Evitando
amalgamar y caer en maniqueísmo en momentos en que la sangre
hierve, este parcial triunfo del odio, como divisa de un
fundamentalismo ideológico-religioso, con la impronta del
terrorismo islámico, se le coló a la ilusión occidental por la
puerta trasera, disfrazado de red transnacional del islamismo
radical.
Esta variante del radicalismo islámico transnacional, que
funciona gracias a la circulación de activistas excedentarios de
luchas armadas y en busca de una guerra en que participar, forma
parte de una dinámica global donde los Estados pierden
protagonismo como actores de la vida política internacional. Es
así como surgen individuos con autoridad y capacidad para
promover actividades terroristas capaces de afectar el orden
mundial; en esta privatización parcial del terrorismo
internacional se destaca Ben Laden. Antes de responder al
ataque, hay que saber que el terrorismo islámico no busca tan
sólo asesinar ciudadanos norteamericanos; su estrategia macabra
persigue una represalia masiva de las fuerzas militares
norteamericanas que no haga distinción alguna entre unos y otros
islamitas, y así en esa especie de guerra santa los musulmanes
cerrarían filas en torno a la Yijad.
En la concomitancia de medios y fines, un análisis del islamismo
nos alejaría de la
islamofobia
y veríamos que el musulmán corriente condena dichos actos de
terror. Si bien la tradición de enfrentamientos entre el mundo
islámico y el mundo cristiano es de larga data, en estos últimos
25 años una conciencia antiislámica se ha forjado; la crisis
energética a principios de los años 70, hizo creer que el mundo
árabe podía determinar el futuro económico de los países
desarrollados, en los años 80 la toma de rehenes occidentales,
en Irán y en Líbano, le otorgó a las organizaciones islámicas un
tinte cruel y antioccidental.
El indetenible proceso de mundialización no admite ni
radicalismo, ni oscurantismo como el de los talibanes.
Dirigentes del mundo musulmán y representantes de dicha fe deben
tener claro que el terrorismo es una maldición para cualquier
religión y debe ser aislado.
En la hipótesis de que una suerte de calvinismo se produzca en
el seno del Islam, y como consecuencia de ello la inmensa
mayoría de los musulmanes se dé cuenta de que lo que Ben Laden
lidera es la destrucción y denigración de su propia religión, el
islamismo del siglo XXI será una religión perfectamente adaptada
a la modernidad, apartada de dogmas intangibles.
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