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La guerra asimétrica de Chávez por Manuel Malaver
domingo, 13 marzo 2005

 

 

Llama poderosamente la atención que mientras Chávez recorre el mundo declarándole la guerra a los Estados Unidos, en Venezuela la Fuerza Armada Nacional -la organización con la cual podría aunque fuera simbólicamente emprender su cometido- sea sometida a un proceso de desmantelamiento y destrucción sin precedentes y que hace pensar que al hablar de confrontación con el país más poderoso de la tierra, el líder de la revolución mundial se refiere   a una seguidilla de batallas de la arepa contra la hamburguesa, del joropo contra el rock y del sombrero de cogollo contra el tejano.

Porque es que de otra manera no se explicaría el hundimiento del ejército “revolucionario y libertador” en una tormenta de indisciplina y corruptelas como la que acaba de suceder en un cuartel de Cumaná donde unos soldados atentaron contra la vida de otros, o la comisión del  delito de lesa patria (Chávez dixit) por parte del Grupo Antiextorsión y Secuestro (GAES) con sede en San Cristóbal, acusado de haber entregado al gobierno colombiano por un puñado de dólares, pesos y bolívares a un comandante de la guerrilla de las FARC que residía en Caracas.

Y todo bajo la miraba pasiva, si no complaciente, de la alta jerarquía militar que ve impasible como un escándalo mayor sucede a otro (antes del soldado quemado en el 742 Batallón de Reserva del cuartel Gran Mariscal de Ayacucho en Cumaná, hubo 8 soldados que sufrieron igual suerte en el Fuerte Mara, Maracaibo) y que solo actúa expost, o para ejecutar las venganzas políticas de Chávez contra los oficiales que no le son afectos y que también llaman juicios militares.

Pero hay más, mucho más, la compra en equipos militares rusos (fusiles AKA, carros de combate, helicópteros MI 26T, MI 17V5, MI 35M y aviones Mig-29) que facturará en una primera etapa unos 500 millones de dólares -y se espera traspase en unos 3 años los 2 millardos de dólares y que algunos especialistas consideran la más grande inversión en chatarra militar que haya realizado país alguno en cualquier tiempo y lugar- dio lugar a una movilización tan inusitada de perros de la guerra rusos y venezolanos que, sin llegar los fusiles ni el primer helicóptero a Venezuela, ya hay un detenido acusado de haberse presentado a Moscú a cobrar una multimillonaria comisión y se sospecha es causa de la muerte de un general  que pereció en un accidente en Fuerte Tiuna en extrañas circunstancias  por el mismo caso.

Hay, igualmente, la amenaza del presidente Chávez de formar unidades de reservas adscriptas a los cuarteles hasta por el doble y el triple de los efectivos regulares, entrenadas y armadas hasta los dientes, que determinarán el fin de la FAN y que civiles y políticos ronden los cuarteles como aves de rapiña que se preparan a asaltar la presa.

En definitiva, todo un cuadro clínico cuya sintomatología obliga a pensar en la enfermedad o estrategia que Chávez, y teóricos militares como los generales, Raúl Baduel, García Carneiro y Alí Uzcátegui, llaman “Guerra Asimétrica o de Cuarta Generación” y que los amantes del folklore religioso saben que versa sobre las condiciones primarias en que resisten grupos fundamentalistas o raciales contra poderes establecidos, llámense ejércitos, estados o naciones, que disponen de una compleja e inalcanzable tecnología militar.

Y cuyo ejemplo más vívido y presente a escala Latinoamericana fue la guerra del sertao de Canudos, protagonizada por el adivino Antonio Conselheiro contra el ejército de Brasil y que tan gloriosamente contaron en el siglo XIX, Euclides da Cunha, en “Os Sertoes” y Mario Vargas Llosa, en el XX, en “La guerra de fin del mundo”. 

Y a escala mundial, las guerras que asolaron a África ecuatorial a mediados de los 80 como producto del colapso de los estados postcoloniales;  al Caucazo y Asia Central después de la caída del imperio soviético y a los estados balcánicos una vez que Yugoslavia pasó a mejor vida.

