“..en los lugares fríos y apartados,
una escritura tensa, de ayer,
con sus fuegos vivientes
convoca allí donde silban
las altas sombras de la noche
a una vieja historia…..”
Francisco
Pérez Perdomo
(Círculo de Sombras)
Con
su sabia y sabrosa prosa, Oscar Yanez, nos rememora sus
últimos instantes: “
El
enfermo sigue cada vez más grave, y el día catorce pierde el
conocimiento a cada momento; los médicos han dicho que no
llega a la noche, y amigos y familiares se agitan en torno a
la cama, él los mira y sigue sonriendo.
-
¡Brandy!. ¡Denle brandy, por favor!- exclama con voz ahogada,
un señor, mientras Leo mueve la cara lívida, de un lado a otro
y lentamente baja los párpados.
-
¡Pónganle un poquito de agua!- interviene una dama, indicando
la conveniencia de mezclar la bebida, para hacerlo reaccionar
del desmayo.
-
¡Ya me
van a echar a perder mi último palito!- fue la protesta aguda
que como un dardo rompió la solemnidad impuesta por la cercana
presencia de la muerte...”
No
podría ser otra la actitud, de ese gran ser humorista y mejor
ser humano, que fue Leoncio Martínez, conocido ampliamente
como Leo, a secas, como certeramente vivida fue su existencia:
“la savia de su vida!” , en sus propias palabras.
Leoncio Martínez, (Caracas, 1888 -1941) no sólo desarrolló una
meritoria labor como dibujante, caricaturista, dramaturgo y
hombre de humor (antecesor, junto a Job Pim, de todas las
generaciones de humoristas, que tiene hoy en Zapata, Rayma,
Fonseca y Weill, entre otros, dignos herederos), sino que
representó en la oscura y larga noche del gomecismo, una
brillante antorcha, una vibrante voz de dignidad y entereza.
Aunada a esa labor, (a la que contribuyó en mucho la fundación
de la Revista “Fantoches “en 1923, previo a la
irrupción en escena de la famosa generación del 28). Supo Leo,
crear arquetipos literarios, representados en su libro de
Cuentos “Mis
Otros Fantoches “(1932) y una selección de versos titulada,
“Mis poesías “(1943 y 1944, de hecho, póstumas).
En sus
cuentos, Leoncio Martínez, dejó destilar su portentosa
imaginación, la cual puso al servicio de ese drama
existencial, que nos acomete a los venezolanos, a esa insegura
liviandad, unas de las características de nuestro ser
nacional. Ejemplo típico de esto, lo construye su relato “El
Atronado”,
donde dibuja todo el desenfado criollo, rayano en la
irresponsabilidad, aunque regado de profundo talento natural y
bonhomía, un retrato de mucho de lo que debemos corregir como
sociedad, y que, cristalinamente presenta ese breve cuento de
Leo.
Escribir sobre Leo, sin duda ( ya lo han hecho los biógrafos
con mayor autoridad y tino ) es obra difícil, pues abarcó
muchos campos, entre los menos mencionados, la escenografía y
la publicidad ( la realización de esquemas novedosos para
anunciar ), en este sentido Leo fue pionero en Venezuela de
los aviso luminosos , cubriendo muchas de las famosas y
legendarias esquinas caraqueñas, con bombillos, luces
pintadas, y telas intercambiables . Tampoco escapó a esa
desbordante manera de generar creaciones la música: leo
escribió la letra para canciones como “Dama
Antañona”
y “La
musa del joropo
“.
En los
versos finales de su Poema “Balada
de un Preso Insomne”,
Leo escribió algo, que por diversas razones resulta curioso:
“¡Ay, quién sabe
si para entonces,
ya cerca del año 2000,
esté alumbrando libertades
el claro sol de mi país! “
Sí nos
diéramos a seleccionar, los grandes venezolanos de todos los
tiempos, de seguro que el nombre de Leoncio Martínez, no se
lograría escabullir de la mente agradecida. Sus obras fueron
muchas, pero quizá su mayor legado, fue dejarnos siempre la
sonrisa de la esperanza, la mágica algarabía del buen humor,
que tanto reconforta el espíritu cansado agobiado.
Ese
fue Leo, el creador de Fantoches, el gran ser humano que supo
exprimir a la vida hasta la última gota de savia.