El
ministro de Finanzas, Nelson Merentes, anunció que la ciudad
de Caracas se transformará en una especie de Wall Street
latinoamericana, donde se crearía un vigoroso mercado para
los títulos de la deuda de la región, lo que propiciaría que
la capital de Venezuela se convirtiera en el centro del
desarrollo del mercado de capitales de Sur América. De esta
manera, las economías de esta parte del mundo no tendrían
que recurrir a los fondos del imperio para enjugar sus
necesidades de financiamiento porque en la meca de la
revolución hallarían los recursos frescos para tales
propósitos.
Sucede que el llamado socialismo del siglo XXI tiene una
guerra verbal declarada contra el capitalismo, hasta el
punto que el mismo presidente Chávez ha sugerido volver al
trueque como medio transaccional para con ello exterminar al
sistema capitalista. Ante unos adolescentes del Liceo Fermín
Toro de Caracas, que le plantearon que el producto excedente
de la siembra de algunos frutos estaba siendo vendido, Hugo
Chávez les dijo que ello era capitalismo y que más bien
deberían intercambiar esos excedentes por otros artículos.
Mientras el Presidente de la República reprendía a unos
muchachos inocentes por comercializar el producto de su
trabajo, en una reunión realizada en Sudeban, el ministro
Merentes se acordaba con un grupo de banqueros nacionales y
extranjeros para realizar la práctica más detestable del
capitalismo más salvaje: la especulación cambiaria, de
ganancia elevada, segura y sin riesgo. En esas pláticas
entre el ministro y el grupo de banqueros se propusieron
varias iniciativas, pero quienes asistieron al cónclave
salieron con un sobre bajo el brazo: la asignación de US$ 5
millones en bonos de la deuda colombiana adquirida
previamente por el gobierno de Venezuela, con el objeto de
que sean negociados en el mercado de divisas paralelo que ha
creado el Ministerio de Finanzas, siguiendo la práctica
iniciada con los bonos argentinos. Pero como no hay almuerzo
gratis, Merentes planteó a los banqueros un menú de
posibilidades, varias de cuales dan la oportunidad para la
obtención de ganancia rápida, pero otras pueden implicar
pérdidas.
Una de la propuesta que no gustó
a los banqueros fue la consistente en la compra de la
factura petrolera originada en el Acuerdo de San José para
fuese negociada en el mercado secundario. Anunció el
ministro la disposición de negociar con los banqueros bonos
de veintidós (22) países siguiendo la metodología de los
títulos argentinos, es decir, se compran esos papeles de
deuda al equivalente de Bs/US$. 2.380 y se venden a Bs/US$
2.600. Una propuesta salida de la encerrona que luce
interesante es el bono binacional o el denominado “bono del
sur”. Se emitiría este título de la siguiente manera: un
dólar en bono de deuda argentina por un dólar de la deuda
interna venezolana a la tasa de interés fija con un
rendimiento de 7,0% anual. De esta manera, el bono argentino
se podría transar inmediatamente en el mercado secundario
para realizar la ganancia en tanto que el título venezolano
sería mantenido hasta su vencimiento. También salieron los
banqueros con la promesa del ministro de que se aprobaría la
Ley de Pensiones, en la cual se establecería un sistema
mixto donde los bancos que se porten bien y cumplan sus
deberes podrían participar como administradores de los
fondos captados por el régimen pensional.
Todas estas proposiciones han surgido tras la exitosa
colocación de los bonos argentinos en Venezuela mediante un
circuito financiero en el cual el gobierno venezolano actúa
como un vulgar especulador cambiario al adquirir esos bonos
a Bs/US$ 2.150 para venderlo rápidamente a Bs/US$ 2.380, en
promedio. El ministro tuvo la osadía de afirmar que esos
tipos de cambios se determinaban “mediante un modelo
econométrico”. Se conoce que esos títulos argentinos están
siendo adquiridos en New York por Lehman Brothers, Merrill
Lynch y Smith Barney, entre otros bancos de inversión, en
operaciones absolutamente lícitas. Estas instituciones
actúan como compradoras de un título donde puedan obtener
una ganancia para sus clientes, no hay, por tanto, nada
pecaminoso ni censurable en esas operaciones. Donde si la
hay es en las transacciones que realiza el gobierno de
Venezuela, quien ingeniosamente ha creado un mercado de
cambio diferencial para aprovechar el diferencial cambiario
entre el precio oficial de la divisa y la cotización en el
mercado conformado a partir de la negociación de las
acciones de la CANTV.
