Si el BCV se
encarga de promover el desarrollo y la integración económica
regional, ¿Quién velará por la estabilidad monetaria de
Venezuela? El Banco del Sur obedece a un plan político
continental de extender el proyecto chavista por América
Latina, usando para ello las reservas internacionales de los
bancos centrales. Así de simple.
En el libro “El dieciocho brumario de Luis Bonaparte”,
Carlos Marx afirmó que la historia y los personajes se
repiten dos veces: una como comedia y la otra como tragedia.
Cuando se escuchan la argumentación para crear un nuevo
banco, esta vez de dimensiones sudamericana, no puede dejar
de pensarse en los ensayos fallidos en los cuales el
gobierno de Hugo Chávez ha gastado cantidades ingente de
dinero. Los primeros forman parte de la comedia, porque se
trata de instituciones bancarias quebradas, financieramente
inviables, que significan un costo enorme para el fisco. El
Banco del Sur, de concretarse, será una tragedia para el
BCV.
¿Qué es un banco central?
En Venezuela estamos tan mal, que el análisis sobre el Banco
del Sur, tiene necesariamente que partir de situar el tema
en las funciones que cumple un banco central y un banco
comercial. Ha eso hemos llegado, por culpa de un gobierno y
de autoridades monetarias ajenas a la tarea de preservar la
solvencia monetaria de Venezuela. Un banco central no es un
banco comercial. Éstos, prestan el dinero que captaron del
público a clientes privados para el financiamiento de
actividades económicas diversas o al gobierno para la
ejecución del gasto público. Un banco central tiene como
misión fundamental, esencial, imprescindible, lograr la
estabilidad financiera del país. Es decir, procurar que la
inflación no se desborde, porque ello afecta negativamente
el crecimiento económico y la equidad social. Para ese
propósito, el banco central regula la cantidad de dinero o
las tasas de interés, mediante sus instrumentos de política
monetaria.
En el pasado algunos creyeron que los bancos centrales
podían promover el desarrollo económico y social de manera
directa. Esos experimentos acabaron en episodios de alta
inflación, desestabilización monetaria y ruina. La causa no
es muy difícil de encontrar: si las economías prosperaran
con base en expansiones de la cantidad de dinero que emiten
los bancos centrales no hubiese países pobres, porque con
poner al banco central a imprimir dinero aumentaría la
inversión y el empleo. No existiría la pobreza.
Contrariamente, lo que ocurre cunado el banco central
amplifica la creación de dinero es que aparece el fantasma
de la inflación, que siempre permanece oculto, a la espera
de su oportunidad para confiscarle el dinero a la gente.
De manera que el debate en la economía moderna se ha
cancelado a favor de la demarcación del ámbito de actuación
de los bancos centrales en el logro de la estabilidad de
precios, definida como la consecución de una tasa de
inflación similar a la de los socios comerciales del país en
cuestión, en el mediano plazo. Este paradigma, que
constituye el corazón de la legislación de los bancos
centrales del mundo civilizado y recogido en la Constitución
Nacional, ha sido quebrantado por el Directorio del BCV, sin
que previamente se haya documentado una explicación
medianamente racional. Ahora, el BCV ha hecho del
financiamiento del gasto del gobierno su razón de ser, en
lugar de proponerse la estabilidad monetaria de Venezuela.
Quienes hasta ayer defendían la autonomía y los principios
de un banco central autónomo se trocaron en correligionarios
del BCV como financista del Ejecutivo nacional. ¿Qué
instrucción privó para que el Directorio del BCV cambiara
radicalmente su manera de pensar?
¿Otro banco?
Que sea el presidente del BCV quien exprese el objetivo del
Banco del Sur: “Mi ponencia hizo énfasis en la necesidad de
que los bancos centrales se aboquen a hacer realidad el
Banco del Sur, un banco que contribuya al financiamiento del
desarrollo, de las inversiones de capital". Para ese
financiamiento, el BCV pondría en la mesa de juego sus
reservas internacionales, su único activo, aparate del
edifico de veinticuatro pisos que conserva en la Avenida
Urdaneta. Por su parte, el presidente Chávez afirmó:
“Venezuela está lista para crear el Banco del Sur y sólo
espera porque otras naciones den el paso. Espero que los
países pudiesen transferir parte de sus reservas
internacionales”.
