En
el guión electoral, que Fidel Castro le escribió a Hugo Chávez,
la crisis con los EE.UU. ocupa un lugar preponderante. Una
categoría que se ejerce a través de provocaciones y desafíos
constantes. En ese sentido, la fanfarronada mayor de dicha
telenovela tendrá lugar el día en que se haga realidad la visita
que el presidente de Irán, Mahmoud Ahmadinejad tiene prevista
hacer a Venezuela.
No es una
simple visita de cortesía por parte de un mandatario cualquiera.
Se trata del ultraconservador y apocalíptico Ahmadinejad, un
presidente que busca a cualquier precio dotar a su país del arma
atómica.
Elegido a la
presidencia de Irán, el pasado 24 de junio con una confortable
mayoría de 61% de los votos, Ahmadinejad es un ultra-islamista,
antiguo comandante de los Pasdarans, tropas ideológicas del
régimen iraní. A comienzos de los ochenta, ejerció su fanatismo
a fondo, en las cárceles khomeynistas, desde donde se ejecutaron
numerosos presos políticos. Acciones típicas de un sicario del
khomeynismo, que le sirvieron a Ahmadinejad para ir ascendiendo
hasta llegar a convertirse en un oficial de los Bassidjis,
milicias islámicas.
Laico y
defensor intransigente de los valores islámicos, Ahmadinejad es
el primer presidente iraní, de estos últimos veinticinco años
que no proviene del clero. Siempre vestido con trajes usados o
con el uniforme de los empleados municipales, acostumbraba
trasladarse a bordo de un Peikan, carro ensamblado en Irán. Una
vez finalizada la guerra con Irak, fue adquiriendo experiencia
en el campo administrativo y político, pasando Ahmadenijad de
prefecto de Ardébil, cargo que ejerció desde el 93 al 97, a
alcalde de Teherán en el 2003. Puesto éste último que ejerció,
mientras en la presidencia estaba el reformista Khatami.
Los reformistas
en Irán están condenados a chocar contra una infranqueable
dualidad institucional. La cohabitación entre la legitimidad
teocrática y la legitimidad democrática. Fuera del poder los
reformistas, al frente de la nación está hoy un hombre que goza
del total apoyo del Guía Supremo Alí Khamenei, por lo que Alá
estará por encima de cualquier escrutinio.
Muy a pesar de
los 200 millones de dólares que percibe diariamente Irán por
concepto de renta petrolera, el desempleo sobrepasa el 20% y la
inflación es de 15%. Problemas estos para los cuales el gobierno
conservador de Ahmadinejad no tiene soluciones y en consecuencia
es preferible, como buen populista, prepararse para la guerra. Y
para ello, los ultrosos, presentes hoy en todas las instancias
gubernamentales iraníes, quieren a todo precio relegitimar la
opción nuclear.
Apenas llegado
al poder, una de las primeras acciones de Ahmadinejad fue
despedir a todo el equipo de negociadores de la opción nuclear
iraní. Inmediatamente nombró a Alí Larijani, excomandante de los
Guardianes de la Revolución, como responsable de las
negociaciones con la AIEA. Secundado por puros Pasdarans,
quienes tienen el control absoluto de los cohetes Chahab 3, los
cuales deberán portar las futuras ojivas nucleares iraníes.
Todo un
gobierno de fanáticos cabezas calientes. Trece de los
veinticinco ministros del gabinete fueron Pasdarans, teniendo
todos en común un pasado de acciones feroces, de donde sobresale
el actual ministro de la Defensa, Mostapha Mohammad-Najjar, de
49 años de edad, veterano de la cruel campaña represiva contra
los kurdos en los 80. Igualmente, sobresale el ministro de
Interiores Mostafa Pour-Mohammadi, 46 años, antiguo procurador
militar de la Revolución.
¿Qué persiguen
estos dirigentes, a la cabeza de la economía más desarrollada y
del ejército más potente del mundo musulmán? Sin duda, cumplir
la obsesiva voluntad de atacar a Occidente. En ese orden,
Ahmadinejad declaró que la única potencia capaz de oponerse a
las ambiciones de la política exterior iraní, son los EE.UU.,
potencia ésta, según Ahmadenijad, en declive.
Así las cosas,
el tema central de la política exterior iraní gira en torno al
asunto nuclear. No obstante, al llegar Ahmadinejad al poder, el
programa nuclear iraní estaba ya bastante adelantado.
Una primera
declaración incendiaria la dio el pasado 17 de septiembre
Ahmadinejad desde la ONU, al tiempo que se reunía por segunda
vez con el presidente Chávez, y justo dos días antes que
comenzara en Viena la reunión de la AIEA. Desde ese momento, el
mundo entero se ponía al corriente de las reivindicaciones
iraníes en torno a su independencia nuclear. En lo sucesivo, las
provocaciones de Ahmadinejad no se han hecho esperar.
¿Además de
Cuba, Siria y Venezuela, cuáles son los aliados con verdadero
peso que tiene Irán? Tecnológica y diplomáticamente China y
Rusia, ambos países miembros del Consejo de Seguridad de la ONU.
Un dúo, que podría neutralizar dentro de dicho Consejo cualquier
decisión contra Irán y en el peor de los casos, que China y
Rusia, voten en favor de un embargo económico contra Irán, el
problema nuclear seguirá intacto. La única decisión emanada de
la ONU capaz de impedir que Irán tenga la bomba, sería un ataque
sobre los centros nucleares iraníes, una ofensiva liderada por
fuerzas norteamericanas. Pero China y Rusia usarían su veto
ante una resolución por el estilo. Es por ello, que con o sin
embargo, los EE.UU. seguramente terminen destruyendo los centros
nucleares iraníes. Lo harán probablemente sin el aval de la ONU,
como sucedió con Irak en el 2003, pero ésta vez, lo harán
teniendo las pruebas de que en Irán están fabricando armas de
destrucción masiva. En lo inmediato, subiría el precio del
petróleo, pero a cambio, se habrá destruido la industria nuclear
iraní.
Dicho esto,
Venezuela y Cuba, como aliados menores de Irán, esperan a
Ahmadinejad, al igual que Estragón y Víadimiro, esperaban a
Godot. Célebres personajes del teatro de posguerra, surrealista,
ambiguo y contradictorio. Una obra, que al igual que los regímenes de Castro y Chávez, sus respectivas
existencias se han basado y se basan en una suerte de vuelo
suicida hacia el vacío. Mientras esperan, por si viene o por si
falta a la cita. La vida de Estragón y Víadimiro, está en
función de dicha espera.