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Se militariza el Mercosur
por Edgar C. Otálvora
viernes, 7 julio 2006

 

Mientras los aviones rusos Su-30 hacían piruetas sobre el cielo de Caracas, el gobierno apoyaba los ensayos misilisticos de Corea del Norte y pedía la fusión militar del Mercosur.

El gusto por los aviones de guerra pareciera que es una debilidad compartida por un amplio público a nivel mundial. Este detalle parece conocerlo muy bien el gobierno y los empresarios rusos, herederos del complejo industrial militar soviético. Entre los exóticos servicios que Rusia ofrece al mundo de hoy, se encuentran algunos que por su especificidad retan la imaginación: turismo militar y espacial. Dependiendo del presupuesto que disponga el cliente, es posible viajar a Moscú para disfrutar de un vuelo de gravedad cero (US$ 3000), paseo en un avión caza MIG (US$ 5000), o para adelantar el entrenamiento necesario para realizar una estadía en el espacio sideral.

Turismo espacial

El entrenamiento espacial básico cuesta US$ 18.000. Materializar el sueño de viajar al espacio está a la mano de cualquier ciudadano del mundo con un costo de siete cifras en dólares, aunque el precio puede ser un poco menor si el cliente es un gobierno. Brasil habría pagado US$ 10 millones (además de un seguro por US$ 1 millón y un contrato para cubrir eventuales daños) por el paseo de tres días a la Estación Espacial Internacional EEI del teniente coronel brasileño Marcos César Pontes en abril pasado. Desde el espacio, Pontes mantuvo una conversación telefónica con el presidente Lula da Silva, en pleno año electoral de ese país. El cosmonauta brasileño, al poco de regresar de su periplo espacial, solicitó su baja del servicio militar y se dispone, según los medios, a iniciar una carrera como asesor privado.

En la actual lista de servicios rusos aparece un paquete turístico que incluye viaje de ida y vuelta, alojamiento, comidas, y un viaje de 30 minutos en un avión caza ruso Sujói o Sukoi Su-30 "Flanker”. El precio del ticket para ocupar por media hora el puesto del copiloto en un Su-30 es de US$ 10.000.

El Su-30 es justamente el avión caza bombardero sobre el cual el gobierno venezolano ha puesto su vista, para adquirir 24 de ellos por lo menos. Según el presidente venezolano, se trataría del avión “más poderoso del mundo”. Pero el cliente pidió una demostración del equipo y el gobierno ruso no tardó en atender la solicitud. Un contrato calculado en mil millones de dólares bien justifica que el cliente se vanaglorie de sus nuevas adquisiciones ante sus invitados, y todo indica que el propósito del desfile militar del 5 de julio pasado en Caracas, era demostrar poderío bélico en medio de la nueva ola armamentista venezolana.

Aparte del seguimiento que seguramente cumplieron las agencias de la “comunidad de inteligencia” mundial, el interés sobre la presencia de los aviones rusos abarcó desde los medios de prensa, a los analistas de temas militares y políticos, a los amantes de los temas aeronáuticos y a las publicaciones especializadas en temas bélicos. Una publicación venezolana especializada en temas de aviación militar (FAV-Club) publicó en su página web una imagen simulada de un Su-30 ya pintado con el esquema de pintura de la fuerza aérea venezolana. En el site venezolano Noticiero Digital, los chatistas discutían acerca de si los aviones que llegaban a Venezuela eran realmente Su-30 o una versión del Su-27. Las publicaciones brasileñas dedicadas a temas militares (DEFESANET y BASE MILITAR) cubrían los detalles sobre la presencia de dos Su-30 en los aires suramericanos camino a Caracas, mientras la página Webarticulistas publicaba una foto de los Su-30 en su escala en Bulgaria.

La misión del gobierno ruso para complacer a su mejor cliente de armas en Suramérica, significó una compleja operación para el traslado de dos aviones de guerra, acompañados de un avión carguero militar Il-76, en un trayecto de más de catorce mil kilómetros. El viaje de los Su-30 que hicieron piruetas sobre Caracas el pasado 5 de julio, duró tres días y habría comenzado en Moscú. Los aviones hicieron escalas para reaprovisionamiento de combustible, descanso de tripulación y pernoctación en Varna (Bulgaria), Luqa (Malta), Casablanca (Marruecos), Isla de Sal (Cabo Verde) antes de atravesar el Atlántico. Ya en tierras suramericanas, los Su-30 fueron vistos en Recife y Belem do Pará (Brasil) y Paramaribo (Suriname).