Si en América Latina no existiesen bancos de desarrollo se
podría entender la creación de una institución para
financiar el desarrollo económico. También podría
establecerse un banco pero con los aportes fiscales de los
gobierno, nunca con las reservas internacionales de los
bancos centrales. Sucede que Venezuela es accionista de tres
bancos que en América aportan fondos para proyectos de
desarrollo, la integración económica y el equilibrio de la
balanza de pagos. Tal vez sea por el hecho que dos de ellos
no tienen nombres de banco que el Gobierno de Venezuela los
ignora. Esas tres instituciones financieras de perfiles
americanos son el Banco Interamericano de Desarrollo (BID),
la Corporación Andina de Fomento (CAF) y el Fondo
Latinoamericano de Reservas (FLAR). Cada uno en sus
funciones cumple actualmente lo que el presidente Chávez se
propone con el Banco del Sur. Si ello es así, ¿qué busca
entonces el presidente Chávez con la creación de un nuevo
banco?
Bancos de Desarrollo en América Latina
Institución financiera Objetivos
Banco Interamericano de Desarrollo Contribuir al desarrollo
económico y social; individual y colectivo de los países
miembros
Corporación Andina de Fomento Promover el desarrollo
sostenible y la integración regional
Fondo Latinoamericano de Reservas Apoyar las balanzas de
pagos de los países miembros. Armonizar las políticas
cambiarias.
La respuesta a esta interrogante no se halla en el plano
económico o financiero. Hay que recurrir a la valoración del
plan político que propugna Hugo Chávez y cuyo horizonte
continental no debe subestimarse. Hugo Chávez no tiene
control de las instituciones financieras que actualmente en
América Latina prestan dinero para el desarrollo. Necesita
su banco. El proyecto que lidera Chávez no busca promover el
comercio en la economía regional. No, que no haya equívocos.
El propósito es suscitar una revolución a su estilo, para lo
cual aspira contar con un arma muy poderosa: todas o parte
de las reservas internacionales que hoy manejan los bancos
centrales. Con recursos de ese orden, se facilita
enormemente la tarea para la cual se cree predestinado.
El futuro del petróleo
En un libro reciente, “Out of gas: The end of the oil age”,(Norton,
2004), el profesor David Goodstein, del Instituto
Tecnológico de California, desnuda con crudeza la realidad
de las reservas petroleras del mundo, y lo que es más
importante, responde a las interrogantes sobre lo que le
depara a la humanidad ante la tendencia declinante de los
yacimientos petrolíferos. Goodstein rescata la llamada Ley
de Hubbert, expuesta en 1950 por Marion King Hubbert, quien
fue profesor de geofísica de la Universidad de Columbia, en
Estados Unidos, y posteriormente jefe de geología de la
Royal Ducth Shell. La tesis es sencilla pero sugestiva. Las
reservas de petróleo comercialmente extraíbles y conocidas
son finitas, calculadas desde que comenzó la explotación
petrolera en aproximadamente dos trillones de barriles, de
las cuales se ha consumido más de la mitad. Ello sugiere que
la disponibilidad de petróleo depende de la relación entre
descubrimiento de nuevas reservas y el consumo. Hubbert
resucitó en vida cuando acertó su predicción hecha en 1956,
según la cual la extracción de petróleo en los Estados
Unidos alcanzaría su pico a mediados de los años setenta y
que a partir de allí comenzaría la declinación y con ello la
dependencia energética de su país. Es obvio que a mayores
precios, se incorporan nuevas reservas, pero insuficientes
para colmar una demanda insaciable, lo que traslada la fecha
del agotamiento sin evitarla. Goodstein asevera que el
dominio del mundo estará en manos de quien controle la
fuente inagotable de la energía: la fuerza del átomo
Los precios de la vivienda
Ya es un hecho. Salió publicada en la especie de Gaceta
Oficial que se transmite todos los domingos durante al menos
cinco horas. El gobierno va a regular los precios de las
viviendas y expropiará a los dueños que las poseen pero las
mantengan desocupadas. Se estrecha la mano de hierro sobre
la economía. La burocracia pública no termina de entender
que la vivienda en Venezuela no es exclusivamente un bien
para satisfacer una necesidad sino una inversión en una
economía donde las devaluaciones monetarias han contribuido
a liquidar la confianza de los venezolanos en el ahorro.
Muchas familias viven del alquiler que devengan de la
posesión de una vivienda adicional, fruto de su ahorro, ante
la ausencia de un sistema de seguridad social. La medida de
regulación, aparte de la dificultad de su aplicación,
adiciona una carga a un súper Estado que debería estar
incentivando la construcción de viviendas en lugar de
obstaculizarla. Para completar, el Alcalde Mayor ha sugerido
la liquidación del alquiler de vivienda cuando planteó que
quien haya residido más de diez años alquilado en una
vivienda debe transformarse en su propietario. Si esto
prospera, nadie se atreverá a construir o remodelar para
alquilar. La demencia pareciera no tener límites. Es tiempo
de Sigmund Freud no de David Ricardo o John Maynard Keynes.