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La moneda de Chávez
por José Guerra  
jueves, 21 septiembre 2006

 

Con paso firme se encamina el Gobierno de Venezuela a otro experimento del tenor de los gallineros verticales y los cultivos organopónicos, cuyo fracaso nadie recuerda y su costo para el fisco nacional se ha ignorado. En esta ocasión se trata de promover el trueque como sucedáneo del bolívar en el intercambio que se pretende instituir entre las empresas de producción social y las cooperativas que posee el Estado.  Siguiendo los criterios de Heinz Dieterich, especie que ideólogo del Gobierno, el Presidente Chávez se ha propuesto la liquidación de la economía privada, para lo cual la sustitución del dinero como medio de intercambio resulta fundamental. Los consejos de Dieterich, según los cuales el dinero es un fruto del capitalismo y que por tanto debe desaparecer, han llevado al Ministerio de la Economía Popular a organizar una especie de centro experimental para el trueque, que estaría localizado en Barquisimeto, Estado Lara. Allí concurrirían los productores de micro unidades de producción auspiciadas por el Gobierno en todo el territorio nacional a intercambiar sus productos sin que medie el dinero. De esta manera, un productor de una cooperativa o de una empresa de producción social que fabricó una camisa podría intercambiarla por una silla que elaboró un carpintero y esa transacción sería posible si y solo si, el carpintero requiere la camisa y el costurero demanda una silla. Aunque esto parezca absurdo, en ello está pensando el Gobierno Nacional. 

Con esta modalidad de relaciones económicas, el Gobierno espera que el dinero deje ser el instrumento fundamental para que dos o más bienes puedan comercializarse. Pero lo peor de todo es que según Dieterich, y aceptado por Chávez, tanto la silla como la camisa deben intercambiarse según el tiempo que el carpintero y el costurero emplearon en la manufactura de esos bienes.  El disparate de  este  nuevo proyecto puede apreciarse mejor si se considera que el bien elaborado por un trabajador improductivo que demoraría mucho tiempo en la elaboración de un producto, sería el que más trabajo incorporado tendría  y por tanto el que costaría más con relación al otro bien con el cual se intercambia.  La experiencia más reciente destinada a crear una economía al margen de la circulación monetaria fue la que realizó Pol Pot en Camboya durante los años setenta. Este tirano asiático, fervientemente dogmático, aisló a su país del comercio mundial y sustituyó el dinero, lo que hizo mediante la confiscación de las cosechas a los campesinos, por parte del Estado quien luego las distribuía por su cuenta, todo lo cual degeneró en una de las dictaduras más brutales que haya conocido la humanidad. Al final Pol Pot fue juzgado por crímenes de lesa humanidad al evidenciarse los miles de asesinatos que cometió, en parte como expresión de un régimen de fuerza que cercenó la propiedad y creó hambruna en Camboya.  

En Venezuela, el radicalismo del Presidente Chávez y su nebulosa pero firme convicción de que va a eliminar el sistema económico basado en el principio de la propiedad, está llevando a la ejecución de medidas como la instauración del trueque que en ningún lugar del mundo se podría realizar sin el concurso de ingentes recursos fiscales que permitan financiar formas de relaciones económicas que la humanidad descartó por ineficiente hace varios siglos.  Para que el trueque como instrumento de intercambio pueda materializarse debe ocurrir lo que se denomina la doble coincidencia de los gustos: que el carpintero que fabrica la silla desee la camisa y que el costurero quiera tener una mesa.  Como se entenderá, cuando comiencen a funcionar esos mercados del trueque en varias ciudades de Venezuela, se observará a ciertos productores lidiando con otros productores por la valoración de sus bienes, debido a la inexistencia de aquel elemento común que facilita el intercambio de los diversos bienes y servicios de la economía.  El dinero, al jugar el papel de medio de intercambio y unidad para asignarle precios a los bienes, permite conectar a productores de distintos puntos de una geografía sin que ellos tengan que converger al mismo lugar para canjear su productos y ni siquiera se conozcan personalmente, lo que se traduce en una disminución espectacular de los costos de transacción de la economía.  Pero el Gobierno de Hugo Chávez pretende desconocer al menos dos siglos de la historia económica de Venezuela cuando se sustituyó el sistema de fichas que servían para el pago a los peones y jornaleros y medio para el comercio exclusivamente dentro de las haciendas, por dinero constante y sonante.  Este experimento, que pretende regresar a Venezuela al trueque es posible hacerlo en un país que ha perdido la capacidad de asombro frente a proyectos trasnochados que un jugoso ingreso petrolero permite financiar, por ahora. Muy probablemente al fracasar el trueque, entonces con el objeto de facilitar el intercambio que llevarían a cabo las cooperativas y las empresas de producción social y como expresión del nuevo esquema económico de Venezuela, se emitiría una nueva moneda con el rostro del Presidente Chávez, la cual tendría valor intrínseco y esa figura sería la garantía de su aceptación.

¿Quién es el ministro Merentes o Cabeza? 

Pareciera que Venezuela carece de ministro de Finanzas. Si no fuese por la colocación de los bonos de la deuda pública y las transacciones con los títulos argentinos se ignoraría la existencia de la cartera de las finanzas públicas en Venezuela. Ese papel, de ministro en la sombra, lo desempeña Rodrigo Cabeza, presidente de la Comisión de Finanzas de la Asamblea Nacional. Con motivo del aumento de la inflación, el diputado Cabezas propuso algunas medidas para paliar el alza de los precios, parte de las cuales fueron aceptadas, entre ellas la disminución de un punto porcentual en la tasa del IVA. La acción fue presentada por el superintendente del Seniat como una pieza de un plan contra la inflación al disminuir los precios de los productos. Cuando la medida se examina con detalle se puede afirmar que ella no es un remedio para inflación. Lo fuese si la reducción de la tasa del IVA produjera una disminución sostenida en los precios a lo largo del tiempo y no en un solo mes. Por otra parte, una caída de la recaudación de impuestos como en este caso, se asocia con una política fiscal de corte expansivo, que más bien exacerbaría las presiones inflacionarias porque liberaría recursos del sector privado que ahora se destinarían a financiar el gasto. De igual forma, esa medida de rebaja de la alícuota del IVA puede traducirse en una profundización del déficit fiscal y del endeudamiento del Gobierno lo que alentaría las expectativas de devaluación del bolívar. 

¿Se corrompe el Seniat? 

Durante mucho tiempo en Venezuela no se pagó impuestos. El financiamiento del gasto en su casi totalidad dependía del petróleo. Las cosas comenzaron a cambiar desde 1995 cuando en ente tributario asumió en serio la recaudación de un tributo de fácil aplicación, el IVA. Ese esfuerzo se ha intensificado durante la gestión de José Vielma Mora. Lo que es cuestionable es que debido a minucias formales se cierren negocios por períodos muy largos. Si se evade el pago del impuesto debe aplicarse la sanción correspondiente. Lo que es inadmisible es que funcionarios ungidos de poder y abusando de la autoridad se presenten a establecimientos comerciales que funcionan apegados a la ley a imponer multas y a chantajear a sus dueños o administradores con el cierre sino les pagan una comisión. De esta manera se agarran de cualquier detalle, como por ejemplo, que las facturas dicen “cancelada”, cuando deberían decir “pagada”, según los funcionarios, para acorralar a comerciantes e industriales. El capitán Vielma Mora tiene en sus manos frenar a funcionarios que están desprestigiando al Seniat y amenazando con convertirlo en un emporio de la corrupción.

 
 
 
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