Los
militares brasileños están preocupados por las tendencias
políticas en lo que hasta hace poco consideraban un
vecindario sin potenciales enemigos.
La primera advertencia
surgió el 14 de mayo pasado, mediante la filtración de un
documento de inteligencia militar publicado por el periódico
de Brasilia, el Correio
Brasiliense. En el informe,
nunca desmentido, se calificaba al presidente Hugo Chávez
como un
“elemento desestabilizador del continente”, se proponía un
reordenamiento del emplazamiento de las unidades militares
brasileñas y se proponía un plan de gastos para la
renovación de su aparato de guerra convencional. Garantizar
la capacidad para soportar dos conflictos convencionales
simultáneos con países vecinos es uno de los objetivos
marcados por el informe militar
brasileño, el cual recomendaba reducir el actual envío de
tropas a la frontera colombiana para reforzar las unidades
en la frontera con Bolivia.
Luego, el 24 de junio el diario Estado de Sao Paulo difundió
un informe elaborado por el gobierno de EEUU y suministrado
a Brasil (ver Zeta del 30-06-06) en el cual se enumeran las
compras de equipos bélicos y el incremento del tamaño del
pie de fuerza que el gobierno venezolano se proponía
realizar. La llegada de armas rusas a Venezuela, la creación
de unidades de milicianos paralelas a las Fuerzas Armadas y
el sostenido discurso militarista de Caracas, confirmaba las
previsiones de aquel documento elaborado por el Departamento
de Estado de EEUU en el 2004.
Chávez
asecha en el patio trasero brasileño
El
ascenso de Evo Morales a la Presidencia de Bolivia, su
inclusión formal como parte del Eje La Habana-Caracas el 29
de abril y, la creciente presencia de agentes venezolanos y
cubanos en Bolivia sólo incrementó el nivel de preocupación
de los planificadores militares brasileños. Luego, la
estatización de los hidrocarburos en Bolivia el 01 de mayo,
con el cariz militar que le imprimió Morales, y la
manifiesta presencia de venezolanos como asesores de un
proceso que afectó negativamente los intereses empresariales
de Petrobras y geopolíticos de Brasil, evidentemente aceleró
la reacción brasileña ante lo que consideran el peligro
militarista venezolano.
Ya el 09 de mayo, durante la comparecencia del Canciller
Celso Amorín ante la Comisión de Relaciones
Exteriores y Defensa Nacional del Senado brasileño, se
dejaron escuchar gruesas acusaciones contra el gobierno
venezolano. Fue en aquel escenario donde Amorín confesó que
el presidente Lula había transmitido a Chávez su malestar
por la presencia de personal de PDVSA en Bolivia antes de la
nacionalización. Ese día diversos senadores presentes
manifestaron dudas sobre la conducción de Lula en su
política exterior hacia Venezuela y Bolivia. El senador
Pedro Simon del PMDB acusó a Chávez de
“exagerar y querer aparecer de más” en el caso boliviano.
Simon afirmó que la respuesta de Lula a la acción boiliviana
había sido demasiado suave. El senador Arthur Virgílio del
oposicionista PSDB dijo que se estaba creando un nuevo eje
de poder formado por Argentina y Venezuela dejando a Brasil
en segundo plano. “¿Hasta cuando Brasil se quedará mirando
sin reaccionar cómo Chávez amaza un liderazgo
latinoamericano?” se preguntaba el senador por el fronterizo
estado Amazonas.
En declaraciones dadas por
Lula da Silva al
Financial
Times de Londres la semana pasada, el
mandatario brasileño dijo que "la derecha conservadora
brasileña quería que empezáramos una guerra contra Bolivia.
Yo preferí negociar y empezar a buscar una solución". En la
misma entrevista, Lula remarcó su rol de intermediario entre
Washington y Chávez, y mencionó sus esfuerzos para atemperar
la conducta del gobierno venezolano y “mantener la armonía
regional”. Pese a que Lula afirma no compartir sus
opiniones, sus declaraciones confirman la existencia en su
país de sectores que están enfocando las acciones de Chávez
y de su socio boliviano, desde una perspectiva de amenaza
externa que ameritaría una respuesta militar.
José
Sarney advierte
La expresión más acabada de
esta ola de preocupación en la alta elite dirigente
brasileña ha sido el artículo de prensa publicado por el
expresidente José
Sarney, en el diario
Folha de São Paulo del pasado 14
de julio bajo el título de “Luz roja”, y que ha sido citado
extensamente por agencias de noticias y comentaristas
políticos desde entonces.
