“¡Los Cobardes mueren varias veces antes de expirar!
¡El valiente nunca saborea la muerte sino una sola vez¡
¡De todas las maravillas que he leído, la que mayor asombro
me causa es que los hombres tengan miedo¡
¡Visto que la muerte es un fin necesario, cuando haya de
venir, vendrá ¡“
William
Shakespeare
Con
Proverbial y sentida lucidez (mucho de su afinidad de ideas y,
bastante de su “coterraneidad “), Simón Alberto Consalvi pinta
un rápido (pero no por eso impreciso) boceto, de la fugaz
existencia de Alberto Adriani (“El Nacional”, Pág. D-4.
Domingo 13-08-06). Hace 70 años exactos, se cortaba la
fulgurante carrera de Adriani, un ser excepcional, tanto en lo
intelectual, como en esa clara voluntad de servicio a su
nación. Porque no de otra manera, puede calificarse al
funcionario que, sentó las bases del estado moderno en
Venezuela, fruto rampante, de esa pasión venezolanista, que
al decir de muchos, le animó paso a paso, durante los treinta
y ocho años que estuvo sobre la tierra. Su gesta, contrasta en
demasía con la ausencia de compromiso que, se nota de un buen
tiempo para acá entre la clase intelectual y el país.
Pertenecía Adriani, a esa estirpe de políticos de estados, de
estadistas, cuya característica primordial, es la de explorar
con ahínco los problemas nacionales, escrutarlos. Desvelarse
con ellos, hasta discurrir en diagnósticos, soluciones,
planes, medidas, esquemas de superación. Supo este gran
merideño, gentil y estudioso, analizar con seriedad de
entomólogo, las precariedades de la agricultura de su tierra,
sus falencias, oportunidades y fortalezas. De hecho, estuvo
estudiándolas in situ, internado por cinco largos años
en Zea (Edo. Mérida, lugar de su nacimiento, trabajando
tierras en el Alto Escalante). De allí, en contacto directo
con la tierra y sus pobladores, surgen como volcán de
incontenible fuerza, sus ideas para la creación del Banco
Central (proyecto que queda sobre su escritorio de Ministro,
al morir tan prematuramente de un fulminante ataque cardíaco).
Pero
no solo del contacto directo con la realidad (y su aciaga
circunstancia), se nutría ese incisivo intelecto de hombre de
bien. Alberto Adriani, estuvo diez años en el exterior.
Aprendiendo de cerca, técnicas, criterios, pareceres, enfoques
de desarrollo. Toda esa amalgama, de experiencia, formación
teórica, afán de proyectar una benéfica influencia, y el
contacto enriquecedor con grandes y valiosos compatriotas, de
la talla de Mariano Picón Salas , Esteban Gil Borges, Manuel
R. Egaña, Rómulo Gallegos, Arturo Uslar Pietri (afirman
algunos estudioso que, fue el creador de la famosa frase de
sembrar el petróleo,
la cual propagara Uslar, en su igualmente afamado artículo ) ,
propiciaron la plataforma de ideas y ejecutorias de Alberto
Adraini , quien además fue cofundador de ORVE, antecesor de
los partidos democráticos nacionales (de ese tiempo ido en los
que los intelectuales participaban en política de manera
directa, para transformar con su sapiencia la realidad y no
dejársela a los “sargentones” del momento ) . Cuando alguien
hojea una revista sobre el agro venezolano, (por mencionar
sólo una de sus ejecutorias,) ignora no pocas veces, que la
misma fue una de las ideas que, impulsó este notable hijo de
los andes merideños.
Contra la fatalidad es poco o nada lo que puede hacerse. Queda
pedir que, entre nosotros, los connacionales, surjan
servidores tan visionarios ( y comprometidos), arriesgados,
estudiosos, honestos y desinteresados, como fue ese hombre
que se llamó Alberto Adriani, aquel que dijo con severa
claridad: “ Ha vuelto a cundir la
peste de los ideólogos tropicales …que persisten en mirar
atrás como la mujer de Lot, y sobre todo que se afanan en
transmitirnos los morbos que van asociados con la Rusia de
Stalin, con la Alemania de Hitler y la Francia de Herriot.”.
jamedina11@gmail.com