La
hoy muy civilizada Europa, mantiene el record de haber provocado
las dos guerras mundiales y de haber creado los regímenes
políticos - nazismo y comunismo - más absurdos y criminales que
la humanidad haya padecido.
En el
avance actual del viejo continente, mucho tuvo que ver el hecho
que apenas culminada la segunda guerra mundial, se dio inicio a
los juicios de Nuremberg a través de los cuales se procesó y se
condenó a los jefes de la Alemania de Hitler, bajo cargos de
crímenes contra la paz, contra la humanidad y crímenes de
guerra. Sin embargo, transcurridos hoy quince años desde el
derrumbe del bloque soviético, nada se ha hecho contra los
crímenes cometidos por los diversos regímenes comunistas
totalitarios.
Sin
duda, es chocante constatar como hoy desde la muy democrática
Europa, el criterio de dos pesos, dos medidas se sigue aplicando
al momento de establecer el balance del comunismo.
Una
contundente realidad contra la cual se estrelló el diputado
sueco Goran Lindblad, quien el pasado miércoles 25 de enero ante
la Asamblea Parlamentaria del Consejo Europeo, vio rechazado su
proyecto, el cual buscaba obtener una declaración oficial que
condenara internacionalmente los crímenes de los regímenes
comunistas.
Las
víctimas se calculan en 100 millones de personas, 20 millones en
la antigua Unión Soviética y 65 millones en China. Ejecuciones
individuales o colectivas, represión de manifestaciones y
huelgas, torturas y trabajos forzados.
El
plan del diputado Lindblad igualmente proponía a las naciones
ex-comunistas que hoy forman parte de la organización europea,
el lanzamiento de campañas de sensibilización, el levantamiento
de monumentos que conmemoren a las víctimas, así como la
revisión de los manuales escolares. Un completo reporte que en
definitiva buscaba establecer las evidentes analogías entre el
nazismo y el comunismo. Punto éste que provocó la ira de los
partidos comunistas europeos, los cuales se movilizaron hasta
lograr que el proyecto de Lindblad fuera rechazado.
Guardando las necesarias distancias, la hoy muy “socialista”
América Latina, en el pasado reciente fue escenario de múltiples
y feroces dictaduras militares, que igualmente persiguieron,
reprimieron, torturaron y ejecutaron a cientos de miles de
personas. En la actualidad, la casi totalidad de la región vive
bajo regímenes democráticos, los cuales en su gran mayoría se
fueron instaurando al mismo tiempo que se iban creando sendas
comisiones investigadoras de la verdad. Fue así como se crearon,
en Argentina, la CONADEP, (Comisión Nacional sobre la
Desaparición de Personas); en Chile, la "Comisión de Verdad y
Reconciliación"; y en El Salvador, la "Comisión de la Verdad".
En otros casos, como Brasil, Uruguay, Paraguay y Bolivia, las
Comisiones de la Verdad, surgieron como una opción ética,
gracias a los activistas y organismos de derechos humanos.
En se
sentido, para 1985 la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos, establecía que "Toda sociedad tiene el irrenunciable
derecho de conocer la verdad de lo ocurrido, así como las
razones y circunstancias en las que aberrantes delitos llegaron
a cometerse, a fin de evitar que esos hechos vuelvan a ocurrir
en el futuro."
Así
pues, el actual club que conforman los flamantes presidentes
socialistas latinoamericanos, los cuales - salvo contadas
excepciones - sufrieron el rigor de las dictaduras en sus
respectivos países, a las cuales enfrentaron poniendo en riesgo
sus propias vidas, parecen haber llegado hoy a un acuerdo tácito
mediante el cual, se establece que no todas las sociedades
latinoamericanas tienen derecho a vivir en democracia, ni mucho
menos tienen el derecho a conocer la verdad ni de lo ocurrido,
ni de lo que ocurre, como tampoco pueden estar al tanto de las
razones y circunstancias que conllevan al martirio que han
padecido y siguen padeciendo.
Ese
pueblo, sin derechos, ni libertad alguna, no es otro que el
martirizado pueblo cubano, a cuya cabeza está Fidel Castro, el
dictador comunista más longevo del planeta. En algo le ganamos a
Europa.
El
Buena Vista Socialista Club, de presidentes latinoamericanos
sabe y le consta que a lo largo de los 46 años que lleva de
instaurado el régimen de Fidel Castro, la dimensión represiva
del mismo es de tan alto nivel, que es solo comparable con el
nazismo y el comunismo que conoció Europa, en el siglo pasado.
Desde 1958 cuando se instaura en Cuba, una ley que no existía,
como lo es la de la pena de muerte, se estaba anticipando el
padecimiento al que iba a ser sometido el pueblo cubano. En 1960
recién suspendidas las garantías constitucionales, se dictaron
en Cuba 500 condenas a muerte por fusilamiento. Inmediatamente
después se derogaba la Constitución de 1940, para luego abrogar
el derecho a huelga por innecesario. Así se desembocó en la
brutal guerra de Escambray que abarcó las seis provincias de la
isla, una gigantesca campaña militar nunca antes vista en Cuba,
de la cual jamás se tendrá certeza del número de muertos. Luego
vino la institucionalización de la tortura a través de los
temidos Comités de la Defensa de la Revolución. En fin, el
escenario típico, pero al parecer interminable de una feroz
dictadura, que persiguió y persigue, que reprimió y reprime, que
torturó y tortura y que ha ejecutado a miles de personas. Lo
decimos en pasado y presente, por cuanto el castigado pueblo
cubano no ha tenido ni tiene la suerte de otros pueblos
latinoamericanos de poder hablar hoy en tiempo pasado de los
horrores cometidos por sus respectivos dictadores.
Mientras llega el día en que deje de aplicarse el injusto
razonamiento de dos pesos, dos medidas; de manera tal que pueda
establecerse el balance definitivo del comunismo, en las
naciones ex-comunistas de Europa dicha espera se hará en
libertad. En cambio, por culpa de una encubridora solidaridad
ideológica que cual colaboracionistas practican, los presidentes
“socialistas” latinoamericanos, el pueblo cubano parece
condenado a seguir viviendo bajo una dictadura que parece
interminable.