Hay
un poco de gente molesta porque un muñeco disfrazado de Bolívar
desfiló como comparsa en el carnaval de Río. Y también porque el
gobierno venezolano pagó una millonada para participar en esa
fiesta apoyando a la escuela de samba Vila Isabel, que ganó el
concurso.
Molestia inútil,
porque a menos que el carnaval de Río tuviese las mismas
características de los desfiles de Semana Santa en Sevilla,
cualquier representación bolivariana hubiese causado igual
molestia. Yo entiendo las ganas de la oposición de agarrarse de
cualquier metida de pata del gobierno para culparlo de violador
de los sagrados principios fundamentales de la patria, pero
démonos cuenta primero, de que al gobierno no le interesa
mostrar ningún respeto a la oposición nacional o internacional,
sino provocarlas cada vez para obtener reacciones agresivas, con
el fin de compactar sus filas y antagonizar al país, cosa que le
ha servido perfectamente para quedarse 7 años en el gobierno,
de trapo rojo en trapo rojo. Luego, que en Venezuela sufrimos
de bolivarianitis aguda y no desde ahora, sino más o menos desde
Guzmán Blanco para acá. Los hitos históricos más importantes de
la infección son los excesos del propio Guzmán, de Juan Vicente
Gómez, Eleazar López Contreras, Marcos Pérez Jiménez y Hugo
Chávez para justificar sus propias acciones a costa del
Libertador. (1)
Usada por todos los
bandos para justificar sus propios excesos, la figura de Bolívar
se ha convertido en un emblema, un afiche, una bandera, porque
da para todo y cualquiera puede envolverse en ella, arrogándose
el título de Líder del Proceso, de Benemérito o de Ilustre
Americano. Inclusive en Italia, se unió su nombre al de
Mussolini. (2)
Esas imágenes nunca son la verdadera
persona, sino en el mejor caso una leyenda, una idea, un sueño.
Al Bolívar de verdad, quizá le hubiera divertido bailar en el
Carnaval de Río con las garotas durante días y días. No estoy
tan segura de que le hubiera gustado que pasearan su efigie con
un corazón rojo en la mano, como un Jesús de postal, pero
pueden servirnos de orientación sobre cual habría sido su
reacción ante la comparsa que lo representó, estas palabras
suyas: “ Si algunas personas interpretan mi modo de pensar y en
él apoyan sus errores, me es bien sensible, pero inevitable; con
mi nombre se quieren hacer en Colombia el bien y el mal , y
muchos lo invocan como el texto de sus disparates”.
(3)
El desequilibrio que
nos causa ver mancillados nuestros ídolos debería hacernos
revisar nuestros panteones. Nada nos hace más débiles que dejar
en manos de otro la posibilidad de removernos, ofendernos e
injuriarnos solamente con una palabra o una imagen. Mientras mas
humanos tengamos en los altares, más fácil será hacernos
molestar y pasar de la suprema rabia a las acciones, que por
impensadas pueden volvérsenos perjudiciales, a fuerza de
violentas.
Ya lo decía uno de
los hombres mas modernos que he leído, nacido en Argentina en
1810, Juan Bautista Alberdi. Hay una contradicción fundamental
que ha sacudido, tanto a quiénes vivieron en su época, como a
los humanos de hoy, atrapados entre la verdad y la bondad de las
nociones de libertad y de tiranía. Alberdi dice, que una de las
raíces más profundas de las tiranías modernas en Sudamérica es
la noción del patriotismo y de la Patria, la convicción
grecorromana según la cual, la Patria es una institución
parecida a una iglesia, con poder omnipotente y sin límites con
respecto a quiénes la componen, los ciudadanos. Los sumos
sacerdotes de la patria, los próceres de la independencia en
nuestro caso, se vuelven así intocables, angélicos, dorados,
mitos. No se puede hablar sobre sus contradicciones, sobre sus
fallas, sobre sus errores, sobre sus mujeres o sobre sus
enfermedades, mentales o no, se convierten en dioses o santos y
cualquier comentario que no sea reverencial es un pecado.
Nada más fácil
entonces que los reyes y los príncipes de hoy, los
presidentes, usen ese concepto de patria en contra de los
ciudadanos y en su favor, para hacer cumplir todos sus deseos,
convirtiéndose a su vez en otros mitos, pintándose a si mismos
de dorado. El razonamiento que usan es: “Demos todo por la
patria, la patria soy yo, luego, denlo todo por mí”.
