El
grupo que reúne a los 8 países más industrializados del mundo
(G8) llegó el pasado sábado 11 de junio en Londres, a un acuerdo
a través del cual se anula de manera inmediata la deuda que
tenían 18 países pobres, con el FMI, el Banco Mundial y el Banco
Africano para el Desarrollo, por un monto total de 40 millardos
de dólares.
Un gesto cuya raíz estuvo en el voluntarismo desplegado por el
ministro británico de economía Gordon Brown quien en el
ejercicio de la presidencia del G8 impulsó un convenio a los
fines de luchar contra la pobreza y ayudar al desarrollo
particularmente de Africa. Aunque al mismo tiempo, por el
continente americano entre los beneficiarios del acuerdo se
incluyó a Bolivia, Honduras, Nicaragua y Guyana. Un cuento de
hadas, dijo Ng’andu Magande ministro de finanzas de Zambia, uno
de los 18 países beneficiados.
El sorprendente anuncio, en la práctica debe servir para que las
naciones beneficiarias, que hasta hoy dedicaban sus respectivos
recursos al pago de la deuda, puedan dedicarse en lo sucesivo a
invertir en educación y salud, entre muchos otros sectores.
Así mismo, más allá del alcance de éste sorpresivo e histórico
gesto, el cual además ocurre en medio de una particularmente
agitada coyuntura internacional, vale recordar que gestos por el
estilo no obedecen a milagros, ni ocurren por accidente, ni por
generación espontánea, sino que se deben a la voluntad, en éste
caso, de los líderes de dos de las naciones mas implicadas en la
lucha antiterrorista mundial, como lo son los Estados Unidos e
Inglaterra.
En éste mundo lleno de incongruencias, George W. Bush y Tony
Blair, a pesar de haber sido ambos recientemente reelectos por
sus respectivos votantes, siguen gozando de una alta
impopularidad a los ojos de la opinión pública internacional.
Paradoja ésta que a su vez se compara con el hecho que otro de
los artífices del elogioso gesto del G8 es nada mas y nada menos
que, Paul Wolfowitz el detestado ex-numero dos del Pentágono,
hoy flamante nuevo presidente del Banco Mundial.
Así las cosas, en la misma escena internacional donde junto a
los líderes de las desarrolladas democracias occidentales,
lamentablemente coexisten demagogos, populistas, corruptos,
dictadores y afines; encargados casualmente de los destinos de
los países mas pobres del planeta, valdría la pena interrogarse
si al menos uno de esos tiranos sería capaz de tener gestos por
el estilo del acordado por el G8, en favor de sus oprimidos
pueblos.
De mi parte no me hago mayores ilusiones en ese sentido.
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