Las
marchas que se efectúan desde los últimos días en el Centro
de Beirut por parte los grupos prosirios de Hezbollah, Amal
y los partidarios de Michel Aoun reclamando mayor espacio y
participación en el Gobierno de Siniora conllevan también el
inocultable deseo de derrocar la democracia libanesa que
encarna ese Gobierno elegido democráticamente por los
ciudadanos y han puesto al desnudo serias confusiones
conceptuales que imperan en el país en relación con esos
temas. Es necesario reflexionar con la mayor serenidad
posible y con equilibrio sobre los principios y valores
institucionales que se deben preservar y reivindicar si es
que realmente se aspira a vivir en una república respetuosa
del orden jurídico y de los derechos que amparan la dignidad
de la persona humana.
Es
saludable que la ciudadanía se movilice para expresar su
insatisfacción ante tal o cual medida de los poderes del
Estado y ante ciertos problemas públicos y sociales. En ese
sentido, la manifestación encabezada por todos los sectores
confesionales y políticos libaneses el 14 de marzo de 2005
reclamando la libertad, soberanía e independencia y el
esclarecimiento del repudiable crimen del Ex PM Rafik Al
Hariri fue la de mayor magnitud y firmeza para exigir
medidas efectivas que garantizaran la seguridad de los
ciudadanos como así el retiro inmediato de los ocupantes
sirios del país acorde a la Resolución 1559 CSONU, fue un
positivo ejemplo de lo que podía y debía hacerse para llamar
la atención de la comunidad Internacional acerca de una
realidad negativa que con inusitada gravedad se repitió por
los últimos 30 años y hasta el 21 de noviembre pasado en que
se cometió el ultimo homicidio de figuras favorables a la
democracia libanesa en la persona del Ministro de Industria
Pierre Gemayel.
Respecto de las manifestaciones en favor de la renuncia de
Siniora y su gabinete encabezada por los grupos prosirios no
se les puede dejar de reconocer el grado de legitimidad
dentro del Estado de derecho en el cual los ciudadanos
pueden expresarse y hacer uso de las herramientas que la
democracia misma otorga en tal sentido. Pero he aquí, que
desde el objetivo inocultable que lleva la movilización
-derrocar al gobierno legal- en lo moral presenta serias
contradicciones y profunda gravedad para la estabilidad
democrática y la paz del país.
Sin embargo, es necesario tener en cuenta que el reclamo
pidiendo la renuncia de Siniora, cuando está referida a la
instrumentación por parte del Gabinete democráticamente
elegido de un tribunal internacional tendiente a investigar
a los autores de los crímenes perpetrados en el país,
precisamente contra personalidades antisirias tal y cual es
el objetivo de estas medidas de hezbollah, no debe prestarse
de ningún modo a maniobras que puedan encubrir la búsqueda
de justicia para esos asesinatos. No es lo mismo reclamarle
al Estado garantías de participación y seguridad en
dirección al futuro que pedir y bloquear que se investiguen
adecuadamente estos actos criminales cometidos en el pasado
reciente. El futuro es el campo específico de acción de los
poderes políticos. El pasado, en cambio, es un ámbito de
estricta incumbencia del Poder Judicial. Esto último no es
más que respeto por la división de los poderes de las
Instituciones democráticas. Lo contrario es sedición,
terrorismo y/o anarquía.
Si
no se percibe correctamente esa distinción entre los hechos
del pasado que han herido al Líbano en su tejido social y su
escenario político interno influenciado por energías
regionales y, las propuestas dirigidas hacia el futuro para
bloquear la justicia se siguen llevando adelante utilizando
indiscriminadamente a sectores de la sociedad civil
libanesa, no se respetará la esencia del principio de la
división de los poderes y se estará marchando hacia una
Teocracia en el caso libanés.
La
justicia debe ser independiente y, sobre todo, políticamente
aséptica en todos los casos. Ello vale, por supuesto, tanto
para quienes reclaman el juzgamiento de los responsables de
los crímenes del terrorismo como para quienes se presentan
como cómplices de los sospechados de cometerlos -Hezbollah y
sus aliados-. No vale más una vida humana que otra. Todas
tienen el mismo valor, cualquiera que haya sido la
orientación ideológica de quien perpetró el asesinato.
La
misión de los dirigentes políticos es trabajar en dirección
hacia el futuro y no interferir en la revisión que hace la
justicia de los acontecimientos para esclarecer estos
crímenes. Tampoco resulta razonable que los integrantes de
los grupos que han cometido acciones terroristas y desean
derrocar al gobierno democrático exacerben los enconos y
profundicen las divisiones entre los distintos sectores de
la sociedad civil.
Las grandes contradicciones, los discursos que faltan a la
verdad y suman demagogia populista generan confusión y
descomponen la frágil sociedad libanesa y no será positivo
que ellos tiendan a multiplicarse en el Líbano de hoy. Se
suman también otras deformaciones preocupantes, como la que
se crea por la deserción de los ministros chiítas
aliados a siria que han dado la espalda a los grandes y
necesarios debates políticos del país. En todas las
democracias del mundo desarrollado, los grandes temas
políticos son debatidos por el partido oficial en una
confrontación directa y funcional con los partidos de la
oposición. En Líbano, los temas políticos de importancia
están siendo discutidos por el gobierno electo por voluntad
popular con los dirigentes de grupos violentos y armados,
que anteponen cuestiones religiosas o corporativas e
intereses de Siria e Irán. Si existiera un diálogo político
transparente, protagonizado por partidos vigorosos y
sinceros e identificados con los intereses nacionales
libaneses, eso seguramente no sucedería.
Es
evidente que en Líbano hay un grupo
político-religioso-militar, que mantiene secuestradas las
funciones del Estado legal libanés y que continua mezclando
desordenadamente los roles y las funciones institucionales.
Es imprescindible que los libaneses reflexionen sobre todas
estas cuestiones y traten de establecer en qué medida cada
uno de los sectores a que pertenecen puede contribuir a
poner orden en el desequilibrado escenario político
institucional, con ello no solo se evitara una confrontación
que muchos analistas -mal definen- como “guerra civil”. En
Líbano: si hay una confrontación, no será una guerra civil;
“será una guerra contra la
injerencia y la opresión de Siria e Irán ejecutada por sus
elementos antidemocráticos locales a su servicio dentro del
país”.
Es
necesario que los problemas se debatan en la forma y los
sitios donde corresponde. -por caso, el Parlamento-, donde
se respete plenamente la independencia de la justicia, la
soberanía del país y la libertad de sus ciudadanos, sin
acciones de populismo personalista y hegemónico que atenten
contra el sistema político mediante el asesinato selectivo
de los dirigentes. Y que el pasado no vuelva de la mano de
las ambiciones políticas y sectarias, sino de la acción de
una Justicia incontaminada y responsable.
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Periodista y Analista Político para Medio Oriente.
Miembro del Consejo Mundial de la Revolución de los
Cedros e integrante del Comité Libanés Internacional.
Director General y Vocero del Bureau de Informaciones
Libanesas para América Latina. |