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Esperando a Ahmadinejad 
por Luis DE LION
lunes, 13 febrero 2006
 

En el guión electoral, que Fidel Castro le escribió a Hugo Chávez, la crisis con los EE.UU. ocupa un lugar preponderante. Una categoría que se ejerce a través de provocaciones y desafíos constantes. En ese sentido, la fanfarronada mayor de dicha telenovela tendrá lugar el día en que se haga realidad la visita que el presidente de Irán, Mahmoud Ahmadinejad tiene prevista hacer a Venezuela.  

No es una simple visita de cortesía por parte de un mandatario cualquiera. Se trata del ultraconservador y apocalíptico Ahmadinejad, un presidente que busca a cualquier precio dotar a su país del arma atómica. 

Elegido a la presidencia de Irán, el pasado 24 de junio con una confortable mayoría de 61% de los votos, Ahmadinejad es un ultra-islamista, antiguo comandante de los Pasdarans, tropas ideológicas del régimen iraní. A comienzos de los ochenta, ejerció su fanatismo a fondo, en las cárceles khomeynistas, desde donde se ejecutaron numerosos presos políticos. Acciones típicas de un sicario del khomeynismo, que le sirvieron a Ahmadinejad para ir ascendiendo hasta llegar a convertirse en un oficial de los Bassidjis, milicias islámicas. 

Laico y defensor intransigente de los valores islámicos, Ahmadinejad es el primer presidente iraní, de estos últimos veinticinco años que no proviene del clero. Siempre vestido con trajes usados o con el uniforme de los empleados municipales, acostumbraba trasladarse a bordo de un Peikan, carro ensamblado en Irán. Una vez finalizada la guerra con Irak, fue adquiriendo experiencia en el campo administrativo y político, pasando Ahmadenijad de prefecto de Ardébil, cargo que ejerció desde el 93 al 97, a alcalde de Teherán en el 2003. Puesto éste último que ejerció, mientras en la presidencia estaba el reformista Khatami. 

Los reformistas en Irán están condenados a chocar contra una infranqueable dualidad institucional. La cohabitación entre la legitimidad teocrática y la legitimidad democrática. Fuera del poder los reformistas, al frente de la nación está hoy un hombre que goza del total apoyo del Guía Supremo Alí Khamenei, por lo que Alá estará por encima de cualquier escrutinio. 

Muy a pesar de los 200 millones de dólares que percibe diariamente Irán por concepto de renta petrolera, el desempleo sobrepasa el 20% y la inflación es de 15%. Problemas estos para los cuales el gobierno conservador de Ahmadinejad no tiene soluciones y en consecuencia es preferible, como buen populista, prepararse para la guerra. Y para ello, los ultrosos, presentes hoy en todas las instancias gubernamentales iraníes, quieren a todo precio relegitimar la opción nuclear.  

Apenas llegado al poder, una de las primeras acciones de Ahmadinejad fue despedir a todo el equipo de negociadores de la opción nuclear iraní. Inmediatamente nombró a Alí Larijani, excomandante de los Guardianes de la Revolución, como responsable de las negociaciones con la AIEA. Secundado por puros Pasdarans, quienes tienen el control absoluto de los cohetes Chahab 3, los cuales deberán portar las futuras ojivas nucleares iraníes. 

Todo un gobierno de fanáticos cabezas calientes. Trece de los veinticinco ministros del gabinete fueron Pasdarans, teniendo todos en común un pasado de acciones feroces, de donde sobresale el actual ministro de la Defensa, Mostapha Mohammad-Najjar, de 49 años de edad, veterano de la cruel campaña represiva contra los kurdos en los 80. Igualmente, sobresale el ministro de Interiores Mostafa Pour-Mohammadi, 46 años, antiguo procurador militar de la Revolución. 

¿Qué persiguen estos dirigentes, a la cabeza de la economía más desarrollada y del ejército más potente del mundo musulmán? Sin duda, cumplir la obsesiva voluntad de atacar a Occidente. En ese orden, Ahmadinejad declaró que la única potencia capaz de oponerse a las ambiciones de la política exterior iraní, son los EE.UU., potencia ésta, según Ahmadenijad, en declive.  

Así las cosas, el tema central de la política exterior iraní gira en torno al asunto nuclear. No obstante, al llegar Ahmadinejad al poder, el programa nuclear iraní estaba ya bastante adelantado.  

Una primera declaración incendiaria la dio el pasado 17 de septiembre Ahmadinejad desde la ONU, al tiempo que se reunía por segunda vez con el presidente Chávez, y justo dos días antes que comenzara en Viena la reunión de la AIEA. Desde ese momento, el mundo entero se ponía al corriente de las reivindicaciones iraníes en torno a su independencia nuclear. En lo sucesivo, las provocaciones de Ahmadinejad no se han hecho esperar. 

¿Además de Cuba, Siria y Venezuela, cuáles son los aliados con verdadero peso que tiene Irán? Tecnológica y diplomáticamente China y Rusia, ambos países miembros del Consejo de Seguridad de la ONU. Un dúo, que podría neutralizar dentro de dicho Consejo cualquier decisión contra Irán y en el peor de los casos, que China y Rusia, voten en favor de un embargo económico contra Irán, el problema nuclear seguirá intacto. La única decisión emanada de la ONU capaz de impedir que Irán tenga la bomba, sería un ataque sobre los centros nucleares iraníes, una ofensiva liderada por fuerzas norteamericanas. Pero China y Rusia usarían su veto ante una resolución por el estilo. Es por ello, que con o sin embargo, los EE.UU. seguramente terminen destruyendo los centros nucleares iraníes. Lo harán probablemente sin el aval de la ONU, como sucedió con Irak en el 2003, pero ésta vez, lo harán teniendo las pruebas de que en Irán están fabricando armas de destrucción masiva. En lo inmediato, subiría el precio del petróleo, pero a cambio, se habrá destruido la industria nuclear iraní. 

Dicho esto, Venezuela y Cuba, como aliados menores de Irán, esperan a Ahmadinejad, al igual que Estragón y Víadimiro, esperaban a Godot. Célebres personajes del teatro de posguerra, surrealista, ambiguo y contradictorio. Una obra, que al igual que los regímenes de Castro y Chávez, sus respectivas existencias se han basado y se basan en una suerte de vuelo suicida hacia el vacío. Mientras esperan, por si viene o por si falta a la cita. La vida de Estragón y Víadimiro, está en función de dicha espera.

 
 
 
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