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La vecindad mediática 
por Lucy Gómez
sábado, 22 octubre 2005

 

Mi vecino no pudo contenerse hoy. Me agarró en el ascensor y no aguantó la tentación de meterse conmigo. Porque la idea - ya me di cuenta al ver como reaccionó ante mi respuesta - es molestarme. No le interesa de verdad si yo sé o no cuanto se gasta este gobierno en los pobres, ni porque mis amigos me invitan a veces a programas de TV, ni porqué no soy chavista. Lo que le ocurre es que le revuelvo el estómago y cuando no corre el riesgo de quedar en ridículo ante el público del ascensor, se afina.

Esta vez, íbamos solos. Nos saludamos. Me dijo “licenciada” (que raro, en vez de “señora puajjj!”, que es como siempre me dice). Cuando voy llegando a mi piso, me suelta aquello de: ¿ En Venezuela hay o no hay libertad de expresión? Porque al Presidente lo insultan todos los días. Al colocar el pie fuera del ascensor no pude contenerme, y le contesté con otro lugar común: “Sí y ponen presos a periodistas todos los días”.

Logró su objetivo. Me molestó. Lo vi en su sonrisa satisfecha poco antes que la puerta del ascensor cerrara.

No se trata de una discusión retórica. Es verdad que todos los días, en la prensa venezolana y por Internet, se publican ataques a Chávez. También que el insulto puro y simple y la ridiculización eran mas comunes hace dos años, antes del paro y la aprobación de la Ley Mordaza, pero aún son bastante numerosos.

En respuesta, los periodistas han pasado de ser redactores de noticias, entrevistadores o anclas de televisión, a protagonistas, ocupando primeras páginas y cabezales de las secciones de tribunales y sucesos. Además, la cosa arrecia.

Algunos aún son recordados por su muerte o los golpes que recibieron. Por ejemplo, acabo de recibir un correo de un grupo que no quiere que se olvide el revulsivo 2002, donde volví a ver al fotógrafo Jorge Tortoza, muerto  el 11 de abril, como también a los periodistas golpeados en la escaramuza de Chuao.

Otros son noticia porque les allanan el periódico (caso La Razón) y tragan grueso ante las cámaras de televisión, como Alejandra Hurtado de López Ulacio hizo, al ver como policías de la División de capturas del CICPC esculcaban la redacción del semanario que dirige, en una típica acción intimidatoria para obligarla a entregar las señas de uno de sus columnistas. (1)

Walter Martínez, al otro lado del espectro político, también estuvo  presidiendo los noticieros de la televisión, al denunciar corrupción en el gobierno. Cuando lo sacaron del aire, provocó manifestaciones y se llevó en los cachos noticiosos a Mario Silva García, conductor de la Hojilla en el mismo Canal ocho, quién al defender a Martínez  recibió también su coscorronazo presidencial. Por cierto, otra noticia judicial fue la demanda de la periodista Ibeyise Pacheco contra Silva, porque la acusó en su columna de tener vinculaciones delictivas.

Después que Martínez dispuso de las cámaras durante una semana, hasta que el Presidente se lo sacudió en un Aló con su gentileza característica, le dio paso en los titulares a otro compañero de lucha, Miguel Salazar, director de Las Verdades de Miguel,  quién coincidió con Walter en la necesidad de hablar personalmente con Chávez para solucionar su caso. El promedio de  soluciones en las entrevistas con Chávez no le da chance de salir bien de su situación. 99 % de  los chavistas que intentan hablar con el Presidente, creyendo todavía que son sus amigos personales, reportan llamadas que no les atienden, entrevistas que nunca se producen o respuestas por Gaceta Oficial o por el Aló, generalmente destempladas, en el mejor de los casos.

La directora de El Nuevo País, Patricia Poleo, ha sido noticia por enésima vez la semana pasada, al exigirle al Fiscal General que defina si es acusada o no en el caso Anderson. Aunque la Fiscalía lo negó, también el rumor y la amenaza en su caso se han vuelto cotidianos.

La columnista y candidata a diputada, Ibeyise Pacheco,  dio una rueda de prensa,  porque uno de sus acusadores, el  coronel Bellorín, no quiere que la elijan y trata  que su querella por difamación, se convierta en el mecanismo  inhibidor del derecho que le asiste a  ella, de defenderse de la veintena de  procesos que se le siguen, agarrándose de la inmunidad parlamentaria.

Así que Walter perdió su programa Dossier. Miguel está obligado a comparecer ante un juez y el titular de su periódico este viernes describe como se siente : "Censurado, prohibido denunciar”. Los López Ulacio, uno exiliado y la otra allanada, siguen siendo blanco de las amenazas de los ministros del régimen. Poleo y Pacheco enfrentan condenas en alguno de los juicios que les sigan, una vez que se le quite al gobierno la idea de lo peligroso que puede ser encerrarlas,  como se les quitó la que tenían antes de comenzar a encerrar a militares y policías.

El mandatario insultado e incomprendido, viaja mientras tanto expresando la rabia que le produce el gremio periodístico, en ruedas de prensa donde sigue el patrón que tenía en Caracas antes de dejar de hablar con la prensa nacional del sector privado. Primero se hace el simpático, luego, pregunta de dónde es la persona, y quién lo emplea. Seguidamente, descalifica al periodista y a la pregunta de una vez,  puesto que toda aquella interrogante que haga un empleado de cualquier medio de comunicación que haya publicado algo que no sean loas sobre el gobierno venezolano, es un títere de la CIA, o de la oligarquía, un idiota que no entiende que ha sido tocado por la gracia, al serle permitido dirigirle la palabra al vicario de Bolívar en la tierra.

Si pasa como  recientemente en París, pasados los nervios iniciales, habiendo respondido si uno es colombiana o no y de dónde, y si nuestro amo es El Tiempo, Newsweek o Le Matin, hay que tragarse el condescendiente comentario acerca de cómo los medios y los periodistas nunca saben  ni dicen la verdad de lo que pasa en Venezuela. Finaliza el periodista constatando, al probar sólo un gramo de  lo que pasa en la relación entre el gobierno y los comunicadores venezolanos, como es que en Venezuela hemos llegado a satanizarnos unos a otros, a maltratarnos tanto.

Y eso que hasta este momento he hablado de este tema como que si los insultos y las descalificaciones hacia Chávez valieran lo mismo que la prisión, los allanamientos, los golpes, los repetidos procesos  y demandas y  los atentados (remember Marta Colomina). Pero no son iguales. Un insulto y un asesinato no valen lo mismo. Perder el trabajo no es la consecuencia lógica de hacer una denuncia de corrupción que cae mal. Convertirse en dirigente de oposición, por más extrema que sea, no es delito  que justifique repetidas demandas y amenazas. La incomodidad  de un mandatario no da derecho a  alentar la animadversión  de un  sector de fanáticos políticos contra un gremio.  

Notas 

1) “ Por orden del juez 19 de Control, Gúmer Quintana Gómez, funcionarios de la División contra la Delincuencia Organizada del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas allanaron la sede del semanario La Razón, en Candelaria. Según la orden N° 016-05, fechada el 28 de septiembre de 2005, el objetivo del allanamiento era lograr la plena identificación de Luis Felipe Colina, quien suscribe la columna Carrusel Político y específicamente la publicada en la edición del 10 al 17 de octubre de 2004” . “CICPC allanó sede de La Razón en busca de Luis Felipe Colina”. Edgar López.  EL UNIVERSAL.04/10/2005



lucgomnt@yahoo.es    

 
 
 
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