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Arar
en el gas
por Edgar C. Otálvora
domingo,
13 agosto
2006
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Si
bien el proyecto de construcción del Gasoducto del Sur fue
presentado a finales del año 2005, como uno de los pilares
de la estrategia regional integracionista de los actuales
gobiernos de Argentina, Brasil y Venezuela, desde esa misma
fecha comenzó a verse también como una iniciativa de interés
extraregional.
El seguimiento de los anuncios y declaraciones oficiales
hechos en el último año por los tres principales socios del
proyecto, da cuenta de una larga lista de contradicciones y
desencuentros, muchos de ellos no aclarados públicamente
hasta el momento. Los usuales pronunciamientos
presidenciales y las declaraciones de altos funcionarios del
área energética sobre el tema del gasoducto, se han limitado
hasta ahora a la ratificación del interés en el proyecto por
parte de Venezuela y Argentina, y a una pendular opinión
brasileña que se bate entre las proclamas altisonantes y el
franco desdén. Ya cuando los equipos oficiales de los tres
países habían dado los primeros pasos para conformarse en
grupo de trabajo, en febrero pasado, surgió la primera
referencia expresa a la incorporación de Rusia en el
proyecto de gasoducto del sur.
Los dubitativos brasileños
La empresa estatal gasífera rusa Gazprom, entregó a los
medios un comunicado sobre las actividades cumplidas por el
jefe de su Departamento de Actividades Económica en el
Exterior, Stanislav Tsigankov, quien habría sostenido
encuentros con directivos de PDVSA y de la brasileña
Petrobras. Según el comunicado, el alto ejecutivo de Gazprom
habría analizado con sus pares venezolanos y brasileños, las
perspectivas de cooperación en el sector del gas. De forma
explícita se mencionó “el asunto de la construcción en
Suramérica del gasoducto entre Venezuela, Brasil y
Argentina". La noticia fue confirmada desde Brasil por el
Director de Gas y Energía de Petrobras, Ildo Sauer. El
gobierno venezolano, por el contrario, se apuró a desmentir
las versiones de la presencia rusa en el proyecto. En
declaraciones difundidas por la agencia oficial venezolana
ABN, el director de Planificación de Pdvsa, Iván Orellana,
calificó como una “especulación”, la participación de la
estatal rusa Gazprom en el proyecto de Gasoducto del Sur. El
vocero venezolano agregó que “el proyecto está abierto a la
participación para que todos los países de Latinoamérica
puedan compartir, no bajo el término de la competitividad
sino de la complementariedad de los pueblos”.
En marzo pasado, el directivo de Petrobras, Ildo Sauer
nuevamente mencionó el interés de obtener “asesoramiento
ruso” sobre el tema del gasoducto e informó que una
delegación de Petrobras se aprestaba para viajar a Moscú. Ya
en junio, en una presentación ante inversionistas en
Londres, Petrobras hizo públicas sus negociaciones con
Gazprom para “acordar operaciones conjuntas que incluyen un
gasoducto que uniría a Venezuela, Brasil, Argentina y Chile
entre una serie de emprendimientos conjuntos que estudia
realizar con la empresa rusa”.
Para agregar más confusión sobre el gasoducto del sur,
recientemente Petrobras recordó que el asunto del gasoducto
es un tema del gobierno de Lula y no de la empresa, por lo
cual su participación dependerá de las conclusiones de los
estudios de factibilidad aún por realizarse. Estudios que
además, dados sus altos costos deben estar creando altas
expectativas en empresas de consultoría ambiental y de
ingeniería de todo el mundo. Con seguridad no sólo los rusos
están en procura de una parte de los ingentes recursos que
deberán gastarse antes de que se decida efectivamente la
construcción de alguno de los ramales de la obra.
