros y pescadores, tanto como se presencian estallidos  aparentemente pequeños,  los pedacitos de violencia que se sufren  todos los días al usar  diferente  vías de comunicación como el metro o el transporte  superficial de nuestras ciudades, o simplemente al permanecer  en la calle. 

No hay día  en que no se detenga el metro en Caracas, por un suicidio o porque los usuarios desesperados se enfrentan entre sí o con los empleados de  seguridad del subterráneo,  a golpes o a tiros. Ya la autopista Regional del Centro puede publicar su extenso y rico libro de novedades., que sería un best seller de tantos choques múltiples, manifestaciones y colapsos varios, cada uno con una historia a cual mas chocante. 

Los ladrones también andan desesperados con la cantidad de dinero que huelen en la calle. Es normal ya el uso de bebés y menores de edad para cometer delitos. En la última semana, se registraron secuestros, atracos y asesinatos usándolos para distraer a las víctimas. 

También se ejerce  violencia sobre el ciudadano votante. Todos los días lo amenazan. Por ejemplo, en toda la vía de la avenida Libertador, por arriba y por debajo, están pintadas las paredes con «Si te atreves, te arrepentirás". Abajo habría que ponerle una firma: la esvástica. 

Durante  una intervención dentro de PDVSA, que había seguido a una semana donde llegaron a las redacciones de los periódicos, las fotocopias de las  advertencias escritas contra los trabajadores petroleros que no dieran dinero a la campaña del presidente Chávez y que no se presentaran vestidos de rojo a los actos proselitistas, el ministro de Energía y Presidente de la casa matriz, Rafael Ramírez  protagoniza lo que en otro país le hubiese costado no solamente el puesto, sino una multa millonaria y  la expulsión  de los cargos de administración pública por un largo periodo, debido a que  utilizó su investidura,  pagado por todos los contribuyentes, para  propósitos fraccionales políticos y  en beneficio de sus intereses personales. 

El Presidente, un día después, lo anima y además, seguidamente amenaza a los dueños de las televisoras con revocarles la concesión en marzo de 2007. De paso, al igual que el ministro,   amenaza implícitamente a los trabajadores de esas plantas con dejarlos sin trabajo. Ya que todo el mundo, en este país tiene que  ser de su partido. La imposición en el trabajo, los empujones en la calle, la explosión de delincuencia están presionando a un gran número de venezolanos. 

No sé que sienten ustedes cuando los obligan a hacer algo. Yo generalmente lo que siento es rabia. Y la presión que hay en Venezuela por convertirnos en una masa monocolor en lo político,  sujeta además, sin defensa a  la delincuencia, es   intensa. 

Es curioso. Tengo la tentación de dejar este artículo hasta aquí. Pero me veo obligada a comentar que  la rabia se manifiesta de muchas formas. Hay quien la deja salir y hay quien, al no poderlo hacer, la acumula o la manifiesta  de modos  alternos, generalmente perversos. La carga de rabia acumulada en. Venezuela en los últimos años es verdaderamente impresionante. Y los signos de su existencia  se escapan por pequeños huequitos de conflicto social.  Habría que tener en cuenta las definiciones sobre la violencia venezolana:   tiene un alto componente ritual, es decir que  se ejerce como un fin en si misma y no solamente para alcanzar objetivos económicos o políticos, es caótica, por lo cual carece de sentido estratégico o de modalidades de organización en torno a ejes que  la regularicen. Es impredecible, puede sorprender en cualquier lugar  o tiempo y   es desproporcionada, tanto por  que la reacción sea desmedida,  comparada con el estímulo inicial o porque aparece sin explicación. Cada vez menos hay  mecanismos  sociales  que resulten efectivos para contenerla.  (1)  

Estamos inmersos  en una  inmensa sopa de violencia. Harían bien en no seguirla calentando. 

Nota: 
1)  Luis Pedro España en La Naturaleza de la Violencia Social. Sic. mayo 1993.

 lucgomnt@yahoo.es    

 
 
 
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