Predominan
dos
ideas falsas o de mínima erróneas sobre la discusión pública
sobre la guerra entre el Hezbollah e Israel y la actual
crisis del Líbano. La primera, es que Hezbollah es una
organización terrorista de las conocidas a través de la
historia del terrorismo que opera clandestinamente fuera del
marco del Derecho Internacional. La segunda idea refiere al
cese de las hostilidades y a que el alto el fuego marco el
final de la guerra en el Líbano. Ni la primera, ni la
segunda de estas opiniones son correctas o validas.
Hezbollah, de hecho, es un satélite militar y teológico de
Irán y actúa en Líbano en cumplimiento de sus directivas. Se
rige por leyes propias y ha instalado una suerte de estado
paralelo dentro del estado legal libanés. Dispone de un
ejército propio, mucho más fuerte y por lejos mejor equipado
que el ejército regular libanés, con el que ha desafiado por
siempre las resoluciones de la ONU. que solicitan desde
varios años su desarme.
Hezbollah funciona financiada y entrenada por Irán, por lo
que lucho esta ultima guerra con unidades bastante bien
organizadas contra un adversario regional fuerte como es el
ejercito de Israel. Como partido político representa gran
parte de la comunidad chi’ita, tiene ministros en el
gobierno del Líbano que no se encuentran limitados en la
toma de decisiones. Hezbollah es una entidad que pretende
instaurar un estado islámico, y por ello confronta, en el
territorio de un estado que si reúne todas las cualidades de
un Estado legalmente constituido, tal como es el Estado
Libanés. Hezbollah lleva adelante sus acciones, movida por
el apoyo de fuerzas regionales como Irán, Siria y otros
sectores radicales islámicos menores y se ha convertido, sin
lugar a dudas, en un nuevo fenómeno para abordar los asuntos
de las relaciones internacionales.
Desde su creación, Hezbollah ha estado casi permanentemente
en guerra. La primera de las tres guerras de Hezbollah
libro, se produjo en 1983, cuando con su ataque contra
cuarteles de los EE.UU. asesino a 241 infantes de marina y
convenció a América que retirara sus fuerzas pacificadoras
de Beirut.
La
segunda guerra se centro sobre una campaña del hostigamiento
que indujo a las fuerzas israelíes a que se retiren del
Líbano Sur en el año 2000. La tercera fue la iniciada este
año con el secuestro de los dos soldados israelíes dentro de
territorio de Israel, hecho éste que origino la venganza y
el ataque israelí.
En
este punto, estamos habando de un hecho que no fue menor,
hablamos de un asalto cuidadosamente concebido contra el
sistema internacional y el respecto por la soberanía e
integridad territorial de un estado; no de un ataque
terrorista aislado.
La
creación y proliferación de organizaciones como Hezbollah y
Al Qaeda y sus modalidades operacionales dentro del campo
del terror jihadista desprecian los aspectos de soberanía y
territorialidad de los estados. En su cosmovisión, la
batalla no se puede definir por las fronteras, sus
principios del nuevo orden mundial que desean instaurar
confrontan decididamente con las normas del derecho
internacional, al que rechazan y desprecian, de allí que los
jihadistas lleven adelante este tipo de actos terroristas
para socavar y minar regimenes de estados
legítimos.
Un
alto el fuego como el que se ha instaurado no termina con
esta guerra; por el contrario abre una nueva fase en ella.
Este asalto al orden global que amenaza también a otras
regiones del globo por las recientes alianzas de estados
islámicos radicales como Irán con gobiernos trans-regionales
como el régimen chavista
en Venezuela y con grupos transnacionales organizados a
veces como milicias, a veces como estados dentro de otro
estado, es un desafío particular en el Oriente Medio que ya
adquiere dimensiones globales donde las fronteras denotan
pocas tradiciones nacionales.
La
crisis en el Líbano es un caso clásico que nos muestra ese
patrón. Para las reglas del viejo Orden Internacional, la
guerra, técnicamente ocurrió entre dos Estados - Líbano e
Israel - que, de hecho, tienen muy poco interés en el
conflicto. El único conflicto territorial se refiere a una
pequeña porción de territorio libanés que son las Granjas
de Shebaa, ocupadas por Israel desde su guerra con Siria en
1967 y erróneamente sindicadas por la Comunidad
Internacional como que no son parte del Líbano, lo cual fue
certificado “en el error” por la ONU en el año 2000. La
resolución del alto el fuego de la O.N.U afirma que la
crisis fue provocada por Hezbollah, que había impedido que
las fuerzas armadas libanesas se desplazaran en la región
del Líbano Sur y a lo largo de la frontera con Israel por
los últimos 6 años.
