Pareciera que tras
siete años, al proceso político que en Venezuela se llama
revolución bolivariana, le llegó el tiempo de terminar de
convencer de sus bondades a la población que no la apoya o
someterla a como de lugar para lograr el consenso social que
requiere, en función del cambio profundo que plantea: la
disolución del esquema económico y social en donde nos
formamos.
No es el único
proceso, sea realmente revolucionario o no, al que le llega
esta disyuntiva, mas tarde o mas temprano. Generalmente los
gobiernos revolucionarios se consideran con derecho a imponer
con autoridad la felicidad y escogen la segunda vía. Le pasó a
la revolución rusa con uno de sus hijos mas preciados, León
Trotsky, a Fidel Castro con el Ché Guevara, que estaba mejor en
Bolivia que en La Habana y no hablemos de la Revolución
Francesa, la madre intelectual de las demás revoluciones que se
comió vivo a Robespierre, su vengador preferido.
En Venezuela no
somos los de menos y de acuerdo al comandante en jefe, dueño del
bate, de la madrina, de la pelota y líder del proceso, como lo
recuerda cada rato, ya es hora de que se termine de consolidar
la cosa. Quiere decir que si a esta hora, la mayoría de los
venezolanos, es decir todos los que aparecemos en la lista de
Tascón, no apoyamos a Chávez en género, número y caso, es
momento de inclinarnos con una sonrisa de placer ante su
delicioso yugo (Hay que oír con que gusto repite la comandante
Lina Ron a cada rato “Mátame, pero no me dejes”)
Y
dentro del chavismo, se han hecho moneda corriente, exigir que
se soporte callado las toneladas de recomendaciones,
reafirmaciones de poder, excomuniones, despidos, traiciones y
demás lindezas por parte del Presidente.
Pero como a todos
los regímenes que quieren unanimidad, esos ataques y purgas
no evitan manifestaciones, cuchilladas por la espalda y en la
femoral, divisiones de los partidarios fervientes, así como
tampoco suprimen las protestas de la oposición con o sin
esqueletos, los correos por Internet transmitiendo la nueva
moneda del proceso con la efigie del comandante, ni a los
cientos de desesperados que tratan de dormir en las aceras de
Miraflores, así les echen polvo de pica pica o les caigan a
palos delante de Ultimas Noticias. Es lo que llaman algunos
descomposición social y política, más notoria mientras mas
poder se tiene.
En países como
Venezuela, munidos de un igualitarismo irracional, se produce un
efecto perverso con las imposiciones. Este es un país de negros
alzaos, como decían en el siglo XIX. Vista la sumisión y
resignación con que otras naciones toleraron yugos
gubernamentales durante mas de cincuenta años, no se entienden
los zafarranchos tropicales que se producen entre obreros de
Sidor, porque no les pagan sus prestaciones y estos hombres se
atreven a bloquear la caravana presidencial e increpar al jefe
del estado frente a frente o entre muchachas guaireñas porque
la Guardia Nacional las desalojan de edificios invadidos,
mientras en el interior la misma fuerza invade la hacienda La
Marqueseña.
Tampoco se supone
que a estas alturas existan gobernadores del proceso que monten
tienda aparte, ni columnistas y hombres de TV que crean que los
espacios donde trabajan son de ellos y no admitan con los ojos
bajos todo lo que les imponga el Presidente. Debían de haber
desaparecido las resistencias de la clase media y de los
empresarios, porque en fin, con tanto dinero y fuerza armada
como tiene el gobierno, ¿ porqué todo el mundo no se le pone de
alfombra, por qué algunas personas u organizaciones no pueden
ser compradas, por qué alguien prefiere la dignidad al dinero?
Ya comenzó el tiempo de someter, perdida la batalla por
convencer. Veamos quién gana.
lucgomnt@yahoo.es
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