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El genocidio de Ruanda llega a la pantalla gigante - por Roberto Palmitesta

 

      Mientras se rememoran los horrores del holocausto judío con el 60° aniversario del descubrimiento del campo de Auschwitz, y la  ONU se resiste a calificar como “genocidio” el drama de Sudán por “razones semánticas”, es aclamado en todo el mundo un valeroso filme independiente, Hotel Ruanda, que muestra la tragedia de un pequeño país africano inmerso en conflictos tribales que dejaron unos 800 mil muertos y  millones de refugiados en países vecinos, entre abril y junio de 1994, todo sin que las potencias mundiales hicieran algo para detener la masacre. Esto sucedía apenas un año después de haberse perpetrado otro genocidio, el de Bosnia, con saldo de miles de civiles muertos y donde Occidente tampoco actuó a tiempo.

         La historia del genocidio de Ruanda, es narrada dramáticamente -con todos los recursos del cine moderno- para mostrar al mundo los horrores sucedidos en esos tres meses, suficientes para que la tribu Hutu en el poder mandara sus escuadrones de la muerte para eliminar a todo miembro de la tribu Tutsi que se les atravesaran. Fueron días increíblemente peligrosos y durante los cuales un valiente hotelero de Kigali, Paul Rusesabagina, se convierte en el salvador de unos 1200 compatriotas Tutsi y Hutu, víctimas de la violencia, escondiéndolos en su hotel cuatro estrellas y protegiéndolos de las milicias que los buscaban. En ese sentido el protagonista se convirtió en un moderno Schindler, el de la ‘lista’ inmortalizado en el famoso film de Spielberg, que salvó a un número comparable de judíos de los campos de exterminio nazi.

             El personaje central del filme, de la etnia Hutu, se siente a salvo, pero su propia esposa es de origen Tutsi, y por lo tanto en peligro. Por eso, al igual que Schindler medo siglo antes, el hotelero recurre a sus amistades en el gobierno, a su habilidad como negociador y a sus modestos recursos monetarios, para que no se metan con su hotel, que se convierte en un virtual campo de refugiados, una isla relativamente segura y ajena a la terrible matanza que sucede en las casas y calles de todo el país. El conflicto étnico-político, en estado latente por un tiempo, había sido encendido por la muerte del presidente del país en esa época, un Hutu, cuyo avión fue abatido por fuego de morteros sobre el aeropuerto, supuestamente accionados por elementos Tutti instigados por sus líderes, todo según un reportaje publicado en el prestigioso diario parisino Le Monde, luego desmentido, y que fue el catalizador -o el pretexto- para dar inicio a la violenta represión. 

Al mes de la matanza, los rebeldes Tutsi sitiaron la capital y tomaron el poder, obligando a dos millones de Hutus a refugiarse en la vecina Zaire, hoy nuevamente Congo, por temor a la venganza. El país fue pacificado finalmente con un pacto político que inició un gobierno de coalición, aunque todavía algo inestable.

Inexplicablemente, Washington no intervino y, a pesar de conocer la delicada situación, presionó para que las tropas de la ONU estacionadas en Ruanda fueran neutrales y se retiraran, dejando así el campo libre a las agresivas milicias paramilitares Hutu. Igualmente Francia y Bélgica, que suplían armas al gobierno de entonces, tampoco intervinieron para no afectar sus intereses. De este modo, un conflicto inicialmente manejable degeneró en un genocidio y frecuentes diásporas, todo bajo las miradas atónitas del “mundo civilizado”, algo que lamentaron amargamente las potencias occidentales al conocerse el alcance de la masacre. La lección fue aprendida, y pocos años después, Clinton tomó la iniciativa en Kosovo y lideró una coalición que desbarató los planes genocidas de Milosevic.

Gracias a que Hotel Ruanda está siendo exhibido en teatros de todo el mundo -e incluso en muchas escuelas y centros sociales- el filme se ha convertido en una aleccionadora muestra de los fenómenos negativos que todavía azotan algunas sociedades retrógradas, que parecen no haber superado todavía los sentimientos de crueldad, exclusión y fanatismo en el fondo de todo genocidio. De ahí que, aún después del holocausto de la era nazista, hemos presenciado genocidios en una docena de países emergentes, como los que tuvieron lugar, en el último medio siglo, en India, China Popular, Camboya, Líbano, Irak y Yugoslavia y, en menor escala, en Etiopía, Eritrea, Somalia, Nigeria, Sierra Leona, Liberia y, más cerca de nosotros, en Guatemala, El Salvador y Colombia, siempre ateniéndonos a la definición aceptada de “genocidio”, como “un exterminio sistemático de grupos sociales numerosos por razones de tipo étnico, racial, religioso o político”.   

  

Sobre la película

      Hotel Ruanda fue filmado en Sudáfrica con un modesto capital mixto, pero distribuido luego por la United Artists gracias a la calidad y el mensaje de la obra. El ex hotelero Paul Rusesabagina –quien vive ahora en Bélgica- colaboró con el guión y asesoró a los actores durante el rodaje. La producción, el guión y la dirección le correspondieron a Terry George, un dramaturgo irlandés convertido en cineasta que logra aquí su primer filme de relieve internacional, después de hacerse notar por el guión del impactante En nombre del padre, y la dirección de Hijo de alguna madre, ambas sobre la violencia en Irlanda del Norte. El actor negro Don Cheadle, activo desde 1995 en una veintena de filmes, rinde un trabajo excepcional en el exigente papel del hotelero, por el cual fue nominado al Oscar como mejor actor principal, contando en el reparto con Sophie Okonedo (postulada a mejor actriz secundaria), mientras los veteranos Nick Nolte y Jean Reno, junto con el joven Joaquin Phoenix se destacan en papeles clave. El guión original del cual George es co-autor, también es candidato al Oscar en su categoría, esperándose que Hotel Ruanda haga un honroso papel en la inminente premiación de la Academia, aparte de otros certámenes internacionales en ciernes o ya finalizados -en el festival de Toronto ganó el premio del público- honores bien merecidos dada la alta factura técnica que exhibe este filme, de difícil ambientación y rodaje, que ha logrado conmover al mundo con su mensaje pacifista de hondo contenido humano.

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