La operación de compra de los aviones rusos estaría adelantada y se cerraría en un próximo viaje presidencial a Moscú, durante el cual - según diversos medios venezolanos -, Caracas también compraría los servicios para mandar un pasajero al espacio, tal como ya lo hizo Brasil ya que Hugo Chávez aspira emular a Lula da Silva. Aunque el precio que Caracas deberá pagar por alojamiento en orbita probablemente será mayor ya que al contrario de los brasileños, Venezuela no es socia en la construcción de la EEI.

Guerra mundial

El desfile del 5 de julio en el Paseo de Los Próceres, fue presenciado por los presidentes Néstor Kirchner, Nicanor Duarte y Evo Morales, quienes se encontraban en Caracas para asistir a un acto cumplido la noche anterior con el propósito de firmar el protocolo de ingreso de Venezuela al Mercosur. Lula da Silva, antiguo gran aliado de Caracas, redujo su presencia en Venezuela a una pocas horas, limitándose a su intervención en el acto del Mercosur. En cambio, el presidente argentino se convirtió en la figura relevante de la jornada, al demostrar su especial relación con el gobierno venezolano. Aparte de negociar un nuevo paquete de ayuda económica venezolana (vía la venta de bonos de deuda) y suscribir un acuerdo para el establecimiento de una “alianza estratégica Argentina-Venezuela”, Kirchner aportó un regimiento de Granaderos (la guardia presidencial argentina) que se mostró en el desfile militar caraqueño, y fue el orador de orden en la usual sesión parlamentaria de la fecha. No dejaba de llamar la atención que el presidente argentino, quien confronta serios problemas con los estamentos militares de su país, se mantuviera atento a la demostración castrense venezolana que duró varias horas bajo el tropical clima de Caracas. Llamó la atención igualmente que Brasil no enviara tropas al desfile, versión que había sido anunciada por una alta funcionaria de la cancillería venezolana en un evento reciente.

El presidente venezolano aprovechó la ocasión para renovar uno de sus proyectos: la creación de una fuerza militar suramericana. La propuesta originalmente le fuera presentada por Chávez a Fernando Henrique Cardoso en agosto del 2000 y desde entonces Brasil se mantiene distante. En esta ocasión, Chávez se refirió a la “fusión” de las fuerzas armadas de los países del Mercosur, para crear “una organización de defensa conjunta”. Este es un tema al cual parecieran absolutamente ajenos los mandos militares argentinos y brasileños quienes, junto a Chile, han definido esquemas de cooperación militar pero no de una alianza, y menos encuadrada dentro de una lógica de confrontación contra EEUU.

En tanto el presidente venezolano clamaba por una alianza militar suramericana de claro perfil anti estadounidense, su ministro de información anunciaba el apoyo de Caracas a Corea del Norte. Mientras la comunidad internacional en buena medida condenaba el lanzamiento de cohetes coreanos, y en el Consejo de Seguridad de la ONU se debatía sobre la imposición de sanciones a Corea del Norte, el gobierno de Venezuela intervenía en el tema del lejano país asiático para apoyarlo. El respaldo al gobierno norcoreano se produjo a pocos días del encuentro de Hugo Chávez con el presidente iraní, Mahmoud Ahmadinejad, con quien coincidió en Bajul, Gambia, durante una reunión de mandatarios africanos. Tanto Irán como Corea del Norte mantienen planes de desarrollo nuclear y misilístico, y discursos radicales contra Estados Unidos, y Caracas aparte de su ingreso al Mercosur está cultivando sus relaciones con estos países.

En Brasilia y Buenos Aires crece la preocupación sobre el precio político que Argentina y Brasil quizás deban pagar por su cercanía con el gobierno venezolano montado en una compulsiva actividad armamentista.

 

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  Artículo publicado originalmente en el semanario ZETA

 
 
 
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