Que la especulación financiera y cambiaria la realice y
promueva un ente privado no es extraño, porque al fin y al
cabo para ello es el mercado bursátil, donde accionan no
precisamente los provenientes de la orden de los carmelitas
descalzos, inspirados por la caridad y el amor al prójimo
sino linces cuyo móvil es la ganancia, tal como el personaje
que personificó Michael Douglas en la monumental película
Wall Steet. Estos agentes financieros compran y venden, una
veces ganan y otras pierden, así es el mercado. Pero el
propiciador de esta actividad especulativa en Venezuela es
nada más y nada menos que el Ministerio de Finanzas, de un
gobierno que pregona el socialismo, cuya actuación carece de
una de las virtudes del mercado de capitales: la
transparencia. Por ello, en vez de haber sido el presidente
Chávez quien diera las lecciones de economía a los alumnos
del Fermín Toro ha debido concurrir más bien el ministro
Merentes para que esos jóvenes comprendieran lo que parece
ser la especialidad del titular de las finanzas públicas de
Venezuela: la multiplicación del dinero.
La IV internacional
Se reunieron en Caracas la
semana pasada, se supone financiado por el gobierno, los
partidos comunistas del mundo, o mejor dicho lo que queda de
ellos. La I internacional comunista se formó a instancias de
Marx y Engels para agrupar a los nacientes partidos y
movimientos obreros. Con la muerte de Marx desapareció la
internacional al trasladarse su sede a los Estados Unidos.
Luego se creó la II internacional la cual fue dominada por
los partidos socialdemócratas, bajo la inspiración de
Bernstein, el mejor discípulo de Engels según sus últimos
escritos. Luego, bajo el mando de Stalin se revivió el
carácter comunista y se estructuró la III internacional que
en América Latina tenía su sección, llamada el Buró del
Caribe. Ese Buró dictaba desde Moscú la línea política para
sus partidos afiliados, que fungían como especie de
agregadurías consulares del Partido Comunista de la Unión
Soviética (PCUS). Los partidos latinos no tenían criterio
propio, solamente seguían las instrucciones de Moscú.
Derrumbado el muro de Berlín y disuelta la Unión Soviética,
se agotó la fuente de ingresos y de inspiración política y
los partidos comunistas quedaron huérfanos. Con esa reunión
caraqueña se pretende resucitar partidos que en ningún país
representan algo importante desde el punto de vista
conceptual o de fuerza de masas, como lo fueron en su tiempo
el partido italiano, francés y chileno.
El precio del petróleo
Tras los sucesos recientes del
Medio Oriente y la escalada del conflicto, las cotizaciones
del petróleo han roto los límites admisibles y amenazan con
seguir su ascenso. Afortunadamente, las hostilidades no han
llegado a Irán o Siria, lo que haría suponer una
interrupción de los suministros petroleros principalmente a
Europa, en vista de que el primer ministro iraní amenazó con
usar el petróleo como arma política. En el caso de que
persista el aumento de los precios, el efecto sobre la
economía mundial puede traducirse en una recesión tal como
ocurrió después de 1973 con la guerra del Yom Kipur entre
Israel y algunos países árabes. Persiste la incógnita sobre
Arabia Saudita donde existen núcleos fundamentalistas
importantes que pueden acabar con la estabilidad de ese
reino, lo cual crearía un estremezón en el mercado petrolero
internacional. Actualmente es muy poco lo que puede hacer la
OPEP para estabilizar los precios porque al desequilibrio
entre oferta y demanda se añade la incertidumbre sobre los
suministros. Por ello la moderación del mercado debe
provenir de un acuerdo político que haga posible la
convivencia pacífica entre el Estado de Israel y sus
vecinos.
Cadivi restringe
La amenaza se está materializando. El jefe de Cadivi,
Coronel Barroso comenzó a restringir los bienes que se
pueden importar, siguiendo las instrucciones dadas por el
presidente Chávez de “no otorgarle dólares a la oligarquía”.
Comenzaron con ciertas bebidas alcohólicas y vehículos.
Luego puede ocurrir cualquier cosa porque la
discrecionalidad es la norma de los controles de cambio. Hay
que imaginarse el inmenso poder que tiene un Estado dueño y
señor de las divisas para estrangular a empresas y decidir
que consume la población. Al poder ya de si magnificado de
recaudar impuestos y tomar parte del ingreso de quienes
trabajan, de fijarles el salario mínimo, de establecer las
tasas de interés y los precios, ahora se suma la asignación
de divisas según criterios del jefe del Estado. Pero ello
crea un problema con la liquidez excesiva, a la cual el
coronel le coloca un torniquete aumentando de esta manera
las dificultades para el BCV.