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Nuestra difícil ciudadanía 
por Lucy Gómez
sábado, 1 octubre 2005

 

Lo que mas me conmovió esta semana, no fueron precisamente las intentos de algunos jalabolas que insistieron en promover a nuestro presidente para el Premio Nobel de la Paz, ni las explicaciones lastimosas del vicepresidente José Vicente Rangel, sobre la estupidez que significa que un alto jerarca del régimen satisfaga sus anhelos de ser cowboy, asaltando una alcaldía porque le retuvieron el arma a uno de sus escoltas. Estas acciones solamente dan idea de lo magro que es el tejido político de nuestro tiempo, que no hace sino repetir, en el primer caso, lo que hizo Rafael Paredes Urdaneta, diplomático venezolano en Hamburgo, cuando propuso a Juan Vicente Gómez para el mismo premio Nobel en 1933, habiendo pasado antes (los aduladores nunca se arrodillan lo suficiente)  por la propuesta de hacerle sendas estatuas a los padres del Benemérito en Mérida y por la grandiosa idea (se la damos a los expertos chavistas) de convertir el Bolívar en el Gómez, por el expediente de hacerle cambiar a la casa Barre, el perfil del Libertador por el del  Presidente  en la moneda de curso legal. No tienen límite. Si los jalamecates  hubiesen vivido en la China de hace 5000 años hubiesen propuesto con éxito a Chávez para Dios.

 

Pasa lo mismo con la descalificación terminante que  hacen los ciudadanos caraqueños de las actuaciones de las autoridades municipales de Libertador. Alguien que no sepa ni como limpiar las calles que le tocan, que tenga que recurrir a hacer peroratas diciendo que ahora convoca a la reserva en vez de poner en orden el centro de la ciudad, no le queda otra sino hacer estas lamentables demostraciones de abuso, donde lo mas triste no es ni siquiera que realicen su opereta en mitad de la calle, sino que los citadinos tengamos que convencernos tristemente que esa es la ralea de políticos que tenemos y que tenemos que vivir mucho tiempo mas con ellos. Son personajes de comiquita. Los rechazamos tanto porque conocemos su arte en hacernos sentir mal dentro de nuestra propia casa, Caracas. 

En ese contexto fétido, a pesar de los pesares, navegan opciones para practicar la  ciudadanía. La protesta sostenida de Francisco Montoya Travieso, C. I. 381 588  porque aun sigue muerto para el REP valenciano y le impiden votar en las próximas elecciones, el trabajo de los vecinos del sureste caraqueño, que siguen pensando  en una Venezuela mejor, construida por gente que quiere armonía, que han trabajado por ordenanzas ajustadas a una Caracas planificada y en paz, son  propuestas que dan la impresión de subsistir severamente desajustadas con respecto a los radicalismos que nos agreden. Las reuniones de cultivadores y comerciantes de orquídeas de Miranda, así como lo hicieron en agosto en Puerto Ordaz y próximamente en Valencia, para  exponer  orgullosamente sus plantas e  intercambiar experiencias sobre lo que significa defender la naturaleza, le dan aliento a uno, para seguir pensando que no es imposible conseguir otro país.

Les pongo como ejemplo, que los cultivadores de orquídeas de Caroní, se encargan, como proyecto institucional, de salvar las plantas que  podrían perderse tras la puesta en marcha de los proyectos de Edelca y no desde ahora. Son ciudadanos de esa Venezuela civilizada que se resiste a morir desgarrada en esta  propuesta de guerra civil.

Yo estoy con esa Venezuela. Con la que  insiste en  seguir trabajando de manera correcta, en lo suyo, aunque, por ejemplo a los periodistas como yo y a otros trabajadores, de otras profesiones y oficios, los sigan insultando y descalificando diariamente. El último ejemplo de ese maltrato es el que se hizo al periodista Walter Martínez, soldado del régimen,  pero el  mismo mal lo sufrimos aquí desde el 99, sin que la mayoría de los comunicadores del proceso, incluyéndolo, se hicieran eco de nuestros dolores. No importa. Que se presione para envolver a todo el mundo en una descalificación continua, si no se es alfombra del régimen, no quiere decir que  los demás dejemos de pensar en como crear otra Venezuela, que incluya  también a estos desgarrados por el odio y el miedo a disentir, a quiénes se dejan llevar por la ola de ovación al dios vivo, al iluminado. Aunque miren para otro lado cuando nos maltratan, e intenten compartir torpemente con nosotros, el pan de la amistad. No excluyamos. Excluir es convertirse en la misma clase de verdugos.

lucgomnt@yahoo.es

 
 
 
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