Pero por sobre todo, como ejemplo típico y paradigmático de la que se piensa es la “guerra asimétrica” por excelencia, se tiene la confrontación de las huestes de Osama Bin Ladem y el Mula Omar contra el ejército de Estados Unidos en el Afganistán de los talibanes y en la cual fue derrotada de una manera tan cabal y simétrica la “guerra asimétrica”, que desaparecieron los talibanes y Bin Ladem y el Mula Omar son hoy fugitivos de la justicia ordinaria y viven a salto de mata.

Y decimos que fue la “guerra asimétrica” por excelencia, porque en Afganistán había desaparecido todo vestigio de estado, no existían instituciones de ningún orden ni clase, el sistema de gobierno era absolutamente teocrático y quienes resistieron lo hicieron a nombre de Alá, Mahoma y el Corán.

O sea, una situación que no es ni lejanamente parecida a la de la actual resistencia iraquí, que lucha por la defensa de una nación, un estado y un país con fronteras e instituciones que aun perduran y cuyos líderes profesan una ideología laica y sin ninguna pretensión a ser presentados como mártires de la yihad en transe de conquistar el paraíso terrenal.

De modo que lo que tenemos en Irak es una simple guerra de guerrillas o guerra irregular, cuyas similitudes con la “guerra asimétrica” son las características que siempre tuvieron las guerras irregulares, o sea, uso del terrorismo, no empeñar batallas definitivas, emboscar y atacar el enemigo donde menos se espera. 

Igualmente exhibe prácticas de la “guerra asimétrica”, como son constituir a los civiles como los blancos preferidos y constituir la guerra en un espectáculo que importa más por su efecto mediático que militar, pero sin que estos rasgos alcancen a definirla como “guerra asimétrica”.

Al contrario, podría decirse que las acciones terroristas que en la actualidad patrocina Osama Bin Ladem y Al Qaeda contra los infieles, léase Estados Unidos y Europa, pueden definirse como “guerra asimétrica”, por cuanto las ejecuta un ejército religioso a nombre de un dios, un profeta y un credo,  sin un estado, fronteras o instituciones, y por soldados invisibles contra enemigos demasiados visibles.

A lo que queremos llegar es a la verdad incuestionable de que la “guerra asimétrica” no es un acontecimiento que se pueda planificar, prever o preestablecer, sino que surge de situaciones concretas, abruptas e inapelables y como respuesta del estado más elemental  de la sociedad, que es el que prefiguran las creencias religiosas y raciales, cuando la civilización y sus instituciones han desaparecido.

Por eso no pueden recibirse las afirmaciones de los teóricos de la guerra asimétrica venezolana, filósofos de la historia del tipo Chávez, Baduel, García Carneiro y Alí Uzcátegui, sino con la sorna y piedad que provocan hoy en el mundo el modelo de desarrollo endógeno, la ruta de la empanada y el vehículo militar Tiuna.

Y todo eso sin contar que en la historia no se conoce ninguna “guerra asimétrica” exitosa, puesto que los estados postcoloniales de África ecuatorial se están reorganizando bajo el patrocinio de las potencias europeas capitalistas y excoloniales; los estados balcánicos fueron derrotados por la OTAN y prosperan hoy respaldados por los Estados Unidos y Europa, el Taliban fue expulsado de Afganistán por los Estados Unidos y sus jefes huyen hoy perseguidos como bestias salvajes, y Al Zarqawui, el jefe de la resistencia iraquí, pareciera tener los días contados ahora que Irak decidió darle curso a  un gobierno democrático como consecuencia de los resultados electorales de diciembre último.

Claro que en el caso de Chávez y los teóricos de la “guerra asimétrica” venezolana, filósofos del tipo Baduel, García Carneiro y Alí Uzcátegui, habría que andarse con cuidado, pues se trata de ofíciales curtidos en mil batallas y en guerras de los 5 continentes ¿y por que no sospechar que guardan en sus guerreras la fórmula para derrotar al país más poderoso de la tierra?

Por lo menos, démosle su oportunidad… pues quien sabe.

 

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