Sarney
hacer referencia a los planes de Chávez
de gastar US$ 60 mil millones en armas, “transformando a
Venezuela en una potencia militar” lo cual es “una amenaza
al continente”.
El
expresidente José
Sarney (76 años) es actualmente
Senador electo y milita en las filas del PMDB, partido que
vivió en los últimos meses una seria confrontación interna
en la cual se debatía el lanzamiento de una candidatura
propia o el apoyo a la reelección de Lula da Silva. En el
2003, Sarney fue llevado a la
Presidencia del Senado gracias a un pacto con el
oficialista partido PT, y desde aquel entonces expuso la
idea de la reelección de Lula, por lo cual encabeza dentro
de su partido la fracción que defiende la continuidad de la
alianza con el gobierno petista
y que a la larga se impuso.
Sarney
quien es un hombre de centro-derecha, hizo vida política
oficial durante los gobiernos militares de su país, y llegó
a la Presidencia en 1985 abriendo durante su gobierno una
línea de comunicación directa con Venezuela. En 1986 viajó a
Caracas, en una de las primeras visitas que un jefe de
Estado brasileño realizaba a territorio venezolano y que
demostraba la relación especial que creó con el gobierno del
presidente Jaime Lusinchi.
Ahora
Sarney se pregunta por el destino que Chávez dará al
armamento que está comprando, poniendo en duda que sea para
un enfrentamiento con EEUU. “¿quién puede saber si un
presidente de Venezuela no creerá que debe ocupar la
Amazonia (brasileña) para evitar su internacionalización?
escribe Sarney colocando sobre
la mesa la hipótesis, impensable hasta ahora, de una posible
aventura militar venezolana sobre territorio brasileño.
Ante esta posibilidad, Sarney
comenta que los militares brasileños están en la disyuntiva
de "demandar recursos, o al menos pedirán al presidente Lula
que haga ver a Chávez que la democracia militar que implanta
debe detenerse para no detener nuestra democracia de más pan
y menos armas".
Lo que comenzó con la
filtración de un informe de inteligencia militar ya ha
ganado cuerpo como una posición política compartida por
diversos sectores brasileños. El afloramiento del tema
militar transcurre en paralelo a la firma del Protocolo de
ingreso de Venezuela al Mercosur, documento que aún espera
por la aprobación de los parlamentos de los cuatro países
miembros.
La prueba
del helicóptero
El pasado 09 de julio
llegaron a Venezuela los primeros helicópteros Mi-35
adquiridos a Rusia. Este equipo que forma parte del primer
pedido de helicópteros rusos y ha sido rebautizado por el
gobierno venezolano como “piraña”, es un equipo
especializado para el combate. No es un helicóptero de
paseo, es un arma de guerra dotada de tecnología misilística
y con capacidad para transportar pequeños grupos de fuerzas
especiales. Estos helicópteros han sido asignados al
Ejército y no a la aviación, confirmándose el rol de
“caballería del aire” que se le confiere en el actual
modelo bélico venezolano. Analistas de temas de seguridad
brasileños consultados, han afirmado que la adquisición de
este tipo de aparato denota un cambio en el patrón
armamentista venezolano, el cual se estaría preparando para
combates terrestres en alguna de sus fronteras. La llegada
del Mi-35 así como las exhibiciones hechas en Venezuela del
avión ruso Su-30, fueron seguidas con especial atención por
expertos y publicaciones de temas militares brasileños.
Según difundió la agencia AFP esta semana, durante la
próxima estadía de Hugo Chávez en Rusia se firmaría el
contrato por US$ 1000 millones, para la compra de 24 aviones
de combate Su-30.
Los voceros oficiales
venezolanos han manifestado que entre sus hipótesis de
conflicto externo se encuentra un ataque desde Colombia
auspiciado por EEUU. Pero en Brasil, los planificadores
militares, así como sectores políticos y empresariales,
comienzan a evaluar que el creciente militarismo venezolano
podría redirigirse en contra de Brasil. Quienes sostienen la
grandeza de Brasil como discurso y práctica para la cohesión
nacional están evaluando las compras militares venezolanas y
a su agresiva diplomacia, como un peligro para la
estabilidad y el rol del estado brasileño en la región.
* |
Artículo publicado originalmente en el semanario ZETA |