(A su eterna
memoria y obra)
“Ese dinamismo propio de su personalidad, el juego agresivo,
la picardía, la viveza, el estudio constante del contrario
para
descubrir sus fallas, llevó a Tovar a ganar muchos juegos y
lo
llevó a destruir cinco joyas de pitcheo”
Dr. Braulio Arteaga
Ibsen
Martínez, en una (por demás) amena crónica de hace algunos
años, escribió acerca del albur de ser caraquista, a través de
una anécdota muy personal. Sucede que, cuando el talentoso
articulista y narrador, contaba unos once ó doce años, se
encontraba junto a sus compañeros, jugando “chapita” en plena
calle. En eso, se bajó de un carro un personaje de leyenda.
Lentes oscuros. Con los mejore zapatos deportivos, que Ibsen
hubiese visto. Le invitaron a jugar, el recién llegado aceptó,
y enviaron a Ibsen (imagino que, por ser el menor del grupo)
al abasto a buscar más chapitas. Cuando regresó con el
cargamento de improvisadas pelotas, ya el jugador extra había
consumido turno al bate (provisto del acostumbrado “palo de
escoba”), y se había despedido. El extraordinario invitado, no
era otro que César Tovar, quien regresaba de una de sus
campañas con los Mellizos de Minnesota. Desde ese día, Ibsen
supo que sería toda su vida caraquista. Así de fácil. Así de
extraordinaria era (y sigue siendo) la figura de este
excelente jugador, bujía natural de los Leones del Caracas
(divisa con la que debuta con apenas diecinueve años), junto a
otro singularísimo jugador: “Vitico” Davalillo.
Tovar,
como preferíamos llamarlo, nació en la Caracas gobernada por
el Gral. Isaías Medina Angarita (1944), y falleció (bien
prematuramente) el 14 de Julio de 1994, con apenas 50 años y
mucho que dar todavía como técnico en el béisbol.
Recientemente, el hombre-record del momento, Robert Pérez,
recordaba los valiosísimos consejos y secretos que le
transfirió (como a muchos otros) el gran César.
Si
deseamos tener una idea (sobre todo a nivel de las nuevas
generaciones que, no tuvieron el privilegio de ver en plena
actividad, a este inmortal del béisbol), se tienen los
siguientes elementos que, dibujan su excelencia, pundonor y
entrega e este exigente y gratificante deporte:
o
Fue
César Tovar, el noveno criollo en llegar a la gran carpa.
o
Estuvo
con Los Mellizos, Filis, Texas y, se convirtió hace 30 años
exactos, en el primer venezolano en vestir la camiseta de los
Yanquis (la misma que usa hoy el gran Bob).
o
En
1969, se convirtió César en el primer venezolano en jugar una
serie de postemporada.
o
Fue
líder de la liga Americana en: Juegos jugados (164 en 1967),
Hits (204 en 1971), turnos al bate (649 en 1967), dobles (36
en 1970), triples (13 en 1970).
o
En
1972, se convirtió en el primer venezolano en batear la
escalera. Carlos Guillén, en la temporada que acaba de
terminar logró emular a César.
o
A
nivel de la LBPV. es tercero en hits de por vida con un
registro de 1254.
o
Entre
los criollos en las grandes Ligas, ostenta los lideratos de
hits y triples en una temporada, y comparte con Andrés
Galarraga el de anotadas (120) en una zafra. Igualmente es
tercero de todos los tiempos en estafadas (en una temporada)
con 45, escoltando a Roger Cedeño (66) y a Luis Aparicio (57).
o
Tovar,
fue apenas el segundo pelotero en la historia de la grandes
Ligas, en jugar las nueve posiciones en un juego.
o
Para
Billy Martin, considerado por muchos, uno de los grandes
estrategas de la pelota, no había jugador más útil: buscaba
los pelotazos para embasarse, en más de una ocasión abanicó el
tercer strike (si el lanzamiento venía “wild”) con tal de
poder llegar a la almohadilla y ayudar a su equipo.
o
Bateador selectivo (podría poncharse para avanzar por un
“wild” a la primera base), pero en serio era difícil de
ponchar, prueba de ello es que, de por vida en las mayores, se
ponchó en el 7,36% de los turnos (solo superado a nivel de
criollos por Luis Aparicio, quien acumuló un registro de
7.25%).
o
Después de 30 largos años de su retiro (y de tantos peloteros
criollos que los han seguido en la gran carpa) mantiene aún un
quinto lugar “de todos los tiempos” en extrabases (2B+3B) con
un registro de 308.
Los
fanáticos, siempre le recordaremos (con su número 12,
adornándole la espalda) avanzando hacia el plato, a tomar
turno, serio, adusto (sin su ancha sonrisa, la cual dejaba
para saludar). Al fondo los gritos: ¡Tovar! ¡Tovar! El sonido
de la madera haciendo contacto, y como diría El Musiú: “Allá
va una línea corta, que se arrastra por la media luna y sigue
de hit hacia el Left”.
Tovar,
el inmortal. ¡Ese mágico número 12!