Con todo, las normas internacionales existentes obligaron a
las Naciones Unidas a negociar el alto el fuego con el
gobierno libanés, quien no controló nunca ninguna acción de
Hezbollah,
ni antes, ni durante las acciones y los combates. Esto, más
allá de la intervención del estado libanés legitimo, en los
arreglos para el alto el fuego con Israel y su claro papel
en el final de las acciones militares, nos muestra
indubitablemente que los objetivos verdaderos de la guerra
libanesa fueron transnacionales y no libaneses.
¿Que se pretendió entonces con esta guerra trasnacional
llevada adelante por el jihadismo radical?
Factores Primarios:
I)
Contemporizar las milenarias y viejas fracturas y odios
entre sunnies y chiíies
en base al odio a Israel y a EE.UU.
II)
Dispersar la presión diplomática en el programa nuclear a
favor de Irán.
III) Establecer a Irán como factor de importante equilibrio
en cualquier negociación regional.
Factores Secundarios:
IV)
Bloquear y llevar a fojas “Cero” el Proceso de Paz
Palestino.
V)
Fortalecer a Siria -el segundo patrocinador principal de
Hezbollah- en su posición para regresar al Líbano.
Estas son las razones por las cuales el balance de la guerra
en el Líbano se debe determinar en gran parte en términos
psicológicos y políticos.
No
hay duda que la guerra infligió grandes perdidas a la
estructura operativa de Hezbollah como así también, gran
cantidad de bajas dentro de sus cuadros militares y
políticos. La realidad psicológica, sin embargo, es que
Hezbollah sigue intacto y que Israel fue incapaz de evitar o
neutralizar los ataques con cohetes y misiles contra su
territorio como también para alcanzar, por medio de su
fuerza militar, objetivos políticos capaces de proporcionar
mejores posiciones después del cese de hostilidades.
Mucha de la observancia excesiva sobre la discusión del alto
el fuego aplica verdades tradicionales a una situación sin
precedente. Uno de los principales actores en la guerra,
Hezbollah, no es partidario del alto el fuego y ha rechazado
desarmarse y liberar a los dos prisioneros israelíes que
secuestró. Según la resolución de la ONU. ambos actores en
esta guerra han sido ambivalentes debido a la importancia
que dan a las relaciones con Irán, sus temores a los ataques
terroristas contra su propio territorio (para el caso
Israelí), y, en un grado menor, por su interés en mejorar
las relaciones con Siria (en el caso Libanés). El mandato
para la fuerza de la ONU en el Líbano Sur y en la zona de la
frontera libanesa-siria refleja claramente estas
vacilaciones. El secretario general de la ONU, Kofi Annan,
ha declarado que la misión de la fuerza de la ONU no es
desarmar a Hezbollah, sino ayudar a establecer un proceso
político que, en sus palabras, "debe ser alcanzado a través
de un consenso libanés interno, un proceso político para el
cual el nuevo contingente FINUL (fuerzas interinas de
Naciones Unidas en Líbano) no es y no puede ser un
substituto". Siria ha declarado que consideraría el
despliegue de las fuerzas de FINUL a lo largo de sus
fronteras como acto hostil, y la ONU ha consentido ello con
su silencio.
¿Cómo el Proceso político al que refiere Kofi Annan va a
prosperar favorablemente cuando las fuerzas de la ONU se
hallan imposibilitadas de ocuparse de las cuestiones más
importantes, condicionadas por Siria y amenazadas por
Nasrallah según su ultimo discurso del día 22 de septiembre?
El
ejército libanés -integrado en gran parte por chiítas
y armado de manera vetusta y antigua – no está en posición
bajo ningún concepto para desarmar a Hezbollah o para
controlar la con frontera Siria. Para “maquillar” estas
complejidades, Hezbollah, como partido político, participa
en el parlamento libanés y a nivel ministerial dispone de
dos de sus hombres, en el gobierno central. Ambas
instituciones toman generalmente decisiones por consenso.
Hezbollah tiene así por lo menos un veto de bloqueo en esas
situaciones en las cuales el gobierno de Beirut necesita de
su cooperación para la necesaria aplicación de cualquier
medida de gobierno.
Sin lugar a
dudas, el movimiento futuro de Hezbollah será una tentativa
por dominar el gobierno de Beirut usando la intimidación y
la violencia como así el prestigio ganado en la guerra por
medio de la manipulación de los procedimientos
democráticos. En tal situación, Irán y Siria estarán en una
posición más fuerte para controlar las reglas del alto el
fuego de las fuerzas de la ONU y para imponer su voluntad y
sus políticas dentro del Líbano. El desafío para la política
de occidente y todo el mundo libre debe centrarse en un
objetivo principal debe ser prevenir y evitar el rearme de
Hezbollah a través de la frontera Siria junto con su dominio
del proceso político libanés. De no ser así, la presencia de
las fuerzas de la ONU proporcionarán un nuevo argumento que
generara las condiciones para otra explosión aún más
peligrosa
y
letal.
