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¡Tienen un analfabético en el Hilton! 
por Lucy Gómez
sabado, 29 octubre 2005

 

Ya me había parecido a mí que la indiferencia del  pueblo llano se  estaba condensando, cuando no había ni cien chavistas frente al TSJ, el día que los magistrados decidieron que las Morochas son expresión auténtica de la voluntad popular, en defensa de la representación proporcional de las minorías. Que raro. En otro momento, hubieran volando Bin Ladens, botellas y piedras, nada mas que los chavistas hubieran visto el perfil  adeco de  Henry Ramos Allup, no digamos al ver el  de agentes de la CIA que tienen los  representantes de Súmate,  según el gobierno.

 

Al día siguiente, todos los periódicos titularon con esa decisión. La oposición reaccionó con una rueda de prensa, todos sus líderes frente a las cámaras, llamando a votar. Pero, de nuevo  la gente en la calle no hablaba del punto. Todo el mundo estaba  embebido más bien en el dramático triunfo de Oswaldo Guillén.

 

La jornada me siguió pareciendo más indiferente que política, cuando después de pasar por varias estaciones del metro, vi repetirse la misma escena de las municipales, frente a las mesitas donde se enseña a la gente a votar. Un soldado coqueteando con la muchachita que se ocupa de demostrar a los interesados como funcionan las máquinas de votación, nadie en cola.

 

Además, caso rarísimo, estaban libre los torniquetes y había inmensos retrasos en los túneles.

 

La conversación en los vagones, de quiénes podían hablar, ya que la mayoría de los pasajeros  estaba apechugados unos contra otros, estaba dividida en dos bandos, los empeñados en averiguar porqué la entrada al metro estaba libre  y  quiénes  calculaban cuanto iba  pedir Guillén a los Medias Blancas después de haber ganado la Serie Mundial.

 

Con esa experiencia sudorosa, a la tarde decidí tomar más bien una camioneta para ir al trabajo. No estaba nada ganada a volver a los túneles, porque si lo de la mañana no había sido operación morrocoy, a lo mejor la liberación de los torniquetes había sido por el asesinato a tiros de un repartidor de tarjetas frente al Metro de Propatria  hacía unas horas, del que me acababa de enterar. No era cuestión de tentar que decidieran acuchillar a otro  en la estación más cercana.


La acera de la avenida Bolívar se veía congestionada, pero  no parecía nada especialmente extraño. Como no pasaban muchas camionetas hacia el este, la gente le preguntaba a un  hombre encargado de buscar pasajeros. De esos que gritan, “! Chacaito, Chacao, Petare, hay puesto, hay puesto”. O ¡CCCT directo! , que era lo que estaba pasando.

 

Mientras, cruzaban la avenida  unas muchachas vestidas de rojo. El hombre informó a gritos: “! Lo que pasa es que tienen un analfabético en el Hilton. No se puede pasar!” Las muchachas se murieron de la risa y un poco amoscado, trató de arreglar la cosa:" Bueno, Puede ser que haya más de uno".

 

Sin hacer caso de las indicaciones del destino, abordé la camioneta,  con 30 grados a la sombra. Se oyó todo el tiempo  la cadena  de radio,  en un viaje que habitualmente se hace en cinco y  duró mas de cuarenta minutos, porque efectivamente, todos los accesos al Teatro Teresa Carreño estaban cortados por camiones de la GN, la policía y una cantidad de autobuses que venían del interior, estilo mitin de campaña del MVR,  debido a que declararon a Venezuela Territorio Libre de Analfabetismo.

 

A todo volumen en la radio del chofer, el ministro de Educación, Aristóbulo Istúriz, repetía aquello de  que hay 99 % de alfabetos en Venezuela y uno por ciento de ignaros irreductibles, como el analfabético de la parada. Luego se oyó la voz de una joven le daba un saludo revolucionario al comandante Chávez. Mientras,  mi compañero de asiento bostezaba  aparatosamente.

 

Al llegar a su destino, algunos saltaron sobre unos montones de basura y una cloaca rota para  ganar la acera y tratar de cruzar la calle, donde los choferes, enloquecidos trataban de ganar en velocidad  el tiempo que habían perdido en aquel enorme tapón de tránsito que duró toda la tarde. Unos peatones  más compasivos que otros,  se detuvieron al lado de una indígena descalza, con su niñito desnudo  que jugaba entre las ventas de los buhoneros y la cloaca. Le dieron algunas monedas.

 

Menos mal que el analfabetismo no es tan visible como la suciedad y la indigencia, así se puede declarar extinto sin miedo a brotes violentos de burralidad.

lucgomnt@yahoo.es    

 
 
 
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