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Del efecto tequila al efecto joropo 
por José Guerra  
lunes, 27 marzo 2006

 

La crisis mexicana de 1994, conocida como el efecto tequila se produjo por el empeño de las autoridades de mantener el anclaje del tipo de cambio, lo que se tradujo en importaciones masivas y salidas de capital. En Venezuela existe una abundancia de liquidez que está propiciando el financiamiento barato de créditos para vehículos, viviendas, bienes importados y la compra de divisas.

El efecto tequila

Entre 1989 y 1993, el gobierno mexicano ejecutó una política fiscal conservadora al no excederse en el gasto y el Banco de México (Banco Central) mantuvo una política monetaria acomodaticia. En política cambiaria, tanto el Ejecutivo como el instituto emisor sostuvieron una estrategia de anclaje cambiario, que se tradujo en una considerable apreciación real del nuevo peso. En otras palabras, la moneda mexicana tenía mayor capacidad de compra externa que interna. Como consecuencia de ello, la economía se atiborró de importaciones, apareció el déficit de la cuenta corriente de la balanza de pagos, el cual no se hacía evidente por las entradas de capitales de corto plazo que gustosamente fluían a México aprovechando altas tasas de interés, con el objeto de sostener el anclaje y estabilidad del tipo de cambio, todo ello para intentar contener la inflación. Durante el lapso 1991-1994 lo único que no se importaba en México era el tequila.

Todo era felicidad y muchos festejaban, salvo algunos que estimaban que el anclaje del tipo de cambio, que llevaba a la apreciación real del nuevo peso, era insostenible, en un contexto donde la moneda perdía respaldo. En medio de la euforia y el frenesí, entre 1991 y 1992, el Banco de México promovió caídas de las tasas de interés con el objeto de financiar el gasto y el crecimiento de la economía. Los bancos comerciales, por su parte, respondieron expandiendo el crédito sin tasa ni medida, en particular, el dirigido al financiamiento de los bienes durables, tales como vehículos y viviendas.

La situación de la cuenta corriente de la balanza de pagos se deterioró a partir de 1989 hasta alcanzar en 1993 y mediados de 1994 una posición deficitaria, que se financiaba con las mayores tasas de interés que se pagaban en México para atraer a los inversionistas. Éstos, que ya habían experimentado la crisis mexicana de 1982, querían algo mas. Tras el asesinato del candidato presidencial del PRI (Luis Colosio), en marzo de 1994, el gobierno se vio precisado a devaluar el nuevo peso y a propiciar un fuerte incremento de las tasas de interés. Ello no pudo detener las salidas de capital. En un intento por restaurar la confianza de quienes mantenían moneda mexicana, el gobierno y el Banco Central, adoptaron una medida arriesgada, cuyo fracaso arrastró a la economía a la iliquidez. Los Certificados de la Tesorería Mexicana (Cetes) denominados en pesos fueron convertidos en dólares (los Tesobonos). Entretanto, el Banco Central ejecutó una política monetaria expansiva para contener la subida de las tasas de interés. Es decir, aumentó la liquidez y así proveyó el dinero para que le compraran sus reservas internacionales, lo cual a la postre resultó suicida.

Cuando esto no bastó para calmar a los inversionistas, los capitales que entraban a México buscando mayores rendimientos se dieron la vuelta y comenzaron a salir. En ese proceso las reservas internaciones del Banco de México que en febrero de 1994 se situaban en US$ 29.000 millones disminuyeron hasta US$ 3.500 a mediados de diciembre de ese año, situación que exacerbó la percepción de que el gobierno no podía pagar su deuda, lo que llevó al Banco de México a subir las tasas de interés para evitar las salidas de capital, La banca ahora observaba como sus clientes a quienes ellos habían cautivado con créditos baratos no podían pagar los préstamos. Hubo devoluciones en masa de vehículos, se ejecutaron las hipotecas y el país se sumió en el caos. Así despidieron los mexicanos el año 1994.

