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La sexología está de moda
con "Kinsey"
- por Roberto Palmitesta

 

Mucho interés ha despertado en todo el mundo el reciente estreno de Kinsey, una biografía fílmica del doctor Alfred Kinsey, quien fuera uno de los precursores de la sexología en la inmediata posguerra, y que todavía es admirado por la comunidad científica por atreverse a tratar -con franqueza y rigor metodológico- un tema entonces tabú como las relaciones sexuales, relegadas a bromas de salón y conversaciones picantes en baños, pero sobre cuyos aspectos prácticos no se hablaba ni en los medios masivos ni en el ámbito académico, y todavía menos en familia o en visitas médicas.

Una medida del interés en temas sexuales en Norteamérica es el éxito de público que ha tenido la película durante su etapa de estreno, no sólo por su calidad fílmica sino por haber sido considerada por la crítica entre las mejores cintas realizadas el año pasado, que compite fuertemente en las premiaciones de academias, gremios y festivales cinematográficos programados a principios de cada año. Obviamente, la honrosa calificación se debe a que tuvo una producción meticulosa, la dirección de profesional serio como Bill Condon (de paso, un apellido muy apropiado para esta cinta) y la interpretación de un talentoso actor irlandés como Liam Neeson, recordado por aquella obra maestra de Steven Spielberg, La lista de Schindler.

 

Dos libros impactantes

 

La cinta relata la lucha del científico contra el puritanismo social y el formalismo del medio universitario, a mediados del siglo XX, antes de que lograra convertirse en un respetado experto en materia de sexología, gracias a dos libros que publicó y que le granjearon un sitio de honor como pionero de ese  todavía inexplorado campo. Los dos textos, titulados Comportamiento sexual de el hombre(1948), y luego Comportamiento sexual de la mujer (1954), aunque llenos de terminología médica, se convirtieron en best-sellers y marcaron todo un precedente en el campo de la psicología conductual y las relaciones humanas, revelando facetas desconocidas dentro de la variedad de actividades íntimas de las parejas, hasta entonces poco tratadas por la literatura académica seria, quizás excepto por los libros casi clandestinos del psicólogo Havelock Ellis unas décadas antes. En los años 50 todavía el tema sexual no se incluía en los programas de estudios superiores y tampoco existían terapeutas sexuales dentro de la profesión médica, además de hablarse todavía en voz baja de métodos anticonceptivos y técnica sexual. Algo que quizás hoy luce extraño en retrospectiva, tratándose de una faceta tan importante para el bienestar físico y mental del individuo, sin contar sus vitales efectos en el área reproductiva. 

Antes de graduarse como zoólogo en Harvard, Kinsey tuvo en su juventud una educación al estilo victoriano, regida por normas religiosas impuestas por su estricto progenitor (John Lightgow, en el filme), un predicador dominguero, hasta tal punto que el joven Kinsey estuvo casi totalmente a oscuras sobre cuestiones sexuales antes de terminar sus estudios. Una estudiante y librepensadora de quien se enamoró en la Universidad de Indiana, (Laura Linney en la cinta) le abrió los ojos y se convirtió luego en su esposa, emprendiendo juntos la difícil tarea de diseñar un cuestionario que allanaba temores y evitaba la vergüenza y la culpa, para acometer así una original encuesta destinada a averiguar el comportamiento sexual del norteamericano promedio en forma franca y realista. Utilizando su novedosa metodología, y después de unas diez mil entrevistas entre hombres y mujeres, Kinsey y sus asociados revelaron aspectos sorprendentes de la conducta sexual de la pareja. Así, sus libros le granjearon un merecido prestigio en las décadas siguientes, convirtiéndose en el punto de partida de estudios posteriores como los de la famosa pareja Masters y Johnson, quienes fueron más allá y abordaron los aspectos fisiológicos de los actos sexuales, aunque fueron igualmente hostigados por elementos puritanos de la sociedad.

Pionero de programas sobre sexualidad

 

Es natural que los dos libros -conocidos luego como El informe Kinsey- causaran furor por doquier en esos tiempos, creando variados problemas de empleo y financiamiento a los investigadores en el ámbito académico, siendo criticados en círculos conservadores por considerarse “un ataque a los valores tradicionales de la familia norteamericana”, e incluso fueron prohibidos en algunos estados y países, además de censurados por grupos religiosos. Pero gradualmente El informe Kinsey fue aceptado por el mundo científico como un estudio serio y riguroso, que eventualmente inspiró trabajos de otros investigadores y marcó el preludio a la revolución sexual iniciada en los años 60, continuada hasta nuestros tiempos liberales. No es aventurado especular que algunos de los programas de asesoría sexual que aparecen ahora en la televisión por cable (como el popular Confidencias, del canal Cosmopolitan) y otros menos atrevidos que se transmiten con cierta prudencia en canales comerciales, se deben a que Kinsey y la pareja Masters-Johnson allanaron ese difícil camino en sociedades que a veces muestran una actitud temerosa en esta materia.

Pero el temor no ha desaparecido, pues aún hoy día se oyen voces críticas sobre la película Kinsey en medios religiosos y conservadores, denunciándola como “una cinta atrevida y vulgar que puede destruir la moral familiar y promover la promiscuidad”, entre otros alegatos absurdos. En cambio, observadores más objetivos creen el filme es un aporte valioso a la popularización de la sexología, disciplina que puede contribuir a atacar serios conflictos de pareja e incluso el álgido  problema de la sobrepoblación entre sectores humildes, generalmente mal informados en técnicas sexuales responsables y métodos anticonceptivos.

 

Abriendo fronteras en materia de sexualidad

 

La experiencia de Kinsey y sus colaboradores animó a su grupo social a intentar relaciones poco convencionales entre parejas, tendencia seguida por institutos como los de Harrad (mostradas en el filme El experimento Harrad) y otros que exploran estilos alternativos de vida en pareja o en grupo. No hay duda que el gran legado de Kinsey, desaparecido prematuramente en 1956, fue la desmitificación de la sexualidad como objeto de estudio académico y científico, estimulando a que su obra fuera continuada en el respetado Instituto que lleva su nombre en la Universidad de Indiana, donde también se tratan problemas relacionados con la identidad sexual y la fertilidad. Adicionalmente, gracias en parte a los estudios pioneros de Kinsey, ahora cada universidad tiene cursos sobre la sexualidad y existen clínicas de terapia sexual en muchas ciudades del mundo, para ayudar a las parejas con dificultades sexuales que amenazan la estabilidad de la unión.

Uno de los aportes de Kinsey fue una sencilla clasificación para precisar la orientación sexual de una persona, que va desde cero (estrictamente heterosexual) hasta 6 (exclusivamente homosexual), un esquema también controversial en su época, al igual que algunos de los resultados de sus encuestas, que sorprendieron y escandalizaron a mucha gente en su época, tales como estas estadísticas, entonces sorprendentes.

 

CONDUCTA SEXUAL % de:    HOMBRES   MUJERES

Práctica de masturbación solitaria       92 %          62 %

Uso de fantasías sexuales al masturbarse  89 %  64 %

Práctica de sexo oral a la pareja                 49 %   45 %

Experiencia sexual pre-matrimonial           68 %    50 %

Primer orgasmo por masturbación            68 %    40 %

Alguna experiencia homosexual                46%      45%   

Frecuencia semanal coito (edades):  2,8(20s); 2,2(30s-40s); <1.0(50+)           

                    

 

 

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