En
el 2006, no habrá elecciones importantes en ninguna de las
grandes democracias del planeta, así como tampoco tendrán lugar
ni grandes cumbres, ni encuentros multinacionales, salvo el
primer G-8 en Rusia y la elección en diciembre del sucesor de
Kofi Annan al frente de la ONU.
No obstante, fuera del ámbito electoral y
de las grandes cumbres de naciones, el mundo sigue su marcha.
Del lado de los EE.UU. el déficit seguirá creciendo, la Unión
Europea seguirá padeciendo su anemia económica, China se
colocará como el gran financista de los EE.UU., la India se
establecerá como la nueva superpotencia, en fin, los grandes
seguirán siéndolo y el resto seguirá viviendo en medio de esa
absurda ecuación que significa formidable crecimiento para
algunos, mientras que un tercio de la población mundial sigue
siendo pobre.
El terrorismo seguirá alimentándose de
dicha pobreza; en Irak, Israel y Palestina los extremistas
intensificarán su absurdo accionar; el régimen sirio no podrá
mantenerse ante el peso de las sospechas en su contra; Irán
estará más cerca de su arma nuclear; Rusia y sus controles sobre
el petróleo y el gas crearán tensiones con las repúblicas ex
soviéticas y en Africa el Sida seguirá causando enormes estragos
en la población.
Queda Latinoamérica donde el 2006 sin duda
será un año bastante agitado en materia electoral. No sin antes
resaltar que la fructífera economía del crimen que se ha venido
desarrollando en la región, gracias al narcotráfico,
prostitución, secuestro, extorsión y afines, ha logrado niveles
tales de influencia que los padrinos del crimen, ya están en
situación de influenciar tanto en el mundo económico legal, como
en la esfera política de sus respectivos países.
Dicho esto, la combinación de citas
electorales que tendrán lugar éste año 2006 en Chile, Perú,
Brasil, México, Nicaragua y Venezuela, podrían culminar
desestabilizando a la región, no solo por el peso que en las
respectivas campañas electorales tendrá el dinero sucio venido
del crimen; sino por ese factor común que recorre la región que
no es otra cosa que el naftalínico discurso crítico hacia los
EE.UU. y hacia el modelo económico neoliberal.
Un giro que pretenden dar algunas
democracias latinoamericanas, bajándose del tren progresista,
para encaramarse en la carreta fascista de Chávez, quien a su
vez marcha tras los preceptos e imposiciones del moribundo
sátrapa cubano.
De confirmarse las tendencias electorales,
que auguran para éste 2006 el triunfo de los candidatos
populistas, se habrá desaprovechado
una nueva oportunidad para la recomposición de una región que lo
tiene todo para superar los problemas que la agobian. Habrán
triunfado entonces las contradicciones, el facilismo, la
inmediatez y la impaciencia, y la consecuencia inmediata será la
entrada de la región en un lodazal de descomposición política,
económica y social.