Se
cumplen cincuenta años de la publicación de uno de los
libros más importantes de la Venezuela del siglo XX:
Venezuela, política y petróleo, escrito por Rómulo
Betancourt entre 1937 y 1939, publicado por primera vez en
1956 y posteriormente reeditado en 1967. Se trata de una
obra donde se conjuga el conocimiento de la materia
petrolera con el análisis de la situación política de
Venezuela en un largo período que va desde el gobierno de
Juan Vicente Gómez hasta Marcos Pérez Jiménez.
Betancourt tuvo el mérito de ser el primer
político de profesión que se adentró en el conocimiento del
mundo del petróleo y lo hizo a partir se su primer exilio en
Curazao cuando contaba veintidós años. En esa isla, donde
se procesaba el crudo extraído de Venezuela, observó con
claridad las intríngulis entre el poder político y las
compañía petroleras. Esta apreciación le permitió entender
lo que no pudo observar durante los agitados días
estudiantiles de febrero de 1928: que el soporte del régimen
gomecista se fundamentaba en sus vínculos con las empresas
petroleras, en vista de los ingresos que fluían a Venezuela
en forma de impuestos pagados por las concesionarias del
petróleo. En un país como la Venezuela de la época, donde no
existía ley de impuesto sobre la renta ni el gobierno
disponía de una burocracia capacitada para regular el
negocio petrolero, quien se dedicara al tema acertaba en el
entendiendo de la reivindicación más importante de
Venezuela: una participación equitativa en las ganancias
derivadas del petróleo. A eso se dedicó por un buen tiempo
Betancourt.
Ya en el Plan de Barranquilla, redactado por
Betancourt en 1931 se describe la penetración y dominio del
capital petrolero internacional en Venezuela y se propone la
“Revisión de los contratos y concesiones celebrados por la
nación con el capitalismo nacional y extranjero”.
Evidentemente se refería a las concesiones petroleras y a
las compañías petroleras. Esas indagaciones sobre la materia
petrolera se reflejaron en un denso artículo del diario
Ahora del 30 de abril de 1937, cuyo título es muy
sugestivo: “Los que se llevan y lo que nos dejan las
compañía petroleras”, en cual sin ser economista, dedujo con
cifras precisas las ganancias extraordinarias de las
empresas petroleras. Todavía más, crítico duramente la
política que siguió al llamado Convenio Tinoco firmado en
1935 con el objeto de lograr la “estabilización del
bolívar”, en vista de la devaluación del dólar en 1934,
auspiciada por el presidente Roosevelt y que en un principio
se tradujo en mayores entradas de divisas para Venezuela
hasta que la presión de las compañía y la necesidad de
otorgar compensaciones a los agricultores, provocaron que se
desvalorizara el bolívar nuevamente.
Otro episodio fundamental en materia
petrolera por parte de Betancourt, lo constituyó el famoso
voto salvado, que expuso el diputado Juan Pablo Pérez
Alfonzo con motivo de la reforma petrolera propuesta por el
gobierno del general Isaías Medina Angarita en 1943.
Betancourt era un opositor implacable. La reforma petrolera
medinista era progresista al aprovechar la situación creada
con la segunda guerra mundial y los problemas de
abastecimiento para exigir mayor participación nacional en
las ganancias, la cual se logró gracias a los nuevos
impuestos y en general por la aplicación de la soberanía
impositiva por parte del Estado venezolano que se había
hecho realidad con la ley de impuesto sobre la renta de
1942. Sin embargo, Betancourt, con el lema de “no más
concesiones” y argumentando que Venezuela no podía renunciar
a sus reclamaciones por los impuestos no pagados por las
compañía, se opuso decididamente a la política petrolera de
Medina Angarita.
Ya en funciones de gobierno en 1945, como
jefe de la Junta de Gobierno tras el golpe contra Medina, se
propuso Betancourt que la participación venezolana en las
ganancias del petróleo alcanzara el 50,0%, el famoso “fifty-fifty”,
mediante un impuesto adicional a la renta de 20,0%,
aplicable a las compañías petroleras al tiempo que ejecutó
la política de no seguir otorgando concesiones. Betancourt
explotó políticamente el hecho de haberse logrado durante su
primer gobierno una de las aspiraciones más importantes de
la Venezuela petrolera: aumentar la participación nacional
hasta lograr la mitad de las ganancias.
