" ..algo vuela hacia el sol y
no se sabe
sí es la pelota o sí es la misma tierra ”
Baldomero Fernández M.
“..esa otra sangre del hombre que es
la tinta..”
Alfredo Coronil Hartmann
Grandes
escritores sureños tales como Cortázar, Galeano, Benedetti, han
“libado” palabras para describir la angustiante belleza del
juego. Entre sus narraciones y el drama humano que las puebla,
lograron hallar intersticios para abordar el tema con avidez.
Esa pasión de domingo triste, de noche de jueves. Esa afición
que llena el cuerpo de una reparadora tensión, aislando por
momentos de la incertidumbre de las restantes horas, de la
rutina apolillada que se lleva a cuestas como Sísifo su
proverbial peñasco. ¿Cómo podrían resistir estos escritores la
ominosa tentación del fútbol que, más que pasatiempo es ( valga
el pleonasmo ) sacra religión en sus países ?¿ Podrían, acaso,
dejar de lado ese tema en su obsesión creadora ? ¿Es posible
excluir de la vida de los personajes que, palpitan en los
universos que ponen en cuartillas , ese rito de raída catarsis,
que los sacude y los hace vivir pese a sus miserias ?
En su libro “ Despiste y franquezas”, Mario Benedetti, ese
extraordinario cultor de las letras Uruguay, presenta dos
relatos breves con temas de fútbol, he aquí algunos párrafos que
ilustran ese desahogo estilístico, cubierto de sol, balones,
faltas y no pocas penas máximas:
“ Tenía diecinueve años y jugaba en El Torrente FC, de tercera o
cuarta extra, no recuerdo bien. Mi puesto en el equipo era de
back Ferroso, como se estilaba antes y, con distinta
nomenclatura, también se estila hoy. La verdad es que siempre
fui ecologista aún en mis definitorias zancadillas dentro del
área, ya que el delantero en cuestión quedaba cuan largo era y
algo quejoso, pero sin ninguna señal condenatoria en el tobillo
zanquillado. ¿Querés creer que nunca me cobraron un penal? Yo
había desarrollado una técnica impecable para que en ese
santiamén en que cometía el desaguisado, árbitro y/o jueces de
línea estuviesen mirando hacia otro lado, no importaba cual. Sí
en cambio alguno del trío me tenía en su mira, entonces me
dejaba driblear sin problemas”.
“ El Flaco Robles, volante del Gloria, venía con la pelota casi
sobre la línea, ya muy cerquita del banderín de cornet, y
entonces yo ( que lo marcaba ) vi, y el árbitro también, que la
pelota se le iba como veinte centímetros al óbol, y en
consecuencia suspendí el asedio, pero aquel avivado siguió
avanzando, quedó sólo frente al golerito y se mandó el
zapatillazo. Gol y punto. Protesta y punto. No le dije nada al
Gómez, lo miré tan pero tan fuerte, que nada que por eso me
expulsó”.
“ Por supuesto, ciertos avispados espectadores siempre saben
cómo hacer la jugada maestra, y no acaban de explicarse, y sobre
todo de explicarlo a sus vecinos, por qué este aquel jugador no
logra hacerla. Y cuando el árbitro sanciona el penal, el
espectador avispado también intuye hacia qué lado irá el tiro, y
un segundo después , cuando el balón brinca ya en las redes, no
alcanza comprender cómo el golero no lo supo. O acaso si lo supo
y con toda deliberación se arrojó al otro palo, en un alarde de
masoquismo o venalidad o estupidez congénita”.