Con
paso firme se encamina el Gobierno de Venezuela a otro
experimento del tenor de los gallineros verticales y los
cultivos organopónicos, cuyo fracaso nadie recuerda y su
costo para el fisco nacional se ha ignorado. En esta ocasión
se trata de promover el trueque como sucedáneo del bolívar
en el intercambio que se pretende instituir entre las
empresas de producción social y las cooperativas que posee
el Estado. Siguiendo los criterios de Heinz Dieterich,
especie que ideólogo del Gobierno, el Presidente Chávez se
ha propuesto la liquidación de la economía privada, para lo
cual la sustitución del dinero como medio de intercambio
resulta fundamental. Los consejos de Dieterich, según los
cuales el dinero es un fruto del capitalismo y que por tanto
debe desaparecer, han llevado al Ministerio de la Economía
Popular a organizar una especie de centro experimental para
el trueque, que estaría localizado en Barquisimeto, Estado
Lara. Allí concurrirían los productores de micro unidades de
producción auspiciadas por el Gobierno en todo el territorio
nacional a intercambiar sus productos sin que medie el
dinero. De esta manera, un productor de una cooperativa o de
una empresa de producción social que fabricó una camisa
podría intercambiarla por una silla que elaboró un
carpintero y esa transacción sería posible si y solo si, el
carpintero requiere la camisa y el costurero demanda una
silla. Aunque esto parezca absurdo, en ello está pensando el
Gobierno Nacional.
Con esta
modalidad de relaciones económicas, el Gobierno espera que
el dinero deje ser el instrumento fundamental para que dos o
más bienes puedan comercializarse. Pero lo peor de todo es
que según Dieterich, y aceptado por Chávez, tanto la silla
como la camisa deben intercambiarse según el tiempo que el
carpintero y el costurero emplearon en la manufactura de
esos bienes. El disparate de este nuevo proyecto puede
apreciarse mejor si se considera que el bien elaborado por
un trabajador improductivo que demoraría mucho tiempo en la
elaboración de un producto, sería el que más trabajo
incorporado tendría y por tanto el que costaría más con
relación al otro bien con el cual se intercambia. La
experiencia más reciente destinada a crear una economía al
margen de la circulación monetaria fue la que realizó Pol
Pot en Camboya durante los años setenta. Este tirano
asiático, fervientemente dogmático, aisló a su país del
comercio mundial y sustituyó el dinero, lo que hizo mediante
la confiscación de las cosechas a los campesinos, por parte
del Estado quien luego las distribuía por su cuenta, todo lo
cual degeneró en una de las dictaduras más brutales que haya
conocido la humanidad. Al final Pol Pot fue juzgado por
crímenes de lesa humanidad al evidenciarse los miles de
asesinatos que cometió, en parte como expresión de un
régimen de fuerza que cercenó la propiedad y creó hambruna
en Camboya.
En Venezuela, el
radicalismo del Presidente Chávez y su nebulosa pero firme
convicción de que va a eliminar el sistema económico basado
en el principio de la propiedad, está llevando a la
ejecución de medidas como la instauración del trueque que en
ningún lugar del mundo se podría realizar sin el concurso de
ingentes recursos fiscales que permitan financiar formas de
relaciones económicas que la humanidad descartó por
ineficiente hace varios siglos. Para que el trueque como
instrumento de intercambio pueda materializarse debe ocurrir
lo que se denomina la doble coincidencia de los gustos: que
el carpintero que fabrica la silla desee la camisa y que el
costurero quiera tener una mesa. Como se entenderá, cuando
comiencen a funcionar esos mercados del trueque en varias
ciudades de Venezuela, se observará a ciertos productores
lidiando con otros productores por la valoración de sus
bienes, debido a la inexistencia de aquel elemento común que
facilita el intercambio de los diversos bienes y servicios
de la economía. El dinero, al jugar el papel de medio de
intercambio y unidad para asignarle precios a los bienes,
permite conectar a productores de distintos puntos de una
geografía sin que ellos tengan que converger al mismo lugar
para canjear su productos y ni siquiera se conozcan
personalmente, lo que se traduce en una disminución
espectacular de los costos de transacción de la economía.