Posteriormente, impulsó Betancourt
conjuntamente con Pérez Alfonzo la creación de la
Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) la
cual se concretó el 14 de septiembre de 1960. Esta entidad
ha sido la de mayor éxito en el mundo en reunir a los países
productores de materias primas, hasta el punto que
actualmente aunque su participación como proveedor ha
disminuido conserva una enorme capacidad para influir sobre
los precios.
Desde el punto de vista político, Betancourt
experimenta un viraje fundamental cuando abandona el
comunismo para transformarse en un líder socialdemócrata de
reconocimiento mundial. Es importante recordar que aún
cuando Betancourt se declaraba marxista durante los años
treinta, enfrentó siempre a los comunistas criollos a
quienes calificaba como siervos de Stalin, quienes no
lograban comprender las particularidades de Venezuela como
nación atrasada, lejos del avance industrial que dividía la
sociedad en proletarios y burgueses, de allí que afirmara
burlándose de los comunistas que “uno podía importar
trementina pero nunca una ideología política”, para ser
aplicada mecánicamente. Durante su segunda administración,
entre 1959 y 1964, le tocó conjurar varias asonadas
golpistas e intentos de magnicidio. Lo acosaban tanto el
perejimenismo en retirada como las fuerzas de izquierda
representadas por el PCV y el MIR, a quienes no les dio
tregua y reprimió con dureza, con aquella instrucción
impartida a la policía: “disparen primero y averigüen
después”.
En las páginas de Venezuela política y
petróleo hay una constante referencia a la lucha contra
la corrupción y el peculado, posición ésta que Betancourt
mantuvo críticamente durante el primer gobierno de Carlos
Andrés Pérez, al cual enfrentó dentro de su partido sin
éxito. Puede afirmarse que Betancourt fue el primer
político venezolano en comprender la naturaleza del fenómeno
petrolero y en articular una política con vocación de poder
con base en esa interpretación.
Independencia energética
El senador demócrata y ex candidato
presidencial, John F. Ferry, ha delineado un plan a ser
presentado ante el Congreso con el objeto de combatir el
cambio climático y alcanzar la independencia energética por
parte de los Estados Unidos.
A pesar de la frase del presidente Bush ante el parlamento
según la cual los Estados Unidos son adictos al petróleo,
esa administración no ha adelantado un plan eficaz para
romper la dependencia de las fuentes foráneas de energía,
según el congresista.
Kerry ha planteado que si no se enfrenta con determinación
el efecto invernadero la humanidad va a sufrir catástrofes
naturales desconocidas hasta el presente. Su propuesta
consiste en reducir el consumo de petróleo en 2.500.000
barriles diarios para el año 2015, equivalente a las
importaciones del Medio Oriente. La sustitución del crudo se
haría con etanol y otras energías alternativas que no
deterioran el ambiente y al mismo tiempo se propone otorgar
un tiempo razonable a la industria automotriz para que
diseñe vehículos más eficientes y que utilicen menos
gasolina, para así reducir la contaminación.
Alza de la
tasa de interés
En la reunión anual que acaba de
concluir, el Banco de Pagos Internacionales (BIS) exigió a
los bancos centrales aplicar una política monetaria más
estricta para aplacar las tensiones inflacionarias. La
reserva Federal de los Estados Unidos respondió la semana
pasada con un aumento de la tasa de interés para señalizar
un tono contractivo para la economía. Antes el Banco Central
de China hizo lo mismo al subir los tipos de interés de sus
instrumentos de política. Ha criticado el BIS la laxitud de
algunos bancos centrales que aflojaron en la lucha contra la
inflación y ahora deben realizar un esfuerzo mayor para
contener el alza de los precios. Según el director general
del BIS, Malcolm D. Knight, "Tarde o temprano, puede que los
bancos centrales tengan que actuar sobre los tipos de
interés oficiales con más fuerza de lo que han tenido que
hacerlo en los últimos años" debido a que "los riesgos de
inflación parecen ahora mayores de lo que han sido durante
algún tiempo". La subida de las tasas, como es de esperar
agrava los problemas financieros de las economías
endeudadas, como es el caso de Venezuela al tiempo que
afecta negativamente las inversiones en título valores, como
ya ha venido ocurriendo en las bolsas de valores del mundo.