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El desequilibrio como destino 
por Lucy Gómez
sábado, 11 junio 2005

 

Una sensación de vértigo lo invade a uno cuando nota la profundidad del irresoluto conflicto de Bolivia. A cada petición de Evo Morales, ceden los representantes del gobierno, pero se profundizan las diferencias entre el pueblo boliviano. 

¿Creían al empezar a leer que estaba hablando de Venezuela? También es posible. Casi todos los países de América Latina, tienen ese problema de cuerosequismo. Nos pisan por un lado y nos levantamos por el otro. Hemos sido amasados como naciones, sin que las regiones que nos integran tengan identidad de propósitos e intereses compartidos. Que se note mas esa división en Bolivia entre la gente del Alto y los indígenas, que entre centrales y andinos venezolanos, es un asunto de tiempo histórico y acumulación de riquezas, que aliviaron esas tormentas en Venezuela, mientras las agudizaron entre los bolivianos. 

La manera de enfrentar los problemas parece ser bastante parecida en todo el continente. Enfrentados a líderes populistas, carismáticos y con un poder violento y creciente, ya sea natural o inducido, en esta década, la respuesta de una gran mayoría de los dirigentes políticos y sociales es evadir el conflicto, tomando la bandera de una paz a toda costa, que no evita los desenlaces armados, sino que los alimenta con todo cuidado. No hay nada que excite mas a un depredador que el olor de la sangre de su enemigo. Es difícil que la cadena de humillaciones a los opositores en Venezuela acabe, cuando bajan la cabeza la primera vez.  

Quiénes creyeron que bastaba con quitar su firma de la lista de Tascón para que le dieran otra vez trabajo en el gobierno de Hugo Chávez, se han visto marcados como Caín en la creación del nuevo mundo chavista donde se les sigue impidiendo el acceso por desconfianza a cargos, contratos y otros beneficios. Quiénes piensan que Evo Morales se detendrá después de haber logrado la renuncia del presidente Mesa y de sus dos sucesores constitucionales también se equivocan, guardando las distancias. Forzará la barra hasta que le den la presidencia, aunque el país se rompa por la mitad. 

Lo mismo pasó en Europa, cuando Neville Chamberlain, el canciller que antecedió a Winston Churchill creyó conseguir la paz para Inglaterra con su política de apaciguamiento,  al firmar el pacto de Munich con Hitler. Porque lo que hizo Hitler fue seguir mordiendo. Inmediatamente invadió Checoslovaquia y el mismo Chamberlain tuvo que declararle la guerra cuando invadió a Polonia, viéndose obligado a renunciar poco después. Dicen que ha llegado el tiempo de los líderes socialistas en el continente, pero es posible que lo que haya llegado es el tiempo en que nos demos cuenta cruelmente que mientras confiamos nuestro destino a estos líderes carismáticos, sean militares o civiles, socialistas o capitalistas, por ponerles algunas etiquetas, no hacemos sino lamentarnos de las consecuencias, cada vez mas graves de nuestros desequilibrios que ellos agravan. Y los desequilibrios no se curan colocando mas poder en la balanza del que grite y amenace mas, o en la de quién posea una irresistible simpatía, que nos diga todo lo que queremos oír.
 

Solo si nos resistimos estructuradamente a la tentación de ceder siempre en nombre del miedo, la comodidad o el placer, podemos construir naciones coherentes. A los venezolanos, nos falta evidentemente en este momento la capacidad de oponernos sin histeria, de resistirnos implacablemente. Estamos en los extremos: o con la revolución o con el exterminio de los revolucionarios y por eso aún somos presa fácil de la desesperanza y de la inmolación inútil, así como del extremismo jalabolas y de la ceguera por el proceso.

lucgomnt@yahoo.es    

 
 
 
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