Por otra parte, la guerra en Líbano ha transformado
dramáticamente la posición de Israel. La situación Palestina
ahora tiene toda su intensidad centrada sobre los principios
tradicionales para la creación de un estado palestino, la
legitimidad de Israel; el trazado de fronteras entre ambos
Estados; el arreglo y las normas de seguridad para la
coexistencia pacífica, son ahora temas centrales en la
comunidad internacional.
Después de ser atacado por los misiles de los jihadistas
desde Gaza y el Líbano, Israel encontrará serias
dificultades para llevar las futuras negociaciones de paz,
ni podrá, bajo las condiciones actuales, encontrar un socio
para garantizar seguridad si no se acerca al Presidente
Palestino Mahmud Abbas, Israel no debe bajo ningún concepto
aislar a Abbas, pues el presidente ya esta debilitado, y,
acentuar su aislamiento seria estimular y favorecer a los
jihadistas que boicotearan cualquier proceso de paz en
cumplimiento de ordenes de Irán y Siria quienes no tienen
ningún interés en la creación de un estado palestino
democrático.
Finalmente, de las consecuencias de la guerra del Líbano, el
gobierno israelí actual deberá fortalecer su autoridad y
disponer de ayuda de fondos públicos para retirar a los
73.000 colonos de la franja de Gaza si es que desea
continuar con los antiguos planes de Sharon. La indefinición
de la situación en este tópico y una continuidad indefinida
del tema hará insostenible el status quo. Un nuevo
mapa de ruta debe emerger en Medio Oriente para sostener la
política en la región. Esta nueva alternativa es
indispensable para ocuparse de la crisis producida por la
combinación de la política fanática de los grupos que se han
erigido en estados dentro de los estados, un proyecto común
entre América, Europa, y los estados árabes moderados es
necesario para un acercamiento común que aporte la
definitiva resolución. Solamente de este modo se encontrara
la coexistencia pacífica en los territorios ocupados.
Así se comenzara a neutralizar las políticas desafiantes de
Irán quien entrena, financia, y equipa a Hezbollah,
estimulándolo a establecerse dentro del estado Libanés y
hace lo propio; financiando y apoyando las milicias chiíes
de Al Sadr para que este también establezca un estado dentro
del estado en Irak. Al tiempo que continua trabajando en un
programa de armas nucleares, que conduciría a la
proliferación nuclear y proporciona una red de seguridad
para la destrucción sistemática de por lo menos del orden
regional. El desafío ahora es sobre el orden del mundial más
que sobre los ajustes dentro de un marco regional
aceptable.
Una política atlántica y global común debe llevarse adelante
e incluir a los estados árabes moderados esta debe ser la
prioridad inmediata. Ambos lados del Atlántico deben poner
sus mejores esfuerzos, ideas y hombres para ocuparse del
peligro común de una guerra más amplia que se convierta en
una guerra de civilizaciones ante la perspectiva de un Medio
Oriente armado y con poder nuclear. Esto no se puede hacer
con meras resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU;
las resoluciones del CSONU deben emerger de una estrategia
convenida, consensuada y compartida en sus fines y
objetivos. Se debe estar atento a estas preocupaciones y ser
preparados para llevar adelante una exploración seria de las
perspectivas que eviten la confrontación.
En
la crisis del Líbano, Europa compartió bastante de la
opinión americana, y América prestó bastante atención a las
preocupaciones europeas, para producir una diplomacia
coordinada en el consejo de seguridad y para proveer una
fuerza pacificadora significativa para Líbano meridional y
el Líbano Sur. Esta cooperación debe sostenerse y continuar
en la próxima fase, específicamente, si el esfuerzo de la
ONU en Líbano puede llegar a ser el medio para resolver los
peligros que se han generado en esta ultima guerra. Desde el
derrumbe de la Unión Soviética, los observadores y analistas
políticos internacionales se han preguntado si las alianzas
y los lazos atlánticos se podían mantener en ausencia de un
peligro reconocido como común.
Con la última
guerra del Líbano, queda muy en claro, que debe hacerse a
futuro frente al imperativo de construir un nuevo orden
mundial para evitar una catástrofe global potencial. Y ello
no puede ser realizado solamente por un solo lado del
Atlántico, eso es lo que debe comprender el mundo.
georgechaya@velocom.com.ar
* |
Periodista y Analista Político para Medio Oriente.
Miembro del Consejo Mundial de la Revolución de los
Cedros e integrante del Comité Libanés Internacional.
Director General y Vocero del Bureau de Informaciones
Libanesas para América Latina. |