Aparte de los aislados desmentidos del representante de
PDVSA en el lejano mes de febrero, ha sido el propio
gobierno venezolano el que ha involucrado ampliamente a
Moscú en el proyecto gasífero suramericano. De forma
reiterada, el presidente venezolano fue incluyendo la
presencia rusa como parte del esquema del hipotético
gasoducto. En abril, tras reunirse con sus colegas Lula da
Silva y Nestor Kirchner en São Paulo, Chávez afirmó que “a
este proyecto le van a sobrar recursos", confirmando que
“algunas empresas, como la estatal rusa del gas Gazpron han
mostrado interés en participar”.
Al cabo de pocos meses, la eventual participación rusa en el
proyecto pasó por diversas etapas. Primero fue negada por
Caracas, luego los brasileños dijeron que sería como
“asesoramiento”, luego Petrobras habló de “operaciones
conjuntas”, y en abril Venezuela abría la opción de recibir
financiamiento ruso para el proyecto, con lo cual se
anunciaba que un gobierno extraregional formaría parte de
los probables socios propietarios del gasoducto.
Algo más que armas
El viaje de Hugo Chávez a Moscú a finales de julio - según
analistas de muy diversos medios y países- buscaba
formalizar una alianza geoestratégica con Rusia. Además de
concretar personalmente la compra de equipos militares, cuya
oportuna fabricación es aún puesta en duda por expertos en
temas armamentistas, Chávez fue a Rusia para ofrecerle al
presidente Vladimir Putin la constitución de una relación
especial que confronte a los EEUU. Las versiones sobre una
supuesta confluencia Rusia-Irán para generar una crisis
económica en Occidente, vía una crisis energética, han
estado circulando ampliamente en los últimos meses, y al
parecer en Caracas compraron esta hipótesis estructurando
sobre ella los términos de su aproximación a Rusia. Al
respecto, la Economist Intelligence Unit de The Economist
comentaba a finales de la semana pasada, que Chávez regresó
de Moscú con armas pero sin la alianza estratégica anti EEUU
con la cual “soñaba”. Putin habría limitado su agenda con
Venezuela, país al cual ve como un instrumento más que como
un socio. Pragmatismo y no ideología anti gringa es lo que
guía a la Rusia de Putin. En paralelo, se ha conocido que
Moscú se apronta a vender armas a Argentina mediante un
sistema de trueque por alimentos.
Junto con su masiva compra de armas, el gobierno venezolano
también colocó en la cesta de las ofrendas que llevó a
Moscú, el principal activo de negociación venezolana: sus
hidrocarburos. Los anuncios de Chávez incluyeron incluso la
participación de Rusia en la hipotética construcción de una
planta para elaborar tuberías que estarían destinadas al
gasoducto del sur. Pero la principal concesión que Caracas
ofreció a Rusia fue abrir las puertas a la empresa Gazprom
para que haga “acompañamiento técnico en la ejecución de
proyectos gasíferos dentro del territorio venezolano”, esto
según el Ministro de Energía y Petróleo venezolano. El alto
funcionario dijo además que había conversado con los rusos
para que éstos participen en el gasoducto suramericano, ya
sea como socios comerciales o como suministradores de
tecnología. Chávez según un cable de EFE citando a Interfax,
habría afirmado que “Venezuela va a tender un gasoducto que
cruzará toda América del Sur y necesita tuberías". Se
desconoce si las ofertas venezolanas a Rusia para sumar a
Gazprom como “socio comercial” cuentan con el beneplácito de
Brasilia. Por ahora, pareciera que los ofrecimientos a Moscú
fueron sólo parte del paquete de “activos” que Caracas
presentó a cambio de su pretendida alianza con Moscú.
En todo caso, la oferta venezolana calza perfectamente con
el papel de gran jugador energético adquirido por Rusia. Ya
los rusos habían puesto sus plantas en lotes petroleros
venezolanos entregados en concesión por el actual gobierno.
Ahora, el eventual Gasoducto del Sur dejó de ser un proyecto
regional para ingresar en la lista de los tema de la
conflictiva geopolítica energética mundial.
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Artículo publicado originalmente en el semanario ZETA |
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