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Choque de ilusiones
por Luis DE LION
miércoles, 19 septiembre 2001
 

Evitando amalgamar y caer en maniqueísmo en momentos en que la sangre hierve, este parcial triunfo del odio, como divisa de un fundamentalismo ideológico-religioso, con la impronta del terrorismo islámico, se le coló a la ilusión occidental por la puerta trasera, disfrazado de red transnacional del islamismo radical.

Esta variante del radicalismo islámico transnacional, que funciona gracias a la circulación de activistas excedentarios de luchas armadas y en busca de una guerra en que participar, forma parte de una dinámica global donde los Estados pierden protagonismo como actores de la vida política internacional. Es así como surgen individuos con autoridad y capacidad para promover actividades terroristas capaces de afectar el orden mundial; en esta privatización parcial del terrorismo internacional se destaca Ben Laden. Antes de responder al ataque, hay que saber que el terrorismo islámico no busca tan sólo asesinar ciudadanos norteamericanos; su estrategia macabra persigue una represalia masiva de las fuerzas militares norteamericanas que no haga distinción alguna entre unos y otros islamitas, y así en esa especie de guerra santa los musulmanes cerrarían filas en torno a la Yijad.

En la concomitancia de medios y fines, un análisis del islamismo nos alejaría de la islamofobia y veríamos que el musulmán corriente condena dichos actos de terror. Si bien la tradición de enfrentamientos entre el mundo islámico y el mundo cristiano es de larga data, en estos últimos 25 años una conciencia antiislámica se ha forjado; la crisis energética a principios de los años 70, hizo creer que el mundo árabe podía determinar el futuro económico de los países desarrollados, en los años 80 la toma de rehenes occidentales, en Irán y en Líbano, le otorgó a las organizaciones islámicas un tinte cruel y antioccidental.

El indetenible proceso de mundialización no admite ni radicalismo, ni oscurantismo como el de los talibanes. Dirigentes del mundo musulmán y representantes de dicha fe deben tener claro que el terrorismo es una maldición para cualquier religión y debe ser aislado.

En la hipótesis de que una suerte de calvinismo se produzca en el seno del Islam, y como consecuencia de ello la inmensa mayoría de los musulmanes se dé cuenta de que lo que Ben Laden lidera es la destrucción y denigración de su propia religión, el islamismo del siglo XXI será una religión perfectamente adaptada a la modernidad, apartada de dogmas intangibles.

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  Artículo igualmente publicado por el vespertino Tal Cual

 
 
 
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