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Entre Amparos y Paraguas
por José Alberto Medina Molero
miércoles, 5 julio 2006

 

                                                                                       A Elio Gómez Grillo

“En las inconmensurables extensiones del tiempo,
vemos como la vida avanza y asciende desde su
origen hasta el hombre, y no podemos negar que a
la humanidad le aguardan infinitas posibilidades
de perfeccionarse”
T
homas Mann

 

Sí le preguntásemos al Profesor Emeterio Gómez, acerca de los orígenes de las continuas matanzas, esos diminutos (solo en números de víctimas) genocidios, que ocurren en el país de cuando en cuando. Ayer Cantaura, El Amparo, hoy Kennedy y La Paragua, seguramente, con rostro adusto nos diría que  se deben a la falta de ética en el funcionario. Probablemente tendría razón, y ello dispararía una serie de reflexiones y de posibles acciones correctivas. Probablemente opinen, algunos estudiosos de estos temas, que se trata de una ausencia  de instituciones realmente sólidas, un desvencijado conjunto de resortes raídos que, no han funcionado nunca y que, si se mueven es para cubrir convenientemente el hecho. Pues su reincidencia se debe (con contadísimas excepciones) a la lenidad del sistema. Estos expertos también tendrían razón.  

Los derechos humanos, los de los inocentes, no los de los hampones son tan reales como lo puede ser  un unicornio. Pero. ¿Qué sucede en la mente de los personajes,  que  perpetran estos censurables hechos? ¿Cómo explicar que, amén de la laxitud que puede cobijarlos, no les importe demasiado el daño que esa ráfagas producirán en fallecidos y en familiares? ¿Tendrá alguna justificación tal proceder cuando son llamados a proteger, a garantizar seguridad en lugar de despojar de la misma a sus congéneres civiles? 

Quizás el análisis serio, reposado, emprendedor (y sobre todo apoyado por voluntad política) de las respuestas de estas angustiosas interrogantes, puedan servirnos para insertarlas en ese modelo país que todavía esta allí, por hacerse. Como un monumental reto para todos los venezolanos de buena voluntad.  

Cuando tengamos ese país, de seguro no habrá más Amparos ni más Paraguas que lamentar.

 

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