Pero el Gobierno de Hugo Chávez pretende desconocer al
menos dos siglos de la historia económica de Venezuela
cuando se sustituyó el sistema de fichas que servían para el
pago a los peones y jornaleros y medio para el comercio
exclusivamente dentro de las haciendas, por dinero constante
y sonante. Este experimento, que pretende regresar a
Venezuela al trueque es posible hacerlo en un país que ha
perdido la capacidad de asombro frente a proyectos
trasnochados que un jugoso ingreso petrolero permite
financiar, por ahora. Muy probablemente al fracasar el
trueque, entonces con el objeto de facilitar el intercambio
que llevarían a cabo las cooperativas y las empresas de
producción social y como expresión del nuevo esquema
económico de Venezuela, se emitiría una nueva moneda con el
rostro del Presidente Chávez, la cual tendría valor
intrínseco y esa figura sería la garantía de su aceptación.
¿Quién es el
ministro Merentes o Cabeza?
Pareciera que
Venezuela carece de ministro de Finanzas. Si no fuese por la
colocación de los bonos de la deuda pública y las
transacciones con los títulos argentinos se ignoraría la
existencia de la cartera de las finanzas públicas en
Venezuela. Ese papel, de ministro en la sombra, lo desempeña
Rodrigo Cabeza, presidente de la Comisión de Finanzas de la
Asamblea Nacional. Con motivo del aumento de la inflación,
el diputado Cabezas propuso algunas medidas para paliar el
alza de los precios, parte de las cuales fueron aceptadas,
entre ellas la disminución de un punto porcentual en la tasa
del IVA. La acción fue presentada por el superintendente del
Seniat como una pieza de un plan contra la inflación al
disminuir los precios de los productos. Cuando la medida se
examina con detalle se puede afirmar que ella no es un
remedio para inflación. Lo fuese si la reducción de la tasa
del IVA produjera una disminución sostenida en los precios a
lo largo del tiempo y no en un solo mes. Por otra parte, una
caída de la recaudación de impuestos como en este caso, se
asocia con una política fiscal de corte expansivo, que más
bien exacerbaría las presiones inflacionarias porque
liberaría recursos del sector privado que ahora se
destinarían a financiar el gasto. De igual forma, esa medida
de rebaja de la alícuota del IVA puede traducirse en una
profundización del déficit fiscal y del endeudamiento del
Gobierno lo que alentaría las expectativas de devaluación
del bolívar.
¿Se corrompe
el Seniat?
Durante mucho
tiempo en Venezuela no se pagó impuestos. El financiamiento
del gasto en su casi totalidad dependía del petróleo. Las
cosas comenzaron a cambiar desde 1995 cuando en ente
tributario asumió en serio la recaudación de un tributo de
fácil aplicación, el IVA. Ese esfuerzo se ha intensificado
durante la gestión de José Vielma Mora. Lo que es
cuestionable es que debido a minucias formales se cierren
negocios por períodos muy largos. Si se evade el pago del
impuesto debe aplicarse la sanción correspondiente. Lo que
es inadmisible es que funcionarios ungidos de poder y
abusando de la autoridad se presenten a establecimientos
comerciales que funcionan apegados a la ley a imponer multas
y a chantajear a sus dueños o administradores con el cierre
sino les pagan una comisión. De esta manera se agarran de
cualquier detalle, como por ejemplo, que las facturas dicen
“cancelada”, cuando deberían decir “pagada”, según los
funcionarios, para acorralar a comerciantes e industriales.
El capitán Vielma Mora tiene en sus manos frenar a
funcionarios que están desprestigiando al Seniat y
amenazando con convertirlo en un emporio de la corrupción.