El efecto joropo

La actual situación financiera de Venezuela se caracteriza por un exceso de liquidez brutal que ha hecho disminuir las tasas se interés hasta niveles bajos, no conocidos en casi diez años. Esa abundancia de liquidez monetaria en manos del público crea las condiciones para que prospere el consumo que, en un contexto de controles de cambios, se ha traducido en una expansión vertiginosa de la compra de bienes durables, principalmente vehículos y viviendas. Igualmente, la liquidez copiosa ha permitido que los venezolanos le arranquen, literalmente hablando, los bonos que el gobierno emite en dólares pagaderos en bolívares al tipo de cambio oficial, como ocurrió en diciembre de 2005. Buena parte de esos bonos fueron comprados con préstamos de los bancos a sus clientes. Este auge consumista se ha reforzado con la decisión adoptada por el BCV el 26 de abril de 2005 cuando estableció topes tanto a las tasas de interés activas como pasivas. El control de cambios, al actuar como un dique que represa la liquidez dentro de la economía, hace posible la expansión de la liquidez que propicia el gasto público.

A lo anterior se suma una economía que creció fuertemente en 2004 y 2005, lo que se ha expresado en generación de ingreso y la consiguiente capacidad de compra. No se trata solamente de que las tasas de interés hayan disminuido y se reactive el crédito. También los fondos estatales están financiando diversas actividades económicas en una especie de festín para vaciar lo más pronto posible las arcas del Estado. Pero este cuadro de alta propensión al gasto no se completa si no se toma en consideración la ejecutoria de entes como Fonden con elevada capacidad para erogar a pesar de que todavía su maquinaria administrativa no le permite ejecutar las obras planeadas. Podría argumentarse que este tipo de gasto se concentra exclusivamente en estratos altos y medios de la población, pero ello no es del todo cierto tanto por el efecto goteo de esas erogaciones como por las transferencias directas que realiza el Estado.

El asunto relevante a considerar es el del financiamiento del consumo privado, concertado en los bienes durables y en la adquisición de divisas, mediante el mercado paralelo. Efectivamente, la ampliación de la demanda de vehículos nuevos hasta alcanzar 70% durante 2005 y la escasez de viviendas debido a una oferta que no colma la demanda, lo que se tradujo en una aumento de sus precios en 35% el año pasado, sugiere que el crédito bancario ha jugado el papel de bisagra para posibilitar la materialización del gasto privado. Los créditos del sistema bancario al sector privado reflejaron un aumento de 69,4% en 2005. Sin esos préstamos de los bancos los carros estarían aparcados en los concesionarios y las viviendas frías, sin compradores de significación.

En lo relativo a las importaciones, en 2005 la economía venezolana batió el record de bienes comprados en el exterior, lo que amplificó el tradicional déficit de la balanza de pagos no petrolera, hasta cifras no conocidas. Al concluir 2005, las importaciones se situaron en US$ 23.955 millones, denotando un aumento de US$ 6.637 millones (38,3%). A ello se sumó las tradicionales salidas de capital, dirigidas a la adquisición de activos en otros países, todo ello facilitado por un tipo de cambio real que tiende a sobrevaluarse, es decir, que con el bolívar se compra más afuera que en Venezuela. Tampoco ese financiamiento de la vorágine importadora hubiese sido factible sin el financiamiento aportado por el sistema financiero. De manera que los bancos han acumulado una cartera de crédito que se mueve al ritmo del ciclo del gasto público y la liquidez excedente. Unas crisis financiera se generan por falta de liquidez como fue el caso de México, pero otras pueden gestarse por la abundancia de recursos, que incentiva malas prácticas crediticias por parte de bancos y banqueros que parecen actuar como si el mundo se fuese a acabar pronto y conceden créditos, no con su capital, sino con el dinero que captan de depositantes ingenuos que no saben que sus fondos ahorrados los está disolviendo la inflación. Si las circunstancias de la economía mundial motivan una disminución de los precios del petróleo o su eventual estabilización o si el BCV se ve obligado a aumentar las tasas de interés, el sistema financiero de Venezuela va a confrontar problemas. A esto se suma la circulación masiva de bolívares sin el respaldo de divisas, como resultado de la confiscación de las reservas internacionales del BCV por parte del gobierno.

Una crisis financiera en Venezuela no es inminente y nadie desea que ocurra. Pero es probable.

 
 
 
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