A Elio Gómez Grillo
“En las
inconmensurables extensiones del tiempo,
vemos como la vida avanza y asciende desde su
origen hasta el hombre, y no podemos negar que a
la humanidad le aguardan infinitas posibilidades
de perfeccionarse”
Thomas
Mann
Sí
le preguntásemos al Profesor Emeterio Gómez, acerca de los
orígenes de las continuas matanzas, esos diminutos (solo en
números de víctimas) genocidios, que ocurren en el país de
cuando en cuando. Ayer Cantaura,
El
Amparo, hoy Kennedy y La Paragua, seguramente, con rostro
adusto nos diría que se deben a la falta de ética en el
funcionario. Probablemente tendría razón, y ello dispararía
una serie de reflexiones y de posibles acciones correctivas.
Probablemente opinen, algunos estudiosos de estos temas, que
se trata de una ausencia de instituciones realmente sólidas,
un desvencijado conjunto de resortes raídos que, no han
funcionado nunca y que, si
se mueven es para cubrir convenientemente el hecho. Pues su
reincidencia se debe (con contadísimas excepciones) a la
lenidad del sistema. Estos expertos también tendrían razón.
Los derechos
humanos, los de los inocentes, no los de los hampones son tan
reales como lo puede ser un unicornio. Pero. ¿Qué sucede en
la mente de los personajes, que perpetran estos censurables
hechos? ¿Cómo explicar que, amén de la laxitud que puede
cobijarlos, no les importe demasiado el daño que esa ráfagas
producirán en fallecidos y en familiares? ¿Tendrá alguna
justificación tal proceder cuando son llamados a proteger, a
garantizar seguridad en lugar de despojar de la misma a sus
congéneres civiles?
Quizás el
análisis serio, reposado, emprendedor (y sobre todo apoyado
por voluntad política) de las respuestas de estas angustiosas
interrogantes, puedan servirnos para insertarlas en ese modelo
país que todavía esta allí, por hacerse. Como un monumental
reto para todos los venezolanos de buena voluntad.
Cuando
tengamos ese país, de seguro no habrá más Amparos ni más
Paraguas que lamentar.