La libertad debe ser
más bien, la del individuo poderoso. Ese individualismo que te
vuelve independiente tanto de la sombra de Bolívar (o de la de
cualquier dios, profeta o héroe) y sus interpretaciones ad
libitum a cargo del intérprete de turno, como de las
provocaciones tipo Carnaval de Río, que se toman entonces como
de quien vienen. “En los pueblos latinos de origen, los
individuos que necesitan un trabajo de mejoramiento general
alzan los ojos al Gobierno, suplican, lo esperan todo de su
intervención y se quedan sin agua, sin luz, sin comercio, sin
puentes, sin muelles, si el gobierno no se los da todo
hecho”...”los estados son ricos por la labor de sus individuos y
su labor es fecunda porque el hombre es libre, es decir, dueño y
señor de su persona, de sus bienes, de su vida, de su hogar...
cuando el pueblo de esas sociedades necesita alguna obra o
mejoramiento de público interés, sus hombres se miran unos a
otros, se buscan, se reúnen, discuten, ponen de acuerdo sus
voluntades y obran por sí mismos en la ejecución del trabajo que
sus comunes intereses necesitan ver satisfecho...”
(4)
Y eso es lo que nos
hace falta. Mientras otro hombre providencial use el nombre de
la patria para hacernos morir por ella, estaremos en sus manos,
sin voluntad ni unión, muñecos de otro, víctimas de nuestra
propia insignificancia como ciudadanos libres. No importa cual
sea el signo político o religioso de ese nuevo Libertador. Ojalá
no tuviéramos más libertadores que nosotros mismos y pudiésemos
labrar tranquilos un país menos glorioso, más trabajador y más
próspero.
Notas:
1)
Ese punto es tema de dos excelentes trabajos de investigación:
“Bolívar de izquierda, Bolívar de derecha, Nación y
Construcción Discursiva”, de Inés Quintero y “Un héroe para
todas las causas: Bolívar en la historiografía”, de Nikita
Harwich Vallenilla, una conferencia dictada el 29 de octubre
de 2002 en el marco del seminario La Figura de Bolívar en la
novela hispanoamericana del siglo XX, en la Universidad de
Paderborn (Alemania).
2) “Garibaldi y Bolívar: los dos héroes mas representativos
del genio latino. Garibaldi y Bolívar -exclama el orador- son
los dos campeones de la idea latina; dos libertadores; dos
gigantes que identificaron la Patria con sus mismas
vidas...Cuando una estirpe, una nación, están en peligro,
cuando se encuentran ante la disyuntiva de la vida o de la
muerte, y se proponen hallar nuevos caminos para su propio
futuro, en ese momento, desde lo mas hondo de sus entrañas, se
manifiestan los héroes y los dictadores. El Duce
Mussolini es la encarnación histórica en la cual veo
reproducidos algunos aspectos del espíritu bolivariano, lo
cual debe hacernos suponer la existencia de verdaderas leyes
superiores reguladoras (de la evolución histórica)...En el
Duce encontramos la misma religiosa audacia del dictador
Bolívar, la misma fe inquebrantable en el propio destino y en
el de la Patria”. Discurso de orden pronunciado por Ezio
Garibaldi (nieto de Giuseppe Garibaldi), ministro
Plenipotenciario de su Majestad Víctor Manuel III el 12 de
diciembre de 1930 en la sesión solemne de la Cámara de
Diputados (presente Mussolini y todos los miembros de su
gabinete). Citado por Alberto Filippi en “El Libertador en la
Historia Italiana. Ilustración, Risorgimiento, Fascismo”.
Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, No.85.
Caracas. 1987.
3)
Carta de Simón Bolívar a Antonio Leocadio Guzmán, Popayán, 6
de diciembre de 1829. en Obras Completas, Tomo II, pp.
836-837. Citado en “Bolívar de izquierda, Bolívar de derecha”
de Inés Quintero.
4)
“La Omnipotencia del Estado es la negación de la libertad
individual”. Juan Bautista Alberdi. Discurso pronunciado en el
acto de graduación de la Facultad de Derecho y Ciencias
Sociales, de la Universidad de Buenos Aires, el 24 de mayo de
1880. Obras Selectas. Cato Institute. Página Web:
www.elcato.org
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