Militares, Protagonistas Feroces - Capítulo I

 


Envaine el "proceso" señor Presidente

Por Antonio Sanchez García

Cada cierto tiempo y cuando el agua comienza a llegarle al cuello, el Presidente hace profesión de paz pidiendo ayuda para envainar el sable. Lo hace con ese lenguaje declamatorio y decimonónico, tan lleno de paráfrasis y metáforas que escandalizan a quien se sienta honrado y plenamente responsable de vivir en el siglo XXI. No dice: dejaré la polémica y las diatribas, la matonería y los niples, la ineficiencia, los abusos, el nepotismo y la corrupción, que es lo que en rigor quisiéramos todos los venezolanos. Y no lo dice por una simple razón: él jura que lo que disgusta es su "estilo", no su gobierno; sus maneras, no sus propósitos; su lenguaje, no sus desastrosas ejecutorias.

Por no ir más lejos: precisamente ahora, cuando asediado por el ominoso y masivo rechazo de la inmensa mayoría de los ciudadanos se asoma a pedir ayuda para envainar la espada -como si ese sable imaginario pesara una tonelada y no fuera asunto de su absoluta y exclusiva incumbencia- adelanta algunas medidas que bien pudiera haber consultado con aquellos a los que también conmina a envainar el sable, sus opositores. Quita al más eficiente de sus funcionarios, el general Lameda, de la presidencia de Pdvsa para poner en su lugar a un hombre de bien, pero ignaro en asuntos de tanta experticia y experiencia como el manejo de nuestra más importante fuente de recursos. Nombra en el Ministerio de Producción y Comercio a la más ineficiente de sus fieles, doña Adina Bastidas, sin duda la menos capacitada de todos sus funcionarios para establecer un diálogo fecundo, provechoso y libre de odiosidades con el sector empresarial. Y ni siquiera menciona el paquete de leyes diseñado por la misma Sra. Bastidas e impuesto al país sin consultas ni consideraciones por una mayoría parlamentaria carente de todo auténtico poder y sin la más mínima independencia como para contar con el respeto de las mayorías.

Usa además la manida figura literaria sin consideración del hecho de que el país entero, con la minoritaria excepción de su fanaticada, rechaza la sola idea de seguir contando con el ejército en funciones ajenas a sus estrictas y cuartelarias obligaciones, ansioso como está por dar vuelta la página al extravío iniciado aquel aciago 4 de febrero y volver a la majestad e imperio de la civilidad en asuntos políticos. ¿No hay quien en su entorno le recomiende olvidar todo apresto castrense, le aconseje no vestir nunca jamás ninguno de sus uniformes y se haga a la humilde e higiénica función de gobernar como un auténtico presidente de la República y no como un polvoriento caudillo de montoneras?

Le aseguro, Sr. Presidente, que el país todo le agradecerá si se vuelve a otros arquetipos que al siniestro de Fidel Castro. Cuánto no le agradeceríamos se acercara al estilo de Ricardo Lagos, de Fernando Henrique Cardoso o, aquí mismo a nuestro lado, de Andrés Pastrana. Olvídese de las espadas, de los uniformes, del lenguaje cuartelero, de las boinas rojas, de sus capitanes, tenientes y coroneles y vuélvase con generosidad al mundo civil, tan próspero en excelentes técnicos y profesionales. De hacerlo, le aseguro que terminarán como por encanto los enfrentamientos. Y pueda que hasta lo dejemos terminar el período con un inmenso suspiro de alivio. No lo dude: envaine el "proceso", Sr. Presidente.
 

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Artículo publicado en el diario Tal Cual, miércoles 